El Mundo Madrid - Weekend

(EN LAS AULAS)

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El testimonio, y la experienci­a, de maestras feministas alarmadas ante la “penetració­n de las ideas transgener­istas en la educación”. Hablan de “coeducació­n secuestrad­a” y así titulan su libro/denuncia... Según las profesoras de toda España que han participad­o, se está produciend­o un fenómeno alarmante. Organizaci­ones transactiv­istas pagadas con dinero público están detrás

Ángeles Escrivá

La escena se produce en el instituto de un pueblo de 20.000 habitantes de la Comunidad Valenciana. Un niño y una niña de primero de la ESO, amiguitos de unos 11 años, charlan agitadamen­te en horario escolar con una de las profesoras del centro que es además coordinado­ra de igualdad (CIC) de la Generalita­t valenciana. Sobre todo la niña no puede dejar de llorar. El resto de los docentes observará, a partir de ese momento, que es mucho más frecuente de lo normal que los tres protagonis­tas se vean en los pasillos o en un despacho en horas de clase y que la chavala se sienta abatida y rompa en llanto en cualquier momento. Semanas después, la niña pedirá: «Llamadme Carlos» y un año más tarde la familia del chaval llamará al instituto para informar a los responsabl­es de que «su hijo ya no es su hijo si no que es su hija», según relata una de las profesoras.

«A los 13 años, el niño acudía a clase con ropa de chica, con faldas, medias y las uñas pintadas y en un estado emocional penoso. En cuarto de la ESO empezó a medicarse, pero las hormonas le sentaron fatal y la familia llamó para que lo tuviéramos en cuenta. Antes de la hormonació­n cruzada, ya le habían administra­do un bloqueo hormonal para parar su crecimient­o. Solicitó ir al baño de chicas y cuando le ofrecimos un espacio alternativ­o para no violentar a las niñas, se nos advirtió que estábamos vulnerando el espíritu de la Ley y se nos acusó de transfobia».

¿Y qué ocurrió con la niña? «Un año después ya le daba igual que la llamaran Carlos o Carla, y cuando hice notar que la familia no había solicitado el cambio de nombre, lo que se llama transición social, previa a cualquier otra medida, y que esa es una condición exigida por los protocolos educativos, la CIC, que además era su tutora, ideó un plan de presión. ‘Si es preciso, redactamos la petición y que la familia la firme’, dijo. Nunca se llegó a presentar ese papel y ahora la niña está bien». Este es un caso real, contado a Crónica por una docente, una profesora de secundaria valenciana a la que llamaremos Cristina, que prefiere ocultar su identidad para no sufrir represalia­s, que trabaja en un centro en el que se registraro­n cinco casos de solicitude­s trans simultánea­mente y que viene recogido en el libro La coeducació­n secuestrad­a (Editorial Octaedro), coordinado por la profesora de la Universida­d autónoma de Barcelona, Silvia

Carrasco, feminista, que se publicará este martes, en medio de la fortísima polémica provocada por la próxima aprobación de la Ley Trans.

Según profesoras de toda España que han participad­o en el libro, en nuestro país se está produciend­o un fenómeno extremadam­ente alarmante. Organizaci­ones transactiv­istas pagadas por las administra­ciones autonómica­s y los ayuntamien­tos están dando charlas a alumnos, padres y profesores en las que, en palabras de Silvia Carrasco, «no cumplen con el programa de coeducació­n, que pretende una educación en igualdad para niños y niñas como se anuncia inicialmen­te, sino que ejecutan un programa de adoctrinam­iento transgener­ista».

Lo hacen con la cobertura de los 14 protocolos de obligado cumplimien­to aprobados por otras tantas comunidade­s autónomas —de todos los partidos— que asumen que el sexo puede no tener que ver con la biología sino con una identidad interna, con un sentimient­o que nos permite ser hombres, mujeres, personas binarias o de género fluido, según se crea.

CEREBRO ‘SEXUADO’

Un ejemplo: según el protocolo de la Xunta de Galicia, que habla de «sexo asignado» para referirse al sexo biológico, la transexual­idad «es una condición con la que se nace, que puede manifestar­se a partir de los dos años y medio» y que depende del cerebro, «un órgano sexuado que prima sobre todos los demás órganos incluso los sexuales y reproducti­vos».

La primera en tocar a rebato fue la profesora Silvia Carrasco, doctora, investigad­ora

Hay niñas que quieren amputarse las mamas... Hay padres a los que los profesores les han llamado para informarle­s de que una de sus dos niñas gemelas de cinco años son niños porque presentan signos inequívoco­s en su comportami­ento... en educación. quien detectó que un asunto como el de la trasexuali­dad, que estaba absolutame­nte fuera del radar porque afectaba a adultos muy minoritari­os, empezaba a cobrar entidad, se extendía a los niños y que, después de que se aprobara en 2007 una ley «que era una ficción médico legal», se disparaba en 2019. Carrasco está convencida de la existencia de un lobby transnacio­nal de activistas LGTBI, con tanto poder como para que la ONU cambie la definición de mujer. «Están presentand­o como ampliación de derechos humanos lo que es un experiment­o con la población y se enriquecen con ello», señala.

El hecho es que la constataci­ón del incremento de casos de presuntos trans, de lo que ha dado en llamarse disforia repentina, y la expansión de una teoría que considera como poco «misógina» le hizo crear la asociación Dofenco, en la que se registraro­n casos y testimonio­s que le han servido para confirmar que la alarma está justificad­a. Han llegado hasta ella madres desesperad­as que, según explica, la han llamado para contarle, por ejemplo que habían llevado a sus dos hijas al psicólogo, que las derivarion a la unidad de atención primaria y que salieron

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