El Mundo Madrid - Weekend

Margaryta, una ‘influencer’ contra el frío de Ucrania

La sargento Rivchachen­ko lanza campañas en las redes para comprar ropa a sus soldados

- ALBERTO ROJAS

Hoy es su primer día libre en meses. Viene por el centro de Járkov con barro del frente en las botas y con El Madrileño de C. Tangana sonando en su cabeza. Margaryta Rivchachen­ko, de 25 años, es uno de los rostros más conocidos del ejército ucraniano dentro y fuera de su país, además de haberse convertido en una de las herramient­as más efectivas contra el invierno que espera a los soldados ucranianos. La entrevista será en inglés, pero las preguntas van en español y ella las entiende. Ha estado dos veces en nuestro país y promete volver a aprender el idioma de Cervantes en cuanto la guerra termine.

Desde que comenzó la invasión rusa, su perfil de influencer en Instagram, donde veíamos a una joven periodista ucraniana viajando por toda Europa, practicand­o boxeo, bailando y tomando cócteles, ha cambiado: ahora es la cuenta de una voluntaria volcada con el esfuerzo bélico primero como soldado, luego como paramédico y ahora como responsabl­e de prensa. Decenas de miles de personas siguen su diario de guerra en las redes sociales. Ella lo aprovecha, literalmen­te, para calentar a los soldados ucranianos. Cada campaña que pone en marcha en sus perfiles recauda miles de euros. En la última, hasta 45.500. El objetivo es la compra de ropa de abrigo para proteger a miles de militares que van a enfrentars­e a las trincheras en invierno.

«El 24 de febrero estaba en Kiev. Recuerdo que me levanté a las 10 de la mañana y, como tenía el teléfono sin sonido, no me enteré de las decenas de llamadas que ya me habían hecho mis padres y mis amigos para decirme que la guerra había empezado. Recuerdo que estuve un buen rato en shock», cuenta Margaryta mientras se toma un capuchino en uno de los pocos bares que permanecen abiertos en el centro de Járkov. «Horas después doné sangre en un hospital y me dirigí con unas amigas a una oficina de reclutamie­nto. Abría a las 8:00 pero llegamos a las 6:45. Queríamos ser las primeras en alistarnos. Todo era caótico. Había otras mujeres». La conversaci­ón que tuvo con el militar, ejemplo tangible del machismo que aún impera en Ucrania, fue la siguiente:

– Chicas, será mejor que os vayáis… O que cocinéis algo para nosotros. La guerra es aterradora, ¿por qué queréis alistaros?

– Si cocinamos para los militares, ¿nos dejarán alistarnos?

Varias horas después, me dijeron que no me necesitaba­n como soldado ni como periodista, pero que asistiera a una formación como paramédico que iba a darse esa misma noche, a las 5:00 de la mañana en el metro de Kiev. Me dijeron que mi tarea no era morir, sino vivir. Si un médico resulta herido, es un problema porque amenaza la seguridad de otros soldados. Así que es lo que hice».

No ejerció mucho tiempo como paramédico. En cuanto se quedó una plaza libre como periodista en el ejército, la aprovechó: «He trabajado en Járkov, mi ciudad, la de mi madre y la de mis amigos. He podido dormir en casa cada día».

Cada ucraniano ha sido golpeado por la guerra y ella no era una excepción: «Yo tenía una vida elegante, con muchos fans en las redes sociales, pero me di cuenta pronto que la invasión iba a dolerme como a cualquiera», asegura. Aprendió a disparar armas automática­s, a pasar días sin comer ni dormir, a calmar sus nervios bajo las bombas. «He estado hace poco ingresada en el hospital por agotamient­o. Durante 10 días trabajé 12 horas cada jornada, sin comer nada, para llevar periodista­s occidental­es al frente en plena ofensiva ucraniana de Járkov. Eso me agotó por completo y tuvieron que ingresarme».

Ahora Margaryta cambia de escenario. De su puesto de press officer en Járkov pasa al Donbás, donde todo es más difícil. «No voy a decir que me apetece pero espero que no se alargue», dice con una sonrisa. Para ella y para miles de mujeres jóvenes de Ucrania, trabajar como voluntaria en el ejército contribuye­ndo al esfuerzo es una manera de acortar los tiempos de la victoria. La presencia femenina en el ejército ucraniano alcanza en estos momentos un 17% y no es extraño ver a muchas empuñando las armas y en labores de inteligenc­ia. Margaryta visita el frente con las unidades de artillería de larga distancia, donde aprovecha para grabarse vídeos mientras estalla el cañón justo detrás de ella, un escenario vetado para cualquier influencer, pero no para ella, acostumbra­da ya a llevar barro en las botas.

Recauca fondos para los militares que van a enfrentars­e a las trincheras en invierno

Aprendió a disparar armas automática­s, a calmar sus nervios bajo las bombas

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ALBERTO ROJAS Margarita Rivchachen­ko, durante su encuentro con EL MUNDO, en la ciudad ucraniana de Járkov.

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