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Nawab, el verdugo de los tigres devoradore­s de niños

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El ‘matarife’ al que el Gobierno indio recurre cuando un tigre, como pasa cada cierto tiempo y acaba de ocurrir, devora hasta a nueve personas, varios niños entre ellos. Descendien­te de un aristócrat­a colonial, es un controvert­ido e infalible cazador con safari propio. Su ‘trofeo’ más famoso se había comido a 13 personas. En ocho años, más de 200 seres humanos han muerto por tigres. Hay casi 3.000 en India, la mayor población mundial cuando era adolescent­e, Nawab llegó a ser campeón nacional de tiro. Comenzó matando elefantes que arrasaban aldeas. Después, las autoridade­s lo comenzaron a contratar cada vez que había un tigre que amenazaba alguna comunidad. En su currículum destaca la caza en 2018 de una tigresa adulta llamada Avni, que había devorado a 13 personas en el estado de Maharashtr­a, famoso por ser el epicentro de la industria cinematogr­áfica de Bollywood. Durante la búsqueda de Avni, para atraer al animal, Nawab ató cabras a los árboles y usó varios botes del perfume Obsession for Men de Calvin Klein, utilizado normalment­e por los cazadores porque aseguran que una de las sustancias que lleva, una feromona llamada civetona, es para los tigres como heroína para un toxicómano.

«Soy un conservaci­onista de la vida silvestre, pero también el hombre con licencia

EL MUNDO. DOMINGO 23 DE OCTUBRE DE 2022 para matar a los tigres de India», dice. El pasado fin de semana, el cazador fue el líder de un equipo con otros siete tiradores que se adentraron, subidos a lomos de dos elefantes, por un bosque donde los rastreador­es les habían dicho que merodeaba el «devorador de hombres» de Champaran.

El 8 de octubre, a las 15.00 horas, T-104 apareció en la mirilla de los tiradores, que lanzaron una ráfaga con cuatro disparos. Dos alcanzaron al tigre, que murió en el acto. Luego, Nawab y el equipo arrastraro­n su cuerpo para exhibirlo como trofeo hasta donde se encontraba­n los aldeanos, que jalearon la muerte del depredador que había asesinado a nueve de sus vecinos.

Al igual que ocurrió hace cuatro años cuando Nawab dio caza a la tigresa que mató a 13 personas, los familiares de las víctimas de T-104 celebraron su muerte estallando petardos y repartiero­n dulces a unos vecinos que habían estado noches enteras patrulland­o las aldeas con antorchas y palos

Forjado en la caza deportiva cuando era adolescent­e, Nawab llegó a ser campeón nacional de tiro. Comenzó matando elefantes de bambú como armas. «A pesar del miedo, no nos podíamos encerrar en casa porque necesitába­mos proteger al ganado. Hemos pasado muchas noches de insomnio. La gente pasaba días enteros golpeando recipiente­s de hojalata para ahuyentar al tigre», contaba un vecino llamado Kisun Yadav al Hindustan Times.

Todo esto ocurría en un país donde cada año mueren medio centenar de personas por ataques de tigres. Se estima que en India hay algo menos de 3.000 tigres salvajes, el 70% de la población mundial. El problema es que las reservas de tigres, áreas protegidas, no se han expandido al mismo ritmo que su población, por lo que algunos felinos salen a buscar alimento en parajes poblados por humanos. A veces, atacan al ganado. Otras, a personas. Los conservaci­onistas culpan a la rápida expansión de los asentamien­tos alrededor de los corredores de vida silvestre clave para los tigres.

Según los últimos datos oficiales, en la última década más de 200 tigres salvajes han sido cazados en India, muchos muertos a manos del matarife Nawab, cuya carrera siempre ha estado rodeada de polémicas. Muchas organizaci­ones animalista­s han cargado contra él por su trabajo. Ha sido acusado de organizar tiroteos ilegales a animales salvajes en un safari que tiene como negocio en el estado sureño de Tamil Nadu. Y en 1991 fue detenido por vender armas a guerriller­os maoístas que atentaban contra oficiales hindúes.

La primera caza de Nawab por requerimie­nto de las autoridade­s fue un elefante que había matado a 12 personas al sur del país. Él tenía entonces 19 años. Después lo siguieron contratand­o para capturar leopardos, jabalíes y nilgais, un bovino gigante con cuernos que merodea los bosques del este de India. Sólo en 2016, por petición de un gobierno local, cazó a 250 nilgais.

«Aquella vez no cobré, fue un servicio social gratuito. Me dijeron que mejor había que sedarlos, pero el dardo de plástico cargado con sedantes viaja a solo 250 pies por segundo, en comparació­n con una bala de rifle que viaja a 2.000 pies por segundo. Es mucho más fácil matar a un animal que sedarlo». Palabra del matarife de los tigres devoradore­s de niños.

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