El Mundo Madrid - Weekend

Annie y Mónica

- LUCÍA MÉNDEZ

LAS VIDAS de dos mujeres, Annie Ernaux, escritora francesa de 82 años, y Mónica, universita­ria española de 21, se cruzaron en el espacio mediático un día de octubre antes del almuerzo. La escritora feminista recibió el Premio Nobel de Literatura por su «valentía y precisión clínica» en el uso de las palabras con las que lega a la posteridad la dura memoria emocional de ella y su generación. La universita­ria española, residente en un colegio mayor, manifestó al mundo que no se considerab­a insultada por los hombres que le gritaron desde una ventana: «Coneja, puta ninfómana, te prometo que vamos a follar».

Las palabras lo son todo para la escritora. El sentido de su vida. Palabras como «cuchillos» para disecciona­r sus experienci­as sin anestesia. Las palabras no son nada para la universita­ria. Han sido despojadas de su significad­o para convertirs­e en cubatas de una juerga, canciones de reggaeton, o chiquillad­as de noches locas.

Las palabras de Mónica se las lleva el viento y las redes. Las palabras de Annie quedan impresas con tinta de vida. La escritora respira muy hondo dentro de los libros. La universita­ria toma el oxígeno de los vídeos y surfea por TikTok. Annie disfrutaba del magisterio de los pensadores de izquierda. Mónica tiene como referencia a las influencer­s.

Annie nació en un mundo machista, donde el destino de la mujer era casarse con un hombre. Mónica nació en la era feminista de la Historia, el tiempo de la igualdad legal, el tiempo de las mujeres.

Annie nació en una familia de clase baja, de la que se avergonzab­a porque ella había leído a Simone de Beauvoir y su madre, no. Mónica nació en una familia de clase alta que puede pagarle lo que en tiempos de Annie se llamaba una residencia de señoritas para que estudie en la capital una carrera universita­ria. Annie no tenía más recursos que los codos y el trabajo para sobrevivir. Mónica se puede permitir casi todo tipo de caprichos.

Annie se rebeló contra el autoritari­smo de su padre. Mónica no tuvo que hacerlo porque quien manda es ella y quien obedece es su padre. Ella y sus amigas se parten de la risa cuando oyen decir que son sumisas ante los hombres. ¡Anda ya!

Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que Annie, y yo misma, podamos entender cómo y por qué las mismas palabras no significan lo mismo.

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