El Mundo Madrid - Weekend

EVEREST DE OPRESIÓN Y DOBLE MORAL

- ORFEO SUÁREZ ILUSTRACIÓ­N DE RAÚL ARIAS

El herrero Kaveh es una figura de la mitología persa que se rebela contra la dominación árabe en el siglo X. “El próximo Kaveh de Irán será una mujer”, proclamó el futbolista Ali Karimi, en apoyo de las revueltas que siguieron a la muerte de Masha Amini tras ser detenida por la ‘‘policía de la moral’’, los Pasdarán, por llevar el velo mal colocado. La frase del segundo jugador con más partidos internacio­nales en la selección parecía una profecía. Unos días después, en Corea, la escaladora Elnaz Rekabi se quitaba el velo para subir una pared convertida en la metáfora de todas las barreras que el islamismo impone a la mujer. Es el Everest de la opresión, pero también de la doble moral con que lo observamos desde la sociedad del bienestar, sobre todo en estos tiempos de guerra que amenazan el calorcito del living-room.

El Islam es un concepto mucho más amplio. Es hospitalid­ad y es cultura, del mismo modo que el velo es un signo de identidad cultural hasta que la imposición lo convierte en otra cosa. El chiismo de los ayatolás es una de las interpreta­ciones más extremas del Islam, junto al wahabismo saudí. Occidente deja la condena a las ONG, convertida­s en el think tank de nuestra conciencia, mientras negocia su sostenibil­idad energética. Falta valentía para admitir que el mundo es imperfecto y poner en marcha la diplomacia para lograr pequeñas victorias de los derechos humanos.

Esa valentía demostró Rekabi, que sólo excusó su gesto porque tuvo más vértigo a la represión de su familia que a las alturas. En su vuelta a Teherán, la aclamó una multitud y, hoy, permanecer­ía en arresto domiciliar­io para evitar más tumultos, según Iran Internatio­nal, en un país en llamas que aguarda al Kaveh que los libere, sea hombre o mujer.

La primera mujer árabe campeona olímpica compitió como una occidental, sin velo. Era la marroquí Nawal El Moutawakel, oro en 400 vallas en Los Ángeles, en 1984. Para esos Juegos se había postulado el Teherán del último Sha de Persia, Reza Pahlevi, un dictador cuyos abusos alimentaro­n las revueltas que capitaliza­ron los islamistas de Jomeini. El pueblo quería otra cosa, no la sustitució­n de un sátrapa por otro y la implantaci­ón de una ley islámica que nada tenía que ver con la cultura persa. “Nosotras no somos como las mujeres árabes, jamás miramos hacia abajo, no fuimos educadas de ese modo. La tradición persa prevalece en el interior de las casas, donde el papel de la mujer es determinan­te en el destino de la familia. Ahí radica el contraste. El problema de los ayatolás es que no han podido enviarnos al último rincón de la cocina”, me contaba, vehemente, en Barcelona, la escritora Azadé Kayaní.

La revolución de 1979 acabó con la era del Sha y, por supuesto, su delirante sueño olímpico, aunque dejó levantado el estadio Azadi. Significa libertad. Las mujeres tienen prohibida su entrada a los partidos de fútbol, pero la policía no pudo contener la marea negra para el recibimien­to, en 1997, de los héroes que clasificar­on a Irán para el Mundial de Francia. Eso no cambió las normas y, años después, la joven Sahar Khodayari, de 29 años, se quemó viva tras ser arrestada por intentar colarse en un partido.

La primera mujer iraní que participó en unos Juegos tras la llegada de Jomeini no lo hizo como El Moutawakel. Lida Fariman no pudo apartarse el velo de la cara pese a competir

EL MUNDO. DOMINGO 23 DE OCTUBRE DE 2022 en tiro, en Atlanta, en 1996. Acabó en el puesto 47 sobre 49 participan­tes. Mucho más tardó en hacerlo una saudí, hasta Londres, en 2012. Fue la judoca Wodjan Shaherkani, hija de un entrenador que ni siquiera tenía el cinturón negro. Participó debido a las presiones de Jaques Rogge, ex presidente del COI, que impuso que todas las delegacion­es debían llevar hombres y mujeres. Arabia, Kuwait y Qatar jamás habían incluido ninguna. Como no se puede practicar judo con velo, a Shaherkani le pusieron un gorro de waterpolo. Fue eliminada en menos de un minuto, pero los foros integrista­s saudíes la llamaron la “puta olímpica” durante meses.

Cuatro años más tarde, en Río, una iraní, Kimia Alizadeh, lograba la primera medalla olímpica, un bronce en taekwondo. En Tokio regresó, pero en el Equipo de Refugiados: ‘‘Ya no quería vivir una vida que no era la mía’’.

Tampoco quiso Kayaní, pionera por su activismo. En la actualidad son muchas más. Nilúfar Saberi, que levanta su voz desde Madrid, elogia a Rekabi: “Una escaladora con más de 15 años de experienci­a no tiene ese descuido. Fue un gesto valiente en apoyo de las protestas. Sabía que lo iba a pagar caro, aunque ser una persona reconocida internacio­nalmente ha evitado que padeciera lo que otras compatriot­as”.

“Después de su gesto, detuvieron a su hermano –continúa–. Lo hacen con todos para forzar confesione­s falsas’’. “La realidad es que la llevaron a la embajada en Seúl, le quitaron el móvil y la metieron en un avión de vuelta con escala en Qatar y llegada a Irán de madrugada. Pero la gente lo supo y fue a gritarle: “¡Gracias, Elnaz!”. Gracias por acercarnos a la cima, a la libertad.

P.– ¿La falta de carácter impide llegar lejos?

R.– Claro. He visto amigos que no han llegado por eso. Pero también es que el fútbol no le gusta a todo el mundo que juega al fútbol, aunque se les dé muy bien.

P.– ¿Qué es lo más difícil de ser defensa?

R.– Que debes asumir muchos riesgos. Me hacen muchos caños, por ejemplo, pero recupero rápido la posición. Soy alocado, porque todavía no estoy acostumbra­do a la posición, y a veces se me olvida que no tengo a nadie detrás.

P.– ¿Su amigo Bellerín le ha dado algún consejo?

R.– Muchos. Me he fijado mucho en él. Héctor me aportó mucho la pasada temporada, cuando yo no veía claro jugar de lateral.

P.– ¿Se lo dijo a Pellegrini? R.– No. Pero cuando me tocaba jugar ahí, no se me veía cómodo. No estaba mentalizad­o. Estaba un poco frustrado. Pensaba: Si he llegado aquí siendo delantero, estando arriba… pero luego dices: ‘Qué más te da. Si el equipo lo necesita’. Esto es un deporte de equipo y lo que quieres es mejorar.

P.– El vestuario del Betis transmite armonía y diversión. ¿Cuánta importanci­a tienen las relaciones personales en los éxitos de este equipo?

R.– Creo que lo anímico es lo más importante del fútbol. El buen rollo en el vestuario es el 70% de cualquier bloque. Si no hay alegría dentro del vestuario, en el campo se nota.

P.– Hoy se enfrenta a Simeone.

R.– Es un entrenador que a mí me gusta mucho. La gente competitiv­a hace grande este deporte. A mí me parece genial su forma de pensar y de trabajar.

P.– ¿Por qué lleva las uñas pintadas?

R.– Por ningún motivo. Hago lo que me da la gana y lo que siento en cada

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