El Mundo Madrid - Weekend

Dos meses bajo el terror de la Z

Los vecinos de Izium sobrevivie­ron durante la ocupación rusa en sótanos sin luz ni agua

- ALBERTO ROJAS

Los pocos vecinos que quedan en la ciudad se han organizado para buscar entre los escombros a los muertos que dejó la ocupación rusa. A veces encuentran a personas y a veces aparecen también sus mascotas. Hay perros viudos de sus dueños vagando por las calles en actitud temerosa y sumisa. En un edificio, piso cuarto, el cuerpo de la pequeña anciana Anya, que padecía de diabetes, simplement­e se consumió por un incendio que duró tres días y que sólo dejó los hierros de su silla de ruedas rodeados de ceniza. No hay ni rastro de sus huesos.

No hay una sola vivienda que no esté destruida en Izium, la localidad que marcó el descalabro ruso en el frente norte. Hasta llegar aquí se atraviesan caminos a cuyos lados se extienden campos de minas, tanques destruidos y puentes demolidos. Casi toda la población que permanece aquí tiene más de 60 años y se mueve en bicicleta porque los

Cientos de habitantes permanecie­ron ocultos en refugios sin apenas comida

«Mi hijo es policía y lo metieron en una cámara de tortura para darle palizas»

«Han abierto cada casa y robado las cosas más estúpidas. Han arrasado todo»

«Los cadáveres se pudrieron todo el verano. No nos dejaban recogerlos»

rusos robaron todos los coches para huir. Sólo hay una tienda abierta, la misma que también estuvo abierta en los dos meses de ocupación. Su propietari­a nos explica que la obligaron «a vender productos de origen ruso», y que los invasores la insultaban cuando decía alguna palabra en ucraniano. «Ahora ya puedo vender productos ucranianos y la población comienza a volver poco a poco».

Izium fue liberada hace tan sólo unas semanas. En sus sótanos se han encontrado cámaras de tortura, pero también refugios en los que cientos de habitantes permanecie­ron dos meses escondidos sin salir, casi sin comida y con poca agua. La electricid­ad aún no ha vuelto, así que la situación es una especie de regreso a la edad media. La conexión de móvil acaba de llegar de nuevo y los rusos bombardear­on el hospital y saquearon la farmacia, así que la salud de los vecinos supervivie­ntes pende de un hilo.

Andrii tenía una empresa cuyo edificio de dos plantas fue destruido, pero debajo de esa construcci­ón antigua el sótano resistió las bombas. Así que fue metiendo allí a su familia, a sus amigos y, después, a otros vecinos, conocidos o extraños, hasta que alcanzaron la cifra de 62 personas malviviend­o en tres salas. «Había 10 niños con nosotros y muchos ancianos, con todos durmiendo en el suelo», dice Andrii. «La situación era una locura pero mucho peor era salir a la calle. Mi hijo es policía y lo metieron en una cámara de tortura para darle palizas. Mientras estuvo preso saquearon su casa», relata. A su lado, Anna también cuenta que fue detenida. «Ellos miraban todos los móviles a la gente que se cruzaba con ellos. En el mío, encontraro­n un grupo de Telegram en el que alguien había escrito Venceremos a los rusos y me llevaron al calabozo junto a mi hija, donde no pararon de amenazarme de muerte». Andrii hace esfuerzos por no llorar.

Un día nos enteramos de que era el cumpleaños de una de las ancianas que estaba con nosotros en el sótano. Alguien consiguió una naranja. recambios a los que mandan al frente. En ese mismo lugar encontramo­s camillas con sangre seca, restos de ropa de camuflaje y raciones de combate rusas a medio comer, lo que indica que huyeron a la carrera. La mayoría de ellos, según los vecinos, provenían de la región de Buraitia, igual que los criminales de Bucha.

Por la carretera de vuelta, de nuevo esqueletos negros de edificios, posiciones rusas reventadas y fábricas arrasadas como muñones negros en medio del paisaje ucraniano de girasoles tostados por el verano. Cuando cae la noche, el frío avanza y los vecinos preparan algo de leña para calentarse. Un grupo de jóvenes, de los pocos que quedan por aquí, se reúnen en torno a una batería de coche para cargar sus móviles. El invierno se acerca y ellos vuelven a dormir a sus refugios. No hay otro lugar.

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ALBERTO ROJAS Escombros con un muñeco en la ciudad ucraniana de Izium, liberada de las tropas rusas.
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A. R. Andrii en su sótano, en el que acogió a 62 personas durante dos meses.
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