LAS PROTESTAS DEL DESCONTENTO SE EXTIENDEN EN EUROPA EN UN CONTEXTO DE MIEDO E INCERTIDUMBRE
Alemania, Italia, Reino Unido o República Checa registran en las últimas semanas manifestaciones contra el encarecimiento de la vida Los partidos extremistas tratan de capitalizar el hartazgo mientras la mayoría de los europeos asume el riesgo de una «exp
Uno de cada cinco europeos sobrevive gracias a sus ahorros y uno de cada 10 se salta alguna comida porque no le llega el dinero. Lo decía una encuesta realizada en septiembre por YouGov para la organización británica More in Common (Más en Común) que muestra que el coste de la vida es ya el tema que más preocupa en cuatro de los países más grandes de Europa: Reino Unido, Alemania, Francia y Polonia.
«No pedimos nada más que poder comer a fin de mes», decía Céline (39 años) en la Plaza de la Nación, en París, hace una semana. Junto a ella, cerca de 100.000 personas se manifestaron en la capital francesa contra la «vida cara». «Cuando pago el alquiler, el teléfono, la comida, el seguro y los demás gastos, no me queda nada. ¿Cómo vivo?», se preguntaba por su parte Cathy, madre de dos hijas, ex trabajadora en un hospital. La marcha estuvo apoyada por los partidos de izquierda (socialistas, ecologistas e izquierda radical), pero también se sumaron varios sindicatos, ONG y personalidades del mundo cultural, incluida Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura este año.
Como en muchos otros países europeos, los franceses notan cada vez más los efectos de la crisis. En los últimos días se ha repetido la imagen de largas colas en las gasolineras, porque empieza a faltar. El sector energético lleva semanas en huelga, pidiendo un aumento salarial porque no pueden asumir la subida de los precios. Todo –desde la gasolina hasta los productos de primera necesidad– cuesta mucho más. Y eso tiene un impacto directo en la sensación de hartazgo. Según un sondeo del Ifop (Instituto de Estudios de Opinión), de hace menos de una semana, tres de cada cuatro franceses creen que el país puede sufrir una «explosión social». Y la mitad se confiesan «indignados» o «hastiados» por el contexto social y económico.
La inflación ha subido en toda Europa al 9,9%, el dato más alto desde que hay registros. El pasado 8 de octubre, cerca de 10.000 personas se manifestaron en Berlín contra la política energética del Gobierno del canciller Olaf Scholz. A gritos de «Somos el pueblo» o «Protección contra la inflación», la marcha estuvo dominada por simpatizantes del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania. El 28 de septiembre, decenas de miles de checos también se congregaron para protestar contra la forma en que su Gobierno ha manejado los altos precios de la energía y también para mostrar su rechazo a la OTAN y la Unión Europea, en una marcha organizada por la extrema derecha y por los comunistas. Uno de los colectivos organizadores se llama ¡República Checa Primera!. Mientras las banderas nacionales ondeaban, uno de los ponentes, micrófono en mano, abría el acto diciendo: «Un gobierno tiene dos deberes: garantizar nuestra seguridad y la prosperidad económica. Este Gobierno no cumple con ninguno de esos deberes».
Protestas similares se han registrado en Italia (en decenas de marchas por todo el país los manifestantes han llegado a quemar billetes, reflejo de la desesperación de no poder pagar las facturas), Austria o incluso, de forma más minoritaria, en Reino Unido. Un último ejemplo: el 14 de octubre, Moldavia prohibió la celebración de protestas en la vía pública después de más de un mes de marchas organizadas por la oposición. En medio del alza de precios, los manifestantes reclamaban –y aún lo hacen– la dimisión de la europeísta Maia Sandu, que tuvo una victoria aplastante hace sólo dos años, a la que acusan de no haber negociado un buen acuerdo del gas con la fronteriza Rusia.