LA DISFORIA SOCIALISTA
(Ideología) La ley trans tiene poca importancia práctica. Afecta a un grupo escasísimo de personas; sus cláusulas, aunque minoritarias en las legislaciones de Occidente, no suponen mayor novedad y sus dañinos efectos, a pesar de las propagandas, son raros. Pero sí tiene una gran importancia ideológica. La izquierda es la que promueve esos cambios y la razón tiene que ver con el fundamento intelectual de su ejercicio político. La izquierda desprecia la biología hasta la temeridad y sigue considerando que la explicación de la conducta del hombre debe partir de la tabla rasa. Tal actitud está evidentemente vinculada a su defensa genérica de la igualdad: la izquierda no puede admitir que las personas nazcan con diferencias de calado respecto a cuestiones clave como la inteligencia, la belleza o la salud. Evidente y neciamente vinculada hay que añadir, porque el reconocimiento de los hechos debe ser el principio de cualquier reivindicación humana.
La actitud de la izquierda coincide, paradójicamente, con la acumulación incesante de evidencias científicas sobre la importancia del cableado básico con el que se nace en la toma de decisiones. Y bien parece como si a la acumulación de evidencias la izquierda hubiera respondido con una reactivación histérica de su vieja reivindicación culturalista. La práctica contemporánea de la cancelación afecta a dos tipos de asuntos: los relacionados con la actividad sexual, presente o pasada de los varones, o a cualquier indagación científica que, aun partiendo de hechos irrevocables, exhiba distinciones entre grupos. Para luchar contra la discriminación, se observará, ya no son suficientes las opiniones o la moral, genéricamente considerada. Es decir, la izquierda no elabora y promulga correcciones culturales de unos hechos indiscutibles, sino que se afana en negar a esos hechos cualquier posibilidad de existencia. Nada nuevo tampoco, si se tiene en cuenta que la actividad principal de las inquisiciones fue arrancar las opiniones de raíz, negando los hechos que las fundamentaban.
La ley trans encaja como un guante en esta voluntad. La ley no pretende corregir los efectos de la ambigüedad de la naturaleza. Y voy a volver a citar el hermoso párrafo con el que el genetista Arcadi Navarro me explicaba esto: «Están el día y la noche. También el anochecer. Pero sería inútil que el anochecer exigiera ser tercero en discordia. La naturaleza dicta que la frontera, que la ambigüedad existan: pero siempre con su inexorable carácter subsidiario». La ley y su propaganda actúan negando el propio sentido profundo de lo trans (que viene de algún lugar y va hacia otro), frigorificándolo. Y habilitando luego al registro civil para que enmiende la plana a la naturaleza, sin otro trámite que la voluntad del sujeto. Que Manolo llegue a la ventanilla y exija que a partir de ahora sea Manola es la zarrapastrosa manera con que la izquierda ha resuelto, al fin, la dialéctica nature/nurture. Pero la tosquedad del procedimiento no invalida sus graves consecuencias sobre la realidad. Si a partir de la anécdota extravagante de una mínima porción de humanos la izquierda atenta políticamente contra la categoría de la definición sexual, qué ocurrirá en aquellos ámbitos donde el conocimiento avanza entre una niebla gris. Lo que ocurrirá es lo que ya está ocurriendo: que una gran parte de la política (y en España toda la política, ya que el líder gallego ha optado por la rendición cultural) atenta contra el propio conocimiento. Lo que ya es honda tradición de la Humanidad y lo que demuestra que nada hay más importante que la política.
(Política) Cuentan que la ley trans divide profundamente al Psoe. No es exacto. La profunda división del Psoe, zurcida de momento por el poder, acude a la ley trans para expresarse. La disforia socialista va mucho más allá de lo que llaman género. Estos días del 40 aniversario de la llegada del Psoe al Gobierno, el ex presidente Felipe González se ha prodigado en ese tipo de discurso oracular tan propio de la edad como la constatación de la próstata. Transcribí infinidad de declaraciones de González. Nunca dijo nada: ni siquiera cuando iba por lo recto. Lo seguí día a día en la crepuscular, pero exitosa, campaña del 93: abría la boca y todo era bullshit. Eso es norma en muchos políticos y debe afectar relativamente al juicio de su obra de Gobierno. Pero hay una diferencia entre el bullshit que encubre, vergonzante –el tipo de discurso habitual en González y sus gobiernos, tan socialdemócratas que tenían la imperiosa necesidad de disimularlo–, y el que se convierte, orgulloso, en la propia materia de la acción de Gobierno. La ley trans, por ejemplo: bullshit en sí misma, expuesto sin ningún rebozo.
El bullshit desinhibido se apoderó del Psoe con la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, aquel vicioso del quiasmo. Cuando González critica –43 años después de que consiguiera la renuncia de su partido al marxismo– que el Psoe asuma las políticas de Podemos jamás dice la verdad que importa: y es que esas políticas son las que Podemos asumió después de que a Zapatero –el que las diseñó y empezó a ejecutarlas– la realidad lo sacara a patadas del Gobierno. El tiempo ha hecho crecer de modo impensado la impronta de aquel presidente. El que iba a ser ejemplo de adánico, frívolo, divisivo y cognitivamente limitado gobernante se ha convertido en la figura de referencia del actual presidente del Gobierno y ha seguido con creces su ejemplo. Zapatero fue el padre de Podemos, como escribí hace tiempo. Y ahora se alza como la contrafigura de González y encarna la referencia de una amplia fracción socialista.
Hay numerosos ejemplos de cristalización del orgulloso bullshit de Zapatero. Él fue el primero en planear, con su ideación de la Memoria Histórica –un temprano ejemplo de ideología trans, en que lo subjetivo (la memoria) empezó a desplazar a lo objetivo (la historia)– que la izquierda tenía que ganar la Guerra Civil. Él fue el primero en divulgar desde el socialismo el derecho a la autodeterminación, al proclamar que aceptaría el Estatuto que surgiera del Parlamento catalán. La prueba de su carácter pionero está ahora visible en el fondo de la negociación que ocupa al Gobierno con Esquerra Republicana. Ese Estatuto que salió del Parlamento catalán, con la crucial referencia a una justicia tan propia como la lengua, es lo sustancial que el Gobierno ofrece ahora a los nacionalistas para desbloquear la situación creada tras la ruina del Proceso. Tanto en la Memoria Histórica como en la negociación con los nacionalistas se advierte por parte de sanchez la intención de completar la obra de Zapatero que interrumpió la crisis económica.
La única pregunta a la que debe responder Felipe González en sus amaneradas celebraciones de estos días es por qué sus políticas no han tenido hegemonía y continuidad dentro de su partido.
(¡Hurra!) Cada vez más contento con Ada Colau. El viernes mandó insertar un anuncio, en los selectos periódicos que su Ayuntamiento ayuda a financiar, animando a consumir alcohol en las maravillosas coctelerías de la ciudad, y la primera Paradiso, ya el mejor bar del mundo. A la brava, sin precaución ninguna tipo: el consumo inmoderado de alcohol ocasiona perjuicios, bla, bla. O ciñéndolo al consumo de sanfransiscos. Todo lo contrario, guys. Barcelona, capital mundial de la mejor coctelería. ¡La excelencia, el talento y el rigor tienen premio! Y lo que debe de ser la clave: La revolución de la coctelería en Barcelona. La revolución. A falta de pan, buenos son tragos.
(Ganado el 22 de octubre, a las 13:10, 51 lpm, 35º)
Lo inquietante de la fotografía de José Aymá no es el humano aupado en la farola, ni los bultos también presuntamente humanos que lo rodean. Lo aterrador de la imagen es la tiniebla hacia la que apunta el vigía. Bajo una bombilla LED de 30 vatios se puede articular una revolución o anunciar el fin del mundo. El sujeto encaramado a la farola tiene algo de apóstol espontáneo aventurando algún caos. Esta es la semana en que la ultraderechista Meloni estrena cargo de primera ministra de Italia y eso significa que están un poco más cerca. Esa gente de ideas sulfurosas también es un producto de la democracia, aunque varios de sus proyectos la ultrajen en lo esencial. Esta es también la semana en que una conservadora británica, Liz Truss, ha sido invitada a marchar de Downing Street después de estrenarse en el cargo anunciando medidas fiscales de un neoliberalismo gallonado que ni los más entusiastas han podido aceptar. La penumbra te deja sin defensas cuando menos lo esperas. Y hacia ese lugar apunta el dedo del sujeto abrazado a la farola. Como convencido de que este es el mejor de los mundos posibles, creo que esta es la imagen que mejor dibuja un tiempo así. Subido a lo único que da luz, cuando la oscuridad es densa, podría ser que un hombre o una mujer tengan la especie a su merced. El presente, como tantos pasados, sigue lleno de profetas diseñados para anunciar cualquier barrabasada, pero no para impedirla. Ni para olerla de lejos. El olfato es el más invasivo y el menos fiable de todos los sentidos. A la luz de una lámpara nacieron por igual poemas memorables y leyes espantosas. Dioses y monstruos. El problema es cuando cruje la bombilla. Entonces qué.