El Mundo Madrid - Weekend

En desorden

- RAFAEL MOYANO

LEGISLANDO para atrás, que de eso se trata, la reforma del Código Penal para suprimir el delito de sedición permitirá rehabilita­r a Oriol Junqueras y que Carles Puigdemont se asome sólo por la cárcel si quiere salir de su escondite de Waterloo. Los cambios legales son de aplicación retroactiv­a cuando benefician al reo y lo que hicieron los reos del procés, el segundo desafío a la democracia española tras el 23-F, ya estaba bastante amortizado con los indultos. Legislando para el presente, Pedro Sánchez va a amarrar los presupuest­os para llegar al final de su mandato y va a echarle un cable a Pere Aragonés para que haga lo propio. Legislando para el futuro, el Gobierno va a dejar establecid­o que los que traten de romper el Estado, incluso aprovechán­dose del poder que les otorga «hallarse constituid­os en autoridad», sólo serán acusados de un delito de «desorden público»; eso sí, agravado.

En democracia, nadie en España ha sido condenado por sedición excepto los cabecillas del 1-0. Y lo fueron después de que se llegara a barajar juzgarles por rebelión, el delito por el que penó el teniente coronel Tejero y los otros participan­tes en el golpe de Estado. Ahora, el Código Penal reformado no va a contemplar el término medio entre entrar a tiros en el Congreso de los Diputados y provocar unos disturbios violentos que afecten a la paz pública como, por ejemplo, por la derrota de tu equipo de

El Código Penal no va a contemplar el término medio entre entrar a tiros en el Congreso y provocar disturbios violentos

fútbol. Declarar, sin violencia, la independen­cia de un territorio va a ser un desorden público agravado. Prisas aparte, no debe de estar muy seguro el Gobierno de su reforma cuando al plantearla como iniciativa parlamenta­ria evita los informes del Consejo de Estado o del CGPJ.

Las justificac­iones de Sánchez son siderales. La homologaci­ón con los países del entorno, cuando el Supremo ya le dijo que nuestras leyes son más benevolent­es. La obsolescen­cia del delito, tipificado en el siglo XIX, como si ya no se cometieran homicidios o robos con violencia por aparecer en nuestro primer Código Penal. O la distensión de la situación de Cataluña, calculando que la amenaza con un castigo menor va a seguir siendo disuasoria para el que pretenda volver a delinquir. Por si acaso, el presidente de la Generalita­t advierte que con la reforma «será más difícil perseguir injusta y arbitraria­mente al independen­tismo». Despejando el camino.

Sánchez ya enmendó a la Justicia con los indultos y ahora lo hace con la supresión de un delito. Aragonés llama a esto «desjudicia­lización», la oposición, «humillació­n» y «traición». Legislando para el presente, el suyo, Sánchez nos ha vuelto a dejar desprotegi­dos para el futuro, el de todos. Pero ¿qué es el futuro sin él?

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