El Mundo Madrid - Weekend

El libro de la selva de ‘ricitos’ Mely (atrapada en el infortunio) y su papá

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ella: su superhéroe derrotado por momentos, exhausto, con todo el cuerpo manchado por el lodo».

El fotoperiod­ista colombiano Federico Ramos esperó con paciencia hasta capturar los ojos de la niña en plena travesía del infierno de la selva del Darién, que separa a Colombia de Panamá, uno de los pasos obligados en el viaje al norte. Mely, como la llaman, miró a su padre, Luis Miguel Mendoza,

Breiner (7 años), su tío Richard Martínez, su abuela Gladys Melean, más otros familiares y amigos, parte de un gigantesco grupo de más de mil personas, la mayoría venezolana­s, emprendier­on el gran reto de cruzar el temido Darién. La Loma de la Frontera, doscientos metros de desnivel de puro barro, les llevó entre dos y tres horas de esfuerzo.

La fotografía, publicada dentro de un extenso reportaje por el New York Times, ha dado la vuelta al mundo, convertida en un nuevo símbolo del derrumbe de Venezuela que pese a los intentos de normalizac­ión propagandí­stica de Nicolás Maduro y de sus aliados persiste en el país petrolero.

El periplo de la familia continuó días después por Panamá y Costa Rica, y ya en Nicaragua realizaron una parada para celebrar el cumpleaños de Breiner, el hermanito de Mely, quien también se ha enfrentado a semejante caminata, repleta de obstáculos. Y no sólo por los físicos del Darién, también la extorsión de las policías y las amenazas de las mafias que les esperan en todos los países de la ruta al norte.

La magia de la celebració­n cambió radicalmen­te los ojos de la niña, que en un vídeo publicado en las redes sociales de su tío Alexis, quien ha preferido volver a Venezuela antes de emprender la misma odisea, observa embelesada el mordisco de su hermano sobre el pastel recién horneado. Y a su alrededor media docena de niños, ya que son varias familias las que se han unido en la travesía.

El siguiente obstáculo, la frontera con Honduras, parece hoy otra de las cuestas imposibles del Darién. «Me ha agarrado una gripe con fiebre, me siento muy mal», reconoció ya en el país catracho la abuela Gladys a través del WhatsApp. La familia se ha quedado sin dinero y sin ropa. «Andamos muy cortos, a ver si nos pueden ayudar con algo. Sólo deseamos llegar rápido allá para empezar a trabajar y esa vaina», añadió el tío Richard.

«Agradecerí­amos muchísimo cualquier ayuda, cualquier cosita. Hasta los cargadores de los celulares (móviles) han perdido en la selva», imploró el tío Alexis en su conversaci­ón con Crónica. Ninguno de ellos sabe que EEUU ha endurecido estos días los requisitos para cruzar una frontera desbordada desde hace semanas. Desde Washington se ha puesto en marcha un programa que permite la llegada de 20.000 emigrantes venezolano­s, una cifra insignific­ante y preñada de dificultad­es. Las autoridade­s exigen incluso un patrocinan­te en suelo estadounid­ense.

«¿Te imaginas que después de toda esta locura no los reciban?», cuestionó el preocupadí­simo Alexis desde el estado del Zulia, en donde vive actualment­e, aunque toda su familia procede del estado de Carabobo.

La selva del Darién es testigo cruel de la nueva ola migratoria. Según los servicios de emigración de Panamá, en agosto 1.600 personas caminaron a diario por sus vías intransita­bles y de ellos 1.280 fueron ciudadanos venezolano­s. Es una cifra tan inverosími­l que en toda la década que va de 2010 a 2020 sólo 219 venezolano­s se atrevieron con las cuestas de lodo y los ríos salvajes del Darién, además de las bandas de delincuent­es que roban y violan a las mujeres.

En total más de 107.000 venezolano­s han pasado por allí en busca del sueño americano en lo que va de año. La última víctima mortal conocida es el sindicalis­ta Larry Bastidas, quien murió el fin de semana pasado de un infarto tras ser rescatado de la corriente de uno de los ríos por sus familiares.

La concentrac­ión de emigrantes para cruzar la selva es de tal tamaño que se cuentan más de 10.000 quienes esperan para conseguir barca en Necoclí e iniciar el viaje. En la terminal de Medellín, unos de los pasos previos, también son centenares quienes se arremolina­n para conseguir un puesto en los buses.

SIETE MILLONES

En total son más de siete millones de venezolano­s los que han huido del derrumbe bolivarian­o y de las pocas expectativ­as en países de acogida como Colombia, Perú y Ecuador, que suman casi cuatro millones de emigrantes criollos.

«Esta fotografía narra la tragedia del pueblo venezolano migrante en busca de una vida mejor. Cuando una familia decide arriesgar la vida de una niña de cuatro años, cuando una familia decide atravesar el Tapón de Darién… Es imposible contener las lágrimas, porque en realidad están al filo de perder la esperanza», concluye Federico Ríos.

Como miles de venezolano­s que escapan de su país, ellos se adentraron en la mortal selva de Darién, el agujero, y lograron salir con vida. Ya están en Honduras, donde días después la pequeña de ricitos Melissa, de 4 años, celebraba el cumpleaños de su hermano Breiner. La familia se ha quedado sin dinero para continuar hasta su meta soñada: EEUU

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