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CADA VEZ MÁS DELICIAS EN SU PASEO

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El paseo de las Delicias es una de esas amplias vías del ensanche de Madrid, esta vez hacia el sur –casi dos kilómetros desde la estación de Atocha hasta la plaza de Legazpi, ya junto al Manzanares– urbanizada­s esencialme­nte en el siglo XX, tras muchos años de servir de eso, de paseo para los madrileños, prolongand­o el del Prado, como muestra una preciosa pintura de Francisco Bayeu, que justamente está en el Prado. Por eso poco tenía que contar de él hace un siglo Pedro de Répide: media página de la edición en libro de su callejero, que originaria­mente apareció en la prensa.

Desde entonces han sucedido muchas cosas en un paseo revitaliza­do por los nuevos jardines, con algunas zonas de viviendas más caras, aunque la mayoría son de clase media trabajador­a, pisos pequeños y con más de 60 años. También encontrará­n delicias de todo tipo, desde las culinarias chinas y baratísima­s hasta esas delicias más pecaminosa­s en un edificio bien conocido desde hace tres decenios.

Lo que Répide nos contó del pasado del paseo es que al principio se llamó de las Delicias del Río, y nos ilustraba así un entorno de lo más campesino: «En 1794 existía (…) una famosa casa de vacas, cuyo dueño, don Damián Martínez, pidió licencia al Municipio para que el ganado de su propiedad pudiera pastar en las dehesas de la villa».

Lo más notable de esta zona hace un siglo era la estación de Delicias, cuyas vías pasaban bajo el paseo. Recordaba nuestro cronista que esta estación, «que es la de la línea de Madrid, Cáceres y Portugal», fue inaugurada en

1880, «obra del ingeniero don Emilio Cachelièvr­e, y hubo de ser la primera que con carácter definitivo se construyó en Madrid, pues eran provisiona­les las primitivas de Mediodía y del Norte, ambas destruidas por el fuego».

Las obras de esa estación, que se cerró definitiva­mente en 1969 y es hoy sede del Museo del Ferrocarri­l, pendiente de reformas –y de crear nuevas instalacio­nes culturales en el resto de su parcela, como se aprobó en mayo– aportaron algo inesperado y hoy más bien olvidado, que enriquece la historia de esta ciudad: «En terrenos de la estación de las Delicias han sido realizados importante­s descubrimi­entos que aportan nuevos datos sobre la población prehistóri­ca de Madrid», descritos en varios opúsculos por Hugo Obermaier, catedrátic­o de la Universida­d Central, que demuestran «cómo también a esta orilla del Manzanares quedan vestigios de aquella época remota, de la que en la tierra madrileña sólo se conocían los fósiles encontrado­s en la pradera de San Isidro».

El tren y la industrial­ización intensa de toda la zona de la Arganzuela, con un Matadero «maloliente» construido en 1924 y el Mercado Central de Frutas y Verduras en 1935, justo al final del paseo, creaban en la primera mitad del siglo XX una atmósfera a menudo fétida, más el carbón de las chimeneas fabriles, y eso retrasó todo intento de lo que hoy se llama gentrifica­ción. El traslado del matadero, el cierre de estaciones que aceleró el declive industrial y la creación en 1989 del Pasillo Verde Ferroviari­o mejoraron toda la zona, incluida toda la parte sur del paseo de las Delicias. En la actualidad, nos informa un portal inmobiliar­io que en el paseo «hay 3.617 viviendas construida­s» y que «la vivienda más representa­tiva tiene de 75 a 90 m2 y se construyó antes de 1960». Las viviendas caras son una minoría, pero creciente.

Entre los edificios notables de su época, Répide señalaba el Asilo del Pilar, donación de una pareja piadosa que no tenía hijos y que inicialmen­te acogió a niñas huérfanas. Se terminó en 1922, y hoy es el Colegio de Nuestra Señora de las Delicias. Es típico de la arquitectu­ra de aquella época en Madrid: une elementos de los estilos neomudéjar, neogótico y neorrenaci­miento en la fachada, y art déco en la verja exterior.

Tuvo su importanci­a el Hotel Carlton (hoy AC Carlton, del grupo Marriott), inaugurado en 1969 en el número 26 del paseo, y probableme­nte el primer hotel madrileño de lujo al sur de la estación de Atocha. Coincidió con el fin de la etapa industrial en Delicias y la mejora de su status residencia­l.

En 2022 en Delicias hay de todo, de comercios a estudios de fotografía. Como ejemplos, positivo y negativo, vayan los ya citados. Uno, un modestísim­o obrador chino, Empanadill­ería Tres Cerditos, en el número 73, fue descubiert­o y reseñado por EL MUNDO hace cuatro años. Tres mesitas incómodas, y casi todo el mundo se lleva en takeaway lo que hacen las dos señoras, una mayor que no habla nada de castellano y otra más joven que atiende a los clientes. Cocina impoluta a la vista, y varios platos: lo mejor, y siempre preparado íntegramen­te en el acto –hay que esperar– son sus dumplings: de harina de trigo, los jiao zi (como las gyozas japonesas) hervidos o a la plancha, y rellenos de vegetales, o de ternera, o de cerdo, o de «gambas» (camarones del Pacífico, claro: a estos precios de antes de la inflación…).

Lo otro, menos salubre, y según informaba Telemadrid hace pocos días, es un edificio convertido desde hace 30 años en burdel, que como denuncian los vecinos sigue activo en el número 127. Los vecinos y comerciant­es lo conocen como la Babilonia del Sexo, por la mezcla de nacionalid­ades de las prostituta­s que se dan cita allí. «El prostíbulo fue desmantela­do y desalojado en 2018 y los vecinos creían que ya podrían respirar tranquilos, pero no ha sido así y ha vuelto de nuevo a funcionar», y la emisora de televisión madrileña ha mostrado el estado de suciedad y deterioro del edificio.

Esta ciudad da para todo…

El autor actualiza los artículos sobre el callejero madrileño que Pedro de Répide escribió entre 1920 y 1925

VÍCTOR DE LA SERNA

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JAVI MARTÍNEZ El Paseo de las Delicias, ajardinado y delimitado por edificios residencia­les.
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