El coronel Baños y el batallón pro Putin de los ‘Moscú Bizum’
CNI. «Yo salí de Moncloa nombrado de palabra», recuerda, «pero me hicieron una campaña despiadada».
Por su propia trayectoria y su ruidosa presencia mediática, el militar, de 62 años, bien puede considerarse coronel oficioso de otro ejército, más activo hoy que nunca. Hablamos del batallón de los que han sido llamados por sus detractores como «Moscú Bizum». Las lenguas afiladas lo bautizaron así para sugerir que fueron estimulados desde la ex URSS. Todos defienden, con mayor o menor intensidad, las tesis del Kremlin. Aunque nadie debería descartar la cabezonería. O la oportunidad de hacerse con un nicho de opinión poco frecuentado. ¿Sus nombres? Liu Sivaya, Rubén Gisbert, Beatriz Talegón, José A Zorrilla, Helena Villar, Inna Afinogenova, Daniel Estulin…
Para Xavier Colás, corresponsal de EL MUNDO en Moscú, «los apologistas lo hacen por dinero o por audiencia, pocas veces por convicción. Les distinguen dos posturas: Putin no es tan malo/le obligamos a serlo o bien ‘el resto del mundo está igual y va a estar peor’».
El periodista barcelonés Rafael Poch de Feliu, ex corresponsal de La Vanguardia
en Rusia, China y Berlín, ahora en España, alejado del griterío de internet y las ingenuidades narcisistas de los youtubers, es, a poco que alguien lo lea, uno de los analistas más consistente de la tropa. Son muy seguidas sus intervenciones, siempre críticas con la supuesta deslealtad occidental, que si no justifica sí explicaría lo sucedido.
Baños, por su parte, sostiene que «lo que ha hecho Rusia hay que condenarlo. Pero Rusia sostiene que en esos territorios estaba a punto de cometerse un genocidio».
Argemino Barro, corresponsal en EEUU de El Confidencial y La Sexta, autor de Una historia de Rus: crónica de la guerra en el este
En España la preocupación por las actividades propagandísticas crece desde 2017, con los vínculos rusos del gobierno de Puigdemont. Nadie sintetiza mejor la alianza ideológica entre el putinismo y el nacionalismo golpista que Beatriz Talegón
EL MUNDO. DOMINGO 23 DE OCTUBRE DE 2022 de Ucrania (LHG, 2020), acusa a Baños de desconocer la realidad ucraniana. «Cuando empezó la invasión, por ejemplo, advirtió del peligro de una guerra civil. Dijo que Ucrania era un país muy dividido. ¿De verdad? Volodymyr Zelenski había ganado las elecciones con el 72% de los votos en segunda ronda y es el primer presidente de la Ucrania independiente que ha elegido a todos los miembros de su gabinete sin negociar con ningún partido. El partido de Zelenski controla casi el 60% de los escaños, y no olvidemos que era el candidato más abierto a Rusia en 2019. Los nacionalistas ucranianos criticaban a Zelenksi, lo acusaban de querer abrir la cultura a la lengua rusa. Zelenski es un judío rusófono, del sureste de Ucrania. A Rusia ya sólo la apoya entre un 1 y un 2% de la población de Ucrania. No es un país dividido». No hay duda. Para Barro, el objetivo de esta guerra «imperialista» es la «eliminación de la cultura ucraniana».
«Baños», añade, «sostiene que entre 2014 y 2022 Ucrania mató a 14.000 personas en el Donbás. Bueno, para empezar la mayoría eran combatientes, no civiles. Además, la cifra incluye tanto a combatientes prorrusos como a las tropas rusas desplegadas en el este de Ucrania. No fue una masacre unilateral. Hubo una división más o menos simétrica de los muertos entre los dos bandos, la mayoría, ya digo, combatientes». ¿Y el genocidio? «Propaganda rusa».
Rusia ha participado con gula en campañas de desestabilización de las democracias occidentales desde hace varios años. En EEUU apostó por Donald Trump y es sospechosa de haber participado en el robo de miles de correos electrónicos de la candidata Hillary Clinton. El Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos considera que Rusia también maniobró para tratar de influir en las elecciones de 2020.
En España la preocupación por las actividades propagandísticas crece a partir de 2017, a raíz de los vínculos rusos con el Gobierno secesionista de Puigdemont. La UE acordó entonces reforzar la inversión para contraprogramar el agitprop y combatir las sinergias entre Moscú y los independentistas. Como dijo la ministra de Defensa, Margarita Robles, cuando acusaron al CNI de
espiar a los líderes del secesionismo, «¿qué tiene que hacer un Estado cuando se vulnera la Constitución o se habla con Rusia?».
Nadie sintetiza mejor la alianza ideológica entre el putinismo y el nacionalismo golpista que Beatriz Talegón. La ex del PSOE, defensora de la homeopatía y antivacunas declarada, acusa al Gobierno de Zelenski de inventar crímenes de guerra, como los de Bucha. «Me gustaría saber cómo aparecen esos cadáveres. Dónde estaban y quién los deja ahí», escribió en Twitter, donde acumula 264.000 seguidores, cuando trascendió la existencia de fosas comunes. También esta gema, con ocasión de la enésima carnicería cometida por las tropas rusas: «El Gobierno de Ucrania poniendo fotos de fallecidos por un ataque suyo para hacerte creer que fue Rusia la causante de la masacre. Así funciona esto».
No es la única representante del ámbito del soberanismo catalán aliada con la desinformación rusa. Según Verificat, la web sin ánimo de lucro contra los bulos en internet, en Cataluña operan medios como el portal digital el Darrer Far, que habría pasado de difundir contenido dudoso sobre el coronavirus a compartir «desinformación sobre la guerra en el este de Europa», mediante la difusión de «artículos que hacen referencia a ‘la existencia en Ucrania de laboratorios dedicados a desarrollar armas biológicas en colaboración con Washington’». Verificat cita otra presunta fuente: «El Canal 5TV, afincado en Sant Adrià de Besòs (Barcelona) y con más de 40.000 seguidores en Telegram (...), que también ha pasado de propagar desinformación sobre la Covid a compartir falsedades sobre la guerra en Ucrania».
Un personaje pintoresco es Daniel Estulin. Escritor lituano, nacido en Vilna en 1966, se dio a conocer por sus incalificables escritos sobre el Club Bilderberg. Ahora, el autotitulado ex agente del espionaje ruso, que en su última obra advierte del final del capitalismo, parece convencido de que la única explicación de la guerra fue la codicia occidental, para humillar a Rusia mediante un país interpuesto. Una guerra a distancia, como la de Vietnam, que Putin habría impedido adelantándose a los planes extractivos del enemigo.