LA SENSATEZ DE GRETA
VUELVE Greta Thunberg, y lo hace dando la campanada. El pequeño oráculo sueco ha dicho en la televisión alemana que, en este momento de crisis energética, es un error cerrar las centrales nucleares que están funcionando si eso implica recurrir a fuentes tan contaminantes como el carbón. A muchos de sus seguidores se les habrán caído los palos del sombrajo, pero la joven tiene razón. Y el ejemplo es justamente Alemania.
Hagamos memoria: el presidente socialdemócrata Schroeder decidió cerrar los reactores atómicos para 2022; y su sucesora, Merkel, presionada por las protestas antinucleares, mantuvo el cerrojazo. Alemania, dijeron, funcionaría con energías 100% renovables y comerían perdices. Ahora sabemos que Schroeder trabajaba para Moscú y que el KGB financió movimientos ecologistas en Europa desde los años 70, como después ha hecho Gazprom. Al suprimir la fuente nuclear, Alemania pasó a depender del gas ruso. Y ahora que pintan bastos, se han puesto a reabrir como posesos las centrales de carbón. Perdices no sé si comerán, pero la atmósfera la están dejando perdida de CO2.
Ningún país puede funcionar solo con renovables porque son energías que dependen de las condiciones meteorológicas y no se pueden almacenar. Hasta el día que eso sea posible, numerosos científicos recomiendan usar la energía nuclear como complemento, o respaldo, porque es la más segura y la más limpia. ¿La idea no era reducir las emisiones de gases de efecto invernadero? Pues según la Agencia Internacional de la Energía, si prescindimos ahora de la energía nuclear no se cumplirán los objetivos fijados por la ONU.
En Europa, los países más contaminantes son Polonia y Estonia, que no tienen energía nuclear. Y los más limpios son Suecia (30% nuclear, 50% renovables) y Francia (67% nuclear). La UE, de hecho, la ha declarado energía sostenible. Pero a Teresa Ribera, nuestra ministra del ramo, no le agrada. Así, mientras Francia, Reino Unido, Bélgica u Holanda apuestan por seguir con la nuclear, aquí nos vamos a pulir 26.000 millones en cerrar los siete reactores que siguen activos.
Anclada en el dos caballos amarillo con la pegatina de «nuclear no, gracias», Ribera habla de «transición justa» y «resiliencia» pero no aclara cómo cuadrar el círculo de las emisiones y el de la dependencia energética. Menudo disgusto debe de tener ahora con Greta. Aunque siempre podrá consolarse con las visionarias que embadurnaron con sopa de tomate Los girasoles de Van Gogh.