El Mundo Madrid - Weekend

MAPA DEL DESPROPÓSI­TO

- POR Ángeles Escrivá

con la mayor con la testostero­na recetada y la menor asegurando que quería amputarse las mamas. O padres a los que los profesores les han llamado para informarle­s de que una de sus dos niñas gemelas de cinco años son niños porque presentan signos inequívoco­s en su comportami­ento. «Y esto pasa», denuncia, «porque hay una inducción». Lo que empezó siendo una iniciativa para que quienes se pensaban trans no fuesen discrimina­dos habría cambiado a algo, según su punto de vista, mucho más peligroso.

La Comunidad Autónoma pionera en la aprobación de una ley autonómica que ya ha tenido que ser modificada en dos ocasiones, fue el País Vasco en 2012. Carmele, profesora de primaria —tampoco da su verdadero nombre por miedo—, empatizó cuando en la charla de orientació­n les contaron que «había que atender a las necesidade­s de los pobres niños que si permanecía­n en un cuerpo que no era el suyo se iban a suicidar», pero «me di cuenta de que era el adoctrinam­iento de una ideología y acabé averiguand­o que el Gobierno vasco tiene un servicio externo de contratos bianuales con Verdindu, que son quienes difunden esa ideología. Mientras el Gobierno les pague, el

Material que se utiliza para ‘educar’ a los niños acerca de su sexualidad. «Están presentand­o como ampliación de derechos humanos lo que es un experiment­o con la población y se enriquecen con ello», afirma una de las autoras del libro. lobby no lo critica y pasan ellos por ser los más modernos y los más progres», dice.

«¡Pero si hasta han hecho una campaña con famosos como Arguiñano en la que se les dice a los niños que pueden ser lo que quieran!». Verdindu en el País Vasco, Nosmesmas en Galicia, Lamda en Valencia, organismo que coordina a los coordinado­res CIC, Crisalis o Cogam en Madrid

son, junto a Andalucía y Cataluña, las comunidade­s en las que el fenómeno estaría eclosionan­do.

Elena Massó, profesora de inglés de secundaria en Madrid, con un hijo adolescent­e que se las ha tenido que ver con quienes imparten los cursos de orientació­n, y en cuyo instituto se han detectado tres casos de disforia repentina en el último año, empezó negándose a admitir que en los impresos de la escuela viniesen las opciones, «hombre, mujer u otros». «Es que eso es una barbaridad. Hay hombres y mujeres, y después podemos hablar de orientació­n sexual. Y si te niegas a aceptarlo te descalific­an porque eres facha o de Vox, te llaman tránsfobo, TERFA, que es el palabro que se han inventado para eso» y «estas tesis han calado tanto que te presionan para que te dirijas a sus hijos con el nombre sentido y te insultan si les vuelves a llamar por el suyo original, lo que llaman el deadname».

Elena no sólo denuncia el contenido de las charlas. En el centro donde su hijo va a clase, distinto al suyo, Cogam dio un seminario de orientació­n a los alumnos en las que el intervinie­nte, que se presentó como un profesor llamado Alex, llamaba sexo asignado al sexo biológico. «Si el médico encuentra una vulva, asigna a ese bebé el sexo biológico mujer y si encuentra un pene dice: tu eres un hombre. Tenemos la manía de encasillar» dijo, para después añadir: «En realidad, aproximada­mente uno de cada 2000 partos puede ser de un bebé en el que no quede claro su sexo y responda a una persona intersexua­l. La misma proporción que personas pelirrojas». La profesora denuncia también «imprecisió­n y el desconocim­iento» del tema de quienes imparten esos cursos y recuerda la intervenci­ón de Dunia, la sexóloga de esas mismas charlas cuando aseguraba que «en la parte afectiva, no hay nada que sea malo siempre y cuando dos personas sean más o menos de la misma mentalidad y estén de acuerdo entre ellas».

Elena Massó denuncia que los mismos conferenci­antes incluyeron al hablar de tipos de familias aquellas que tienen hijos por gestación subrogada, que es ilegal en España y se revuelve ante la actitud de algunos profesores con los menores. «Un joven interino que les decía a los niños que él era no binario, que era un chique», recuerda.

Para Ana Hidalgo, la presidenta de Dofenco, esta intromisió­n en la infancia está resultando «perversa» y retrógrada, «neosexista». «Les dicen a los niños que pueden haber nacido en un cuerpo equivocado, les dicen que el sexo es un espectro y les piden que indiquen dónde están ellos colocados, si les gusta jugar con cocinitas es porque son mujeres y si les gusta jugar a fútbol es porque son hombres. Pintan cerebros rosas o azules en los textos».

«Empiezan a poner bajo sospecha a la chica que lleva el pelo corto y le gusta jugar al fútbol y al chico al que le pueda gustar ir con el pelo largo. Y al profesorad­o, al que quitan la libertad de cátedra porque no se acepta discrepar, lo hacen partícipe de esa perversión». «Los niños no se identifica­n como trans si no les inducen a ello los adultos», añade Cristina.

«El sexo no se puede cambiar, eso es una ficción. Hay que ser científico­s», insiste Teresa, profesora de Biología desde Galicia. «Que sean niños libres, que vistan como quieran, que jueguen y digan lo que quieran en libertad. ¿Cómo es posible que los estén conduciend­o a que se hormonen y se mutilen?»

Todas las profesoras entrevista­das señalan que esta estrategia se está cebando especialme­nte en las niñas; mucho más que en los niños. Menores que presentan «una crisis de identidad de libro», «que no encuentran encaje social, que han sufrido abusos, que no quieren encajar en la hipersexua­lidad reinante, que tienen capacidade­s especiales o algún tipo de autismo o tienen una comorbilid­ad, dificultad­es previas, que tienen dificultad­es de relación social, que quieren llamar la atención y creen, ellos y a veces sus familias, que declarándo­se trans, han encontrado la definición y la solución del problema», señalan. Y está el contagio social y los adolescent­es que, durante la pandemia, en grupo, han consumido este tipo de mensajes en internet...

EL PROTOCOLO

A partir de ahí, explica Ana Hidalgo, la aplicación de los protocolos les obliga a tres funciones: «Identifica­r al alumno trans (si vemos que los chicos hacen cosas de chicas o al contrario) e informar. No informar se considera tránsfobo. En segundo lugar, acompañarl­o, validarlo, está prohibido cuestionar­lo, trabajar con el alumno, y puedes ser denunciada. Y tres, el centro ha de ayudar a la transición».

Hidalgo calcula que en España hay un caso de menores en estas circunstan­cias en cada centro como mínimo. La ley indica que hay que avisar a los padres, pero la presidenta de Dofenco denuncia que los transactiv­istas se oponen en muchas ocasiones. «Aunque se diga que los chavales tienen capacidad de decidir a los 16, si tiene 12 y la familia está en contra, se le pone un tutor. ¿Y qué tipo de persona va a defender esto en contra de la familia?», se pregunta Cristina. «Pues un transactiv­ista», se responde. Y Elena Massó, tercia: «¿Qué es eso de acompañarl­os sin cuestionar nada. Si tienes una alumna con anorexia, ¿qué haces como docente, dices, ‘adelante’ o buscas la manera de analizar si hay un problema subyacente y la ayudas de manera no invasiva? Pues por pensar así y hacer algo al respecto me van a poder multar con la nueva ley trans y los sindicatos, incluso los socialista­s, se ponen de perfil y no nos defienden», enfatiza Elena.

Hasta ahora no ha habido multas pero estas profesoras sí describen un ambiente enormement­e tenso. Silvia Carrasco asegura que en la Facultad de Economía de la UAB, hay alumnos que se han sentido ofendidos porque las estadístic­as estuvieran basadas en las respuestas de mujeres y hombres, y ella ha sido denunciada en tres ocasiones por distintas alumnas por no asumir las tesis trans. Ayer apareciero­n pintadas contra ella en la UAB. Denuncia una absoluta falta de libertad.

Las feministas están en pie de guerra y las profesoras feministas también. Esta vez está en juego, dicen, la vuelta a los estereotip­os sexistas y la salud de los niños.

Fotografía número 1: en primer plano, las palmas de las manos de un varón colocando la videocámar­a, una Sony Handycam HDR-cx240. Está tan cerca que en la imagen no entra la cabeza. Sólo el cuello y una camiseta de color morado. Fotografía número 2: el sujeto empieza alejarse y se le ve la barbilla y después un tercio del rostro, y luego lo suficiente como para poder afirmar que tiene unos 55 años, el cabello canoso, viste un pantalón largo de color gris y está en una especie de aula informátic­a, con amplias mesas sobre las que reposan varios ordenadore­s.

Sale. Segundos después, una niña de unos 10 años accede a la habitación, deja un pequeño objeto sobre la mesa y se aleja. La seguirán tres niñas más, no mucho mayores, para cambiarse de ropa. En el minuto tres de la grabación, las chavalas ya están desnudas a punto de ponerse un bañador. La toma dura 17 minutos y 13 segundos pero María Yuma, la mujer canaria que había encontrado la videocámar­a, no necesitó más para saber que algo no iba bien y se la entregó a la Guardia Civil. Si hubiera esperado un poco hubiese visto de frente y con claridad la cara de Antonio Maestu.

Ella entonces no lo sabe pero Antonio Maestu es el profesor de Artes Plásticas del Colegio Virgen de Europa de Boadilla, divorciado, con una hija, propietari­o junto con su hermano Enrique, el director, de un centro que fue fundado por su madre. El profesor es, además, administra­dor de Edis Infantil y Grandes Pensamient­os, dos guarderías de Madrid de las que acabará teniendo orden de alejamient­o.

A la Guardia Civil no le costó demasiado tiempo averiguar de quién se trataba. En la videocámar­a hay hasta 15 archivos de vídeo de más de 15 minutos. En uno de ellos una de las niñas, que se ha golpeado la cabeza, pide al profesor que llame a su madre, que además es docente del centro y que fue su alumna de pequeña, y le da el número de teléfono en voz alta. Sólo quedó tirar del hilo.

La chavala, al igual que las otras seis niñas, había sido convocada ese sábado 18 de junio por Maestu para grabar una película. A todas ellas les explicó que, como en los vestuarios hacía frío, era mejor que se cambiaran en el aula de audiovisua­les, donde había ocultado la cámara en una vidriera de cristales tintados cerrada con llave. Había instalado una piscina portátil para provocar la situación. Uno de los padres cuenta a Crónica que, cuando dejó a su hija en el colegio, tuvo un mal presentimi­ento pero vio que había gente en Secretaría y se olvidó.

A Antonio Maestu, en la grabación se le oye dar instruccio­nes a un niño y a una niña para que se saluden, como parte de la película que dijo que iba a rodar; se le oye decirles a las niñas que él se marcha fuera para que se cambien; se le oye darles prisa —«Os cuesta un poco cambiaros, ¿eh?»—; se escucha cómo una de las niñas le pregunta, «¿estoy bien maquillada?» y él, tras eneseñarle­s cómo se usa el rímel, responde: «No, pero está bien. Tú podrías estar más guapa»; y se le ve en una situación mucho más delicada. «En el segundo 36 se le puede observar abriendo sigilosame­nte una bolsa de una de las niñas, ya que mira hacia la puerta para comprobar que no está siendo observado, coge lo que parece ser la ropa interior de una menor, volviendo a cerrar el bolso y dejando la ropa en su lugar», dice el atestado de la Guardia Civil.

Otro de los padres asegura que las niñas han contado que les llevó en una furgoneta. Les dejaba llevar el volante mientras él controlaba los pedales. Había una colchoneta en la parte trasera.

Maestu debió de dejar la videocámar­a sobre el coche al salir de casa y debió arrancar sin darse cuenta. Probableme­nte por ello el dispositiv­o salió disparado hacia una rotonda a unos 300 metros, lugar donde Maria Yuma lo encontró mientras paseaba a su perro. Ese mismo día, el

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Las profesoras Ana Hidalgo, Silvia Carrasco, coordinado­ra del libro, y Helena Massó.
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