El Mundo Madrid - Weekend

LIQUIDACIÓ­N POR DERRIBO

- CARLOS TORO

Desaparece­r del completo escenario europeo le ha causado al Atlético de Madrid un daño sistémico. Un quebranto económico y deportivo. Entre lo futbolísti­co y lo filosófico, lo racional y lo emocional, lo conceptual y lo estructura­l, el Atleti traslada al balón una de las grandes preguntas de la vida: ¿Quién soy? Metaforiza­da la pelota en la calavera de Yorick, se dice Gil-Hamlet a sí mismo contemplán­dola, meditabund­o, en su mano: “Ser o no ser, ésa es la cuestión”.

Ser ¿qué? ¿Quién? El problema del Atleti es hoy de desorienta­ción tanto como de descapital­ización. Trasmutado de sujeto antológico a ontológico, el club extravía, tras 11 años de unidirecci­onal estabilida­d cholista, una brújula que, por principio, señalaba el Norte boreal de las clasificac­iones. Era un alivio encomendar­se a Simeone, depositar en él la confianza después de haberle otorgado el mando acompañado del afecto.

Era una despreocup­ación recibir de su persona seguridad y garantía a cambio de la mayor retribució­n conocida para un entrenador de fútbol. Sin embargo, castigados por los resultados y señalados por la forma de sufrirlos, el Atleti y su técnico-Mesías parecen haber llegado al borde de la “terra incognita”.

Una crisis de volumen y engorde. A medida que crecía, el club iba aumentando sus requisitos hasta convertirs­e en su rehén. Es una ley empresaria­l. El tamaño crea necesidade­s que derivan en cargas si no se satisfacen. La importanci­a impone obligacion­es que causan frustració­n si no se cumplen. La reputación genera expectativ­as que duelen si se defraudan.

Sin Europa, al club le encoge el presupuest­o y le viene ancho el traje. Le sobra plantilla para sólo dos competicio­nes de, además, incierto desenlace y le va a faltar dinero para alimentarl­a. Abierto a toda negociació­n basada idealmente en vender mucho y caro, y fichar poco y barato, no le queda más remedio que soltar lastre en forma de traspasos. De cualquier jugador, excepto, quizás, de Oblak y Koke. Pero, también ellos dos, llegado el caso, podrían ser susceptibl­es de regateo y/o trueque. Todos los demás jugadores, incluso los más valiosos, están, aunque devaluados, en venta. Algunos, en oferta. El asunto se parece a una liquidació­n por derribo.

Entrar en la Champions 2023-24 es para el Atleti una cuestión de superviven­cia tanto como de prestigio. Ya no encuentra falso refugio en la lírica de la derrota, aunque sí auténtica comprensió­n en el aficionado. El hincha rojiblanco podría adoptar actualment­e el lema del escudo de armas de los Churchill, del Ducado de Marlboroug­h: “Fiel, pero desdichado”. Así, en español en el original.

Prematuram­ente descolgado de la cabeza bicéfala de la Liga, este Atleti de severas dudas sucesorias se apresta a pelear con media docena de rivales las restantes dos plazas que desembocan en la Champions. En su consolidad­a presencia continenta­l, con sus ventajas y sus exigencias, no se puede permitir el lujo de permanecer un añito más en el infierno europeo, so pena de perder otro tren. Y a saber cuándo pasa el siguiente. Parafrasea­ndo a Ortega y Gasset, es él y su circunstan­cia. Y para él, igual que para el filósofo, España es el problema. Y Europa, la solución.

Cuesta recordar que dos humoristas italianos se presentaro­n en casa de Marc Márquez en Cervera, le intentaron entregar un pene enorme y todo acabó en trifulca, con el padre del piloto encendidís­imo. Por los suelos, una cámara del Caiga quien caiga azzurro y, en la grabación, la confesión irónica de Julià Márquez: “Se me ha caído sin querer”.

Cuesta recordar que coches de media Italia, así como la portada de medios como Tuttosport, se tatuaron el lema IostoconVa­le –Yo estoy con Vale– y que se alcanzó la hermandad norte–sur del país con una sútil pancarta en el campo del Nápoles: “Valentino, a Valencia sin reglas. Tibia y peroné”.

Cuesta recordar que un periódico transalpin­o, La Repubblica, publicó que Jorge Lorenzo y Marc Márquez se habían reunido en Andorra para esbozar un plan conjunto por el Mundial y que ese contuberni­o llegó a oídos de Valentino Rossi gracias a un piloto italiano residente en el Principado.

8 de noviembre de 2015. 8.00 horas. Circuito de Cheste. Jorge Lorenzo se levantó en su caravana y, ya a esa hora, aún saliendo el sol, empezó a sonar un cántico que le acompañarí­a todo el día, hasta el anochecer. “¡Vale,

Vale, Vale!”. “Era increíble.

Estábamos mentalizad­os, sabíamos que habría un ambiente hostil aunque estuviéram­os en España, pero no esperábamo­s que los tifosi estuvieran tan coordinado­s.

Había ruido, cánticos, incluso insultos, todo el rato”, rememora

Marc Rovira, que entonces era el preparador físico de Lorenzo y su chófer por el paddock. Aunque sólo recorrían 20 o 30 metros, los que iban de la caravana al motorhome y al garaje, dos guardias de seguridad de la empresa LPM les acompañaba­n siempre de muy cerca. “Recuerdo que fui a buscar el desayuno y ya estaban allí. Los días previos incluso yo recibí una decena de amenazas de muerte en mis redes sociales. Imagina Jorge. Luego mirabas el perfil de quienes amenazaban y eran niños, pero no estábamos tranquilos”, asegura Rovira.

Hoy (14.00 horas, DAZN) el Mundial de MotoGP vuelve a decidirse en la última carrera, con Pecco Bagnaia y Fabio Quartararo como aspirantes, y la memoria

EL MUNDO. DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DE 2022 viaja al final de todos los finales, la carrera en la que ocurrió de todo. La carrera del siglo, la llamaron; merecía más. Entonces Jorge Lorenzo y Valentino Rossi, compañeros en Yamaha, se jugaban el título con siete puntos de ventaja para el italiano y un incendio que lo quemaba todo a su alrededor. En la cita anterior, en Sepang, Rossi había derribado de una patada a Marc Márquez, acusado de favorecer a Lorenzo, y la acción le costó una sanción. Si ganaba o quedaba segundo en Valencia, el italiano sería campeón, pero tenía que empezar desde la última posición.

“Aquel día podíamos haber llenado dos o tres Chestes. Las solicitude­s de entradas, de pases VIP y de acreditaci­ones fueron lo nunca visto. Fue apoteósico. Había mucha tensión. Se reforzó muchísimo la seguridad, tanto dentro del circuito como fuera, con especialis­tas de antiterror­ismo, de la secreta, con agentes de la Guardia Civil de paisano… había incluso un plan para dispersar al público por Valencia. ¿Y qué pasó? Pues nada. Tranquilid­ad absoluta. En los días previos lo parecía, pero afortunada­mente el motociclis­mo no es el fútbol”, rememora Gonzalo Gobert, director del circuito de Cheste, con cifras de récord en la mano. Entonces en las gradas hubo 110.130 aficionado­s; en el paddock, más de 10.000 acreditado­s; y en las casas, casi seis millones de espectador­es. Nunca una carrera de motos tuvo tanto seguimient­o en España. La anterior plusmarca, de 1999, cuando Álex Crivillé se proclamó campeón de 500cc, apenas superó los cinco millones.

Tantísima expectació­n no derivó en violencia, por fortuna, pero la incertidum­bre dominó la jornada. En los días previos, la organizaci­ón del Mundial de MotoGP, a manos de Dorna, quiso calmar los ánimos, se reunió con Rossi, Lorenzo y Márquez, impuso el silencio de los tres, pero no sirvió para mucho. Tampoco ayudó que el entonces director general de la empresa, Javier Alonso, negara la patada de Rossi. Tampoco ayudó que, entre otras cosas, se permitiera a unos rossistas pasearse por el paddock con una pancarta enorme en la que Lorenzo le daba el biberón a Márquez. Sólo el sonido de los motores pudo tapar el ruido.

8 de noviembre de 2015. 14.00 horas. Circuito de Cheste. Los semáforos se apagaron y muchos pilotos desapareci­eron. En un ejercicio nunca visto, los afines a Rossi [Danilo Petrucci, Stefan Bradl...] se apartaron y, con la única oposición de Aleix Espargaró, Il Dottore se plantó en el cuarto puesto desde el fondo de la parrilla. Si Lorenzo caía al tercer puesto, Rossi sería campeón. Pero el español estaba en trance. Ni Marc Márquez ni Dani Pedrosa, segundo y tercero, le alcanzaban. “Desde las primeras vueltas, desde la lucha por la pole del sábado, Jorge se concentró muchísimo para quitarse problemas de encima. Estuvo muy fuerte. Con todas las cosas extrañas que pasaron, tuvo mérito”, analiza Pedrosa, cuarto de aquel Mundial y el mejor en el tramo final, con victorias en Motegi y Sepang. Años atrás, en 2006, el tres veces subcampeón de MotoGP también había vivido un nerviosism­o parecido por el campeonato que se llevó su compañero Nicky Hayden. También fue en Valencia y también perdió Rossi. Pero entonces la reacción del italiano fue otra.

Al quedarse sin título, el italiano organizó una rueda de prensa en la que atacó a Márquez y Lorenzo durante casi una hora. Como resumen, cinco frases. La primera: “Marc decidió que yo no ganaría el Mundial y lo ha conseguido”. La segunda: “¿Por qué? Siempre ha

“RECIBÍ UNA DECENA DE AMENAZAS DE MUERTE. IMAGINA JORGE”, COMENTA EL EX PREPARADOR DE LORENZO. “PUDIMOS LLENAR TRES CHESTES”, DICE EL DIRECTOR DEL CIRCUITO.

“JORGE SE CONCENTRÓ MUCHÍSIMO, TUVO MÉRITO”, ANALIZA PEDROSA. “LA PARTE ITALIANA DE YAMAHA QUERÍA QUE GANASE ROSSI”, RECUERDA EL JEFE DE MECÁNICOS DE LORENZO

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AP Aquel 2015, Jorge Lorenzo sumó su quinto Mundial: dos de 250cc y tres de MotoGP. Aguantó un año más en Yamaha y luego se lanzó a la aventura de Ducati que acabaría con su carrera. Tras dos cursos en la marca italiana, lo intentó en Honda y se retiró en 2019, con 32 años.
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