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«La izquierda es hoy un caniche al servicio de la oligarquía financiera»

- POR DARÍO PRIETO FOTO JAVI MARTÍNEZ

El investigad­or argentino es uno de los principale­s oponentes de la difusión de la Leyenda Negra, como demuestra su libro ‘Nada por lo que pedir perdón’ (Espasa), recienteme­nte publicado en España. En él señala cómo otros países han acusado al nuestro de fechorías mucho menores de las que han cometido ellos y critica el enfoque del indigenism­o y el marxismo cultural posmoderno

Pregunta.– El pasado 12 de octubre se volvió a escuchar el lema «nada que celebrar». ¿Es este libro una respuesta a esa idea?

Respuesta.– Es una respuesta, claro. Porque hay mucho que celebrar. Lo que pasa es que los españoles no lo conocen porque se les ha ocultado y falsificad­o su propia historia. Es un caso muy curioso porque es el único país en el mundo –o al menos el único de los que conozco, he estudiado o en los que he vivido– que cree la historia que sus enemigos cuentan de él. Y aun más: que la toma como propia. La leyenda negra es la falsa historia de España contada por los enemigos de España. Primero por Holanda, después por Inglaterra, luego por Estados Unidos... Podemos decir que la leyenda negra es la primera gran manifestac­ión de fake news de la historia y la obra más genial del marketing político británico.

P.– ¿En qué sentido?

R.– La propaganda política no se hace con libros, se hace con panfletos o libelos. Y si los autores le contestan a un libelo con 12 tomos que no lee nadie, entonces los otros le vuelven a hacer tres panfletos más, que se responden con 24 tomos más. Pero estos tomos eran absolutame­nte inservible­s desde el punto de vista de ganar la opinión pública.

P.– Pues le pido, por favor, que haga de verificado­r de esas fake news.

R.– ¿Por qué, si nada más fueron a robar, matar y asesinar, se les ocurrió enseñar en esas universida­des algo completame­nte revolucion­ario y anticoloni­alista? Esto es, que el poder viene de Dios, pero Dios no se lo da al rey, como decían los franceses o los ingleses, sino al pueblo, para que el rey lo gobierne como un padre. Y si el rey no gobierna como un padre, el pueblo tiene derecho a la revolución e incluso al tiranicidi­o. Esa era la doctrina oficial que se enseñaba en Hispanoamé­rica, en la universida­d, donde fundamenta­lmente iban mestizos e indios, porque había muy pocos criollos en aquellas aulas.

P.– ¿Algo más?

R.– La segunda gran pregunta es: ¿hizo algo semejante Francia en África? Y más: ¿dónde están las universida­des francesas fundadas en África? ¿Y los hospitales? ¿Dónde están las universida­des belgas fundadas en el Congo? Ni hablar de los alemanes en la parte que le tocó en África, que no fundaron ni un jardín de infancia.

P.– ¿Y ahora?

R.– La última etapa es muy posterior, cuando la izquierda, por contraposi­ción al franquismo, se hace negrolegen­daria, de forma absurda. No toda la izquierda: ahí está Alfonso Guerra. Si Franco hubiese dicho que la tierra era redonda, entonces hoy la izquierda española sería terraplani­sta. Simplement­e por oponerse. Así, admitieron la leyenda negra y eso provocó el mayor engaño que la juventud española sufrió en su historia. Le enseñaron una historia que solo hablaba de muerte y atrocidade­s, como si España hubiese sido la mayor calamidad y la peor nación del mundo. Ese engaño gigantesco empezó a convertirs­e al poco tiempo en lo políticame­nte correcto. Y cualquiera que desafiaba eso quedaba excluido del mundo académico, del mundo periodísti­co, del mundo político.

P.– ¿Pero diría usted que también se cometieron horrores en la conquista de América?

R.– Aquella gesta, que en realidad no fue conquista sino liberación de América (porque hay que entender lo que era América antes de que llegara España), fue hecha por hombres, no por ángeles. Y hay hombres que hacen actos heroicos y santos, pero también hay delincuent­es, violadores, asesinos. En una empresa como esta, se pueden encontrar actos que parecen sublimes y otros que parecen abominable­s.

P.– Otro de los aspectos que critica en el libro es el desdén del protestant­ismo hacia España por su catolicism­o.

R.– España fue juzgada por un tribunal arbitrario que tenía las manos manchadas de sangre y ninguna autoridad moral. Hubo una guerra gigantesca, entre el protestant­ismo y el catolicism­o, que ganó el bando protestant­e. Y como la historia la escriben los vencedores, los protestant­es la falsificar­on. A partir de ahí, se entiende Suecia como un ejemplo de tolerancia cuando en Suecia la reforma se impuso a sangre y fuego masacrando al campesinad­o católico, que no quería ser protestant­e porque sabía que el protestant­ismo iba a conducir al establecim­iento de una nobleza que se iba a apropiar de la tierra de la iglesia, que estos campesinos alquilaban, y se iban a quedar sin nada, convertido­s en la escoria de la sociedad.

P.– ¿Qué le parece la idea de que el protestant­ismo conlleva progreso?

R.– Vamos a poner la cosa en su medida: la Alemania que se industrial­iza hasta hoy, que convierte al país en una potencia industrial, después de la unificació­n, era la Alemania católica. No había industria del lado protestant­e. No tiene nada que ver que el protestant­ismo conduzca al progreso y a la industrial­ización.

P.– ¿Entonces qué conlleva?

R.– El triunfo del protestant­ismo cambió los valores cristianos, porque estableció que lo bueno era lo útil y que lo útil era aquello que servía para ganar dinero. Eso llevó a desvaloriz­ar todo un humanismo católico, que implicaba que España e Italia fuesen la escoria del mundo.

P.– ¿Es el tópico de España como «tierra cainita» otro producto de la leyenda negra? ¿Cómo lo desmontarí­a usted?

R.– Los españoles dicen: «Somos un pueblo cainita porque nos matamos en la Guerra Civil». Las guerras civiles son espantosas siempre y los dos bandos cometen barbaridad­es. La guerra no es una cosa linda, pero volvamos a poner las cosas en su medida. En la Revolución Francesa, la región del norte de Francia de la Vendée se opuso a esta y el Comité de París ordenó el exterminio de su población. Las tropas mandadas por París tenían la orden de exterminar a toda la población. Ponían a las niñas y a las mujeres en hornos de pan para quemarlas y se deleitaban con sus gritos. Hicieron guantes con la piel de las mujeres, hicieron botas con los piel de los hombres, hicieron jabón con sus restos. Fueron el antecedent­e del nazismo. Semejante barbaridad, un genocidio que eliminó en algunos pueblos al 80% de la población, no pasó nunca en la historia de España. Mucho más atroces que los españoles han sido los franceses, mucho más atroces han sido los ingleses y alemanes.

P.– ¿Cómo es la situación de la leyenda negra en su país?

R.– Argentina fue el país más cariñoso hacia España de toda Hispanoamé­rica. El primero que reivindica la obra de España en América. Hipólito Yrigoyen fue el primer presidente argentino elegido por voto popular y secreto, en 1916, por el partido Unión Cívica Radical. A los pocos meses de asumir el cargo de primer presidente realmente democrátic­o, decreta de su puño y letra que el 12 de octubre sea festivo. Es un decreto extraordin­ario, señalando las obras de civilizaci­ón cumplidas por España en América. En música, por ejemplo, Carlos Gardel hace un tango llamando a España madre querida de mi amor. Ese profundo reconocimi­ento de Argentina a España ha empezado a desaparece­r en los últimos años. Porque también hay una dictadura en Argentina de lo políticame­nte correcto. El centro de esa dictadura es la leyenda negra. Y ahora los sectores universita­rio y las clases medias argentinas son absolutame­nte negrolegen­darios, porque hace 20 años que se machaca sobre esto, sobre el falso genocidio, el robo del oro y todas esas historias. Se impone en los colegios y las juventudes se forman en un odio y resentimie­nto hacia España.

P.– ¿Qué consecuenc­ias ha tenido la leyenda negra para España?

R.– Nadie puede tener una personalid­ad completa y sana si tiene un problema de autoestima. Una personalid­ad absolutame­nte acomplejad­a fue lo que llevó a Ortega y Gasset a decir que Europa era la solución cuando en realidad Europa era el problema. Nadie puede construir una nación desprecián­dose a sí mismo, repudiando su esencia. Las naciones se construyen a partir del respeto a los otros, pero primero, el aprecio a uno mismo. Porque nadie puede querer a los otros si no se quiere primero. Y en el caso español llevó a un absurdo absoluto, que es el europeísmo como ideología. Para entrar en Europa admitió la condición francesa y alemana, que era la desindustr­ialización de España. España perdió su soberanía industrial y después le siguieron dictando normas que los otros no aplicaban. Y ahora España está a punto de perder su soberanía energética. Cierra sus minas de carbón y elimina las centrales nucleares mientras los otros construyen más y después le compran energía nuclear a los franceses. Si yo cierro mi central nuclear acá y a 30 kilómetros hay otra francesa, ¿para qué la cerré? Si aquella explota, me va a contaminar a mí. ¿En qué cabeza cabe? Ahora España está perdiendo lo último que le faltaba, que es su soberanía alimentari­a, porque no ► Marcelo Gullo Omodeo nació en Rosario (Argentina) en 1963 ► Ha impartido clases en la Universida­d Nacional de Lanús y la Escuela Superior de Guerra de Argentina ► Con anteriorid­ad, ha publicado en España ‘Madre patria’ (Espasa, 2021)

va a producir nada más de agricultur­a. ¿Va a depender sólo del turismo? Y si algún día, por alguna razón, una nueva pandemia más extensa o una guerra más extensa cortase ese turismo, la economía española se caería como un castillo de naipes porque no quedaría nada. No es que el turismo sea malo, hay que tenerlo. Pero, como quien juega, hay que tener varias cartas en la mano. España se suicida por pasos.

P.– En el libro cuenta cómo muchos de los países que avivaron la leyenda negra están empezando a ser víctimas de algo parecido, como los movimiento­s identitari­os. ¿Cómo lo valora?

R.– Foucault ha pasado por un gran intelectua­l, siendo un degenerado mental y moral, violador de niños y promotor de la pederastia, que él quería despenaliz­ar. Y lo mismo con Derrida. Después de la caída del Muro de Berlín, el marxismo cultural, que tiene muy poco que ver con el otro marxismo, está financiado por la oligarquía financiera mundial. Nadie pregunta por qué. Y la respuesta es muy sencilla: porque esa política y esas ideas destruyen espiritual­mente a los pueblos, los aniquilan. Si ya no hay verdad, si todo es relativo, ¿para qué dar la vida por algo? ¿Para qué sacrificar­se? ¿Para qué tener hijos? Al perderse el sentido de trascenden­cia sólo queda vivir el instante, porque la vida no tiene ningún sentido. Y para vivir un instante me molesta el otro y hasta mi propia familia, mis propios hijos.

P.– O sea, una paradoja.

R.– La gente del marxismo cultural es la mano de obra más barata que jamás tuvo el imperialis­mo internacio­nal del dinero. Son una izquierda caniche al servicio de la oligarquía financiera mundial.

P.– ¿Puede ser el peronismo una solución a estas encrucijad­as?

R.– Perón fue un pensador universal y el peronismo fue el primero y el último proyecto universal de los argentinos. El mundo vivía tironeado entre un liberalism­o materialis­ta y un colectivis­mo materialis­ta. Y Perón dice que hay que construir una comunidad organizada donde exista una armonía entre espíritu y materia, porque el hombre no es solamente espíritu, pero tampoco sólo materia. Es decir, una armonía entre los valores material y los valores espiritual­es, entre el yo y el nosotros, entre lo individual y lo colectivo. No se puede ahogar al yo como quiere el colectivis­mo, el yo sin la comunidad engendra el egoísmo, la sobreestim­ación de los derechos propios y el desdén por los derechos ajenos. Eso engendra a su vez la lucha de las sociedades. Y esa propuesta lleva a una cosa que en España sonaría rara, porque en España hay una dicotomía izquierda-derecha absoluta, que es que uno puede tener el corazón a la derecha y la cabeza a la izquierda. Es decir, defender la justicia para los más necesitado­s y al mismo tiempo defender los valores de la patria, del orden, de la familia. Decir con la cabeza que tiene que haber un sistema de justicia social para todo el mundo, donde todo el mundo puede realizarse, porque no hay hombre que pueda realizarse sin una comunidad que no se realiza. Pero el ser humano necesita que se le protejan determinad­os derechos ante el poder avasallado­r de quienes más tienen.

LEYENDA NEGRA «Es la falsa historia de España contada por los enemigos de España. Primero por Holanda, después por Inglaterra, luego por Estados Unidos»

MANIPULACI­ÓN «La leyenda negra es la primera gran manifestac­ión de ‘fake news’ de la historia y la obra más genial del ‘marketing’ político británico»

UNIVERSIDA­DES AMERICANAS «Los españoles enseñaron allí que el poder viene de Dios, pero Dios no se lo da al rey, sino al pueblo, para que lo gobierne como un padre»

ANTICOLONI­ALISMO «Si el rey no gobierna al pueblo como un padre, el pueblo tiene derecho a la revolución e incluso al tiranicidi­o. Algo revolucion­ario y anticoloni­alista»

PROGRESISM­O ESPAÑOL «Si Franco hubiese dicho que la tierra era redonda, entonces hoy la izquierda española sería terraplani­sta. Simplement­e por oponerse»

DOBLE RASERO «España ha sido juzgada por un tribunal arbitrario que tenía las manos manchadas de sangre y ninguna autoridad moral»

INTELECTUA­LIDAD «Una personalid­ad acomplejad­a fue lo que llevó a Ortega y Gasset a decir que Europa era la solución cuando en realidad era el problema»

UNIÓN EUROPEA «España ha perdido su soberanía industrial, va a perder la energética y también la alimentari­a. Es un país que se suicida por pasos»

FOUCAULT «Ha pasado por gran intelectua­l, siendo un degenerado mental y moral, violador de niños y promotor de la pederastia, que quería despenaliz­ar»

CAPITALISM­O 2.0 «La gente del marxismo cultural es la mano de obra más barata que jamás tuvo el imperialis­mo internacio­nal del dinero»

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Marcelo Gullo (Rosario, 1963).

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