El Mundo Madrid - Weekend

“Prefiero envejecer sin dignidad,

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Eran siete gatos. Hoy quedan cuatro: Elvis, Rojo, Margarito y Judas Tadeo. Todos de cara chata. Felinos robustos con pelo largo. Una combinació­n de raza persa y no sé qué. Alguno suma 20 años. Observan con desdén mientras hacen lo que hacen los gatos, marcar su jurisdicci­ón meando, delimitar así la patria. Los cuatro citados son los gatos de Joaquín Sabina. Los gatos de su casa, el torreón de maravillas desde donde se asoma al mundo como quien sólo necesita ya salir un rato al balcón para ver el calambre arterial de la plaza de Tirso de Molina, donde un mundo entero se concreta. Salir a los balcones para tomar aire de vez en cuando, en clara rivalidad con los delfines en el centro de Madrid.

Sabina estrena documental. Una intensa y reveladora película dirigida por Fernando León de Aranoa: Sintiéndol­o mucho. Es un trabajo demorado, con la parsimonia vegetal de las cosas hechas porque sí. Desde que comienzan a grabar las primeras escenas hasta que lo rematan pasan cuatro películas de León de Aranoa –Amador (2010), Un día perfecto (2015),

Loving Pablo (2017) y El buen patrón (2021)– y tres discos de Sabina –Vinagre y rosas (2009), La orquesta del Titanic (junto a Serrat, 2012) y Lo niego todo (2017)–. Trece años. Trece años siguiendo al poeta y músico. Trece años con intervalos. Trece años con sus vaivenes y su pandemia. Y sus desastres. Y sus gozos. Trece años que van de la risa por fuera a la intimidad, huyendo de las pequeñas imposturas animadas. Trece años de pura subjetivid­ad, que es la mejor manera de dar cuerda a un documental de Joaquín Sabina.

Están los dos hoy –el ‘hoy’ de cuando se convocó este encuentro– en casa del cantante. Una casa de varios pisos hecha de acumulacio­nes intrépidas. Libros espléndido­s, fotografía­s, tallas de vírgenes y angelotes, placas de porcelana recobradas de alguna tasca, de algún galpón, de alguna inclusa, azulejos extraviado­s, instrument­os, detalles de buen gusto, una mesa de billar francés, chamariler­ías varias en paredes y superficie­s torturadas de recuerdos. Joaquín Sabina y Fernando León de Aranoa zurean entre risas y complicida­d. Son una pareja bien acoplada a su propósito, que más allá de la película es el de la amistad. Sabina es un prócer de color sepia que exhala por la nariz vaharadas de ducados y suelta por la boca caramelos hechos frase entre el humor y la rabia. También acumula un añejo candor de hombre de pueblo.

En Sintiéndol­o mucho está todo lo que de Sabina no se ve y es quilate de pureza sabiniana: el escenario, Jimena [su mujer], Latinoamér­ica, los mariachis, la poesía, Úbeda, Rota, la casa de Madrid, los toros y José Tomás, los ratos de componer, el disco nuevo que casi está...

P. ¿De quién fue la idea? FERNANDO LEÓN DE ARANOA. De Joaquín. Él estaba trabajando en las canciones de Vinagre y rosas y me invitó a unirme a su plan con Benjamín Prado y con sus músicos. Acepté, claro, pero sin un proyecto concreto. Recibí la propuesta como una invitación a compartir algo íntimo. Me dijo que fuese con cámara o sin ella, como quisiese. Y así empezamos. Lo primero que grabamos, con una cámara de vídeo doméstica, fue el viaje por carretera hasta la casa de Joaquín en Rota (Cádiz), donde se encerró varios días con los suyos para trabajar.

P. ¿Cuándo escuchó por primera vez algo de Sabina?

F. L. A. A los 18 o 19 años. En aquel tiempo viví un pequeño drama sentimenta­l. Visto en perspectiv­a no era nada, pero entonces parecía el fin del mundo. Preparaba un viaje a Italia que al final no hice y el dinero ahorrado para el viaje lo gasté en discos. Ocho o nueve elepés, entre ellos uno doble, Joaquín Sabina y Viceversa. Lo escuché en aquel verano obsesivame­nte. Y lo que Joaquín dice de José Alfredo, que sus canciones son un hombro en el que llorar, me sucedió a mí con ese disco... En persona nos conocimos mucho después, hace unos 20 años.

Sabina escucha acariciand­o con tres dedos de la mano izquierda la vaina de un cigarro aún sin prender y sujeto delicadame­nte con la mano derecha. Enfrente tiene un whisky mojado en agua. Aliña las ideas con un prodigioso enriquecim­iento de risas que estallan contra la atmósfera de este salón bien iluminado.

Como metáfora de la libertad que Fernando iba a tener le dije que me sacase cagando.

JOAQUÍN SABINA.

Un hombre que enseña el dorso y tiene algo de relieve de moneda y de sonámbulo. Un sujeto del lado de la poesía, incautando versos en cualquier circunstan­cia.

Hijo de un comisario de policía de Úbeda, y hermano de policía, recuerda al padre a través de los poemas que éste escribió con pulcritud administra­tiva. Aquel padre que en el lecho de muerte reunió a los hijos y, como poema sucede después. Y como lo había escrito. Habla de un concierto, de la cara de Joaquín en el escenario, del público... Y fue como predijo.

A mí lo que me gusta mucho de ese poema es la palabra ‘circunspec­to’. No es fácil incluir en un poema lo de ‘circunspec­to’.

Cuando ríe con ganas, al autor de Calle Melancolía le asoma un ramalazo levemente luciferino. Cerca

J.S.

F. L. A. Al pasar los años me di cuenta de que lo acumulado tenía algo de cofre con tesoros únicos. Hace tres o cuatro años empezamos a pensar en acabar el proceso de grabación. Me interesaba todo de la vida de Joaquín, pero no tanto la biografía como lo que esa biografía tiene de material para sus canciones. Suenan pocas, pero se evocan muchas.

P. También hay nuevo disco

Muchos. Durante el tiempo de pandemia, y sobre todo cuando el confinamie­nto, anduve preocupado por el calibre de la enfermedad y por el temor a que los buenos ratos charlando con amigos y tomando una copa no volviesen a ser igual. Ese fue un miedo muy compartido. Lo que provocó socialment­e el covid me afectó con fuerza. He pasado un par de años sin escribir un verso para una canción. ¿Le asusta no escribir? Preocupa, claro, porque nosotros vivimos de esto... Pero a cambio hice sonetos. ¿Y cómo lleva los años? Tengo 73 años... Soy un anciano venerable. Todos los días me lo recuerdan en la television. Escucho que dicen: «Un anciano de sesenta y tantos...». Es una cabronada. Pero estoy asombrado por llegar a los 73... ¡Si nunca creí que superase los 50!... Y ya que estamos, prefiero envejecer sin dignidad. Lo contrario me parece una gilipollez.

F. L. A. Me gusta mucho cuando Joaquín dice que ha pasado de la adolescenc­ia a la vejez sin rozar la madurez.

P. ¿Qué ha descubiert­o de él

J.S. P. J.S. P. J.S.

durante los años de trabajo en el documental?

F. L. A. La enorme coherencia que hay entre el Joaquín que conozco y lo que cuenta en sus canciones. No hay impostura. O la hay en la medida justa. Pones al trasluz sus canciones y lo pones a él y las líneas coinciden.

Cuando me dicen poeta, que es lo que más me gusta escuchar, sé que hay más poesía en mis canciones que en mi sonetos.

P. Vive cada vez más recogido en la poesía.

Mi vida siempre está cerca de la poesía, por lo que dice sin decir, por lo que dice y no se debe decir, por lo imposible que es capaz de nombrar... Nada puede llegar a ese mismo lugar de intensidad­es, ni siquiera la música. Yo no sé nada de música clásica, pero de poetas clásicos sí. Por algo será.

¿Y ahora?

Estoy preparando otro libro de poemas con 100 sonetos. Tendré unos sesenta y tantos. Va más lento de lo previsto. Me comprometí con Chus Visor a escribir uno al día, pero poco a poco se me fue el santo al cielo.

De Ciento volando de catorce, publicado en la editorial Visor, Joaquín

J.S. J.S. P. J.S.

Sabina despachó más de 200.000 ejemplares. Los sonetos de esta nueva tirada son la minuta de tanto de lo vivido en los últimos años. A los lectores de EL MUNDO les da en exclusiva el que lleva por título Confinado.

Al tercer whisky de Sabina llegan los primeros tequilas para la afición. Regresamos al documental, porque hay en él un labrado de sensacione­s aún por desbrozar.

P. No aparece nadie hablando del protagonis­ta, como es casi costumbre en algunas piezas del género. F. L. A. Esa fórmula hagiográfi­ca es reciente. Y no me parecía oportuna para lo que nos proponíamo­s... Aquí sólo aparecen cuatro o cinco personas hablando de él: su hermano, dos vecinos de Úbeda y dos señoras desconocid­as que encontramo­s en la puerta del recinto de uno de sus conciertos en México. Dos mujeres maravillos­as.

Te agradezco mucho, Fernando, que no haya gente hablando bien de mí. P. El documental despliega el retrato de alguien en sintonía con su tiempo...

Pero al decir esto el músico toca la bocina y un muelle invisible le activa el

J.S.

resorte de la rabadilla hasta casi ponerlo en pie, echa un trago y mientras el alcohol le embarulla suavemente la garganta se arranca a la primera y remata con todos los músculos de la boca:

Yo estoy muy enfadao. Sé que no me lo has preguntado, pero te lo digo. El siglo XXI me toca los cojones, no encuentro en él casi nada bueno. El Gobierno que tenemos, cómo se habla la gente entre sí, cómo se habla en la televisión... Todo es horrible. No puedo decir nada favorable de este siglo, aunque hay cosas que merecen la pena: el descubrimi­ento de un tal Zelenski, lo rápido y lo bien que se hizo la vacuna contra el covid, las 100 corridas de Morante de la Puebla y, hace poco, el regreso de Lula en Brasil... No sé si hay mucho más. Algo más habrá.

Estoy muy cabreado. Y cabreado también con el demoledor fracaso de todas las revolucion­es del siglo XX. Fui amigo de la revolución cubana y de Fidel Castro. Pero ya no lo soy, no puedo serlo. Ahora estoy del lado de los que se manifiesta­n y de los que se exilian de la isla. Los que hemos sido de izquierdas tenemos la responsabi­lidad

J.S. P. J.S.

de decir la verdad ante algunos desastres de la izquierda. También me indigna la traición de Daniel Ortega a Nicaragua. Esto es algo de lo que no puedo hablar sin cagarme en la puta madre de los responsabl­es de la infamia, de la traición.

¿Y por aquí?

Pues me cae bien Yolanda Díaz, pero no Podemos. Han decepciona­do y han jodido mucho en el Gobierno... También tengo respeto por Nadia Calviño. Este verano comí en Rota con ella y me pareció que sabe lo que hace. Me da tranquilid­ad tenerla en el Gobierno, por su formación y por sus buenas relaciones en Europa. Luego lo demás... El Ministerio de Igualdad,

P. J.S.

por ejemplo, me parece una secta. Y las declaracio­nes de Podemos contra la OTAN justo en el momento de la guerra están fuera de lugar.

¿Hay revolución potable? Sí, sólo una: la del feminismo.

F. L. A. En el documental buscábamos momentos vivos, momentos de intimidad, momentos de creación... Pero no había sitio para la política. Estoy por sacar la cámara y grabar ahora esto que dice Joaquín.

La tarde cayó hace rato al suelo. Afuera, violento, está el otoño. Joaquín Sabina y Fernando León de Aranoa han rematado los más de 10 años de travesía en la que se ha hilvanado su amistad. El resultado del viaje es Sintiéndol­o mucho. El documental fabuloso que concreta al Sabina sabio, sagaz, a solas, exactament­e barroco, precisamen­te esencial. Uno de los gatos asoma, se sienta sobre las patas traseras en el umbral de la puerta del salón y exhibe su desdén felino contra el hombre, contra el ruido de los hombres. Una elegante altanería le brilla contra nosotros en el centro del ojito redondo. Podría ser Judas Tadeo.

P. J.S.

“Me cae bien Yolanda Díaz, pero no Podemos: han decepciona­do y han jodido mucho en el Gobierno”

Mayassi y Bechara, además, convivien a diario con otro gran condiciona­nte: la ocultación de su lesbianism­o, que puede suponerlas hasta un año de prisión no sólo por practicarl­a, sino simplement­e por hablar abiertamen­te de ella.

La grave crisis económica que atraviesa Líbano, agravada por la explosión accidental que arrasó el puerto de Beirut en 2020, ha llevado a gran parte de la población a una pobreza extrema. También a las familias de las Slave To Sirens, que conviven con cortes de luz constantes y, a menudo, no pueden ni retirar su dinero del banco.

La esperada salida de su primer álbum se ha topado, primero, con la pandemia; después, con la revolución libanesa; y finalmente, con la miseria y la emigración de algunas de sus componente­s, que no han podido siquiera afrontar los costes de la grabación. También con un enfrentami­ento personal entre las dos fundadoras, acuciadas por las circunstan­cias, que afortunada­mente quedó en un simple desencuent­ro. De momento, sólo internet es testigo de un pequeño aperitivo en forma de sencillo: Salomé acumula ya en YouTube unas nada desdeñable­s 20.000 visualizac­iones.

LA RENOVADA VERSIÓN dominical de Papel llega mañana a los quioscos con un amplio dosier sobre el cambio radical en la actitud de los jóvenes ante el trabajo. La precarieda­d, la pandemia y la creciente preocupaci­ón por la salud mental han hecho que el empleo ya no sea el eje de sus vidas. Según un sondeo de Sigma Dos para EL MUNDO, el 55% de los jóvenes de entre 18 y 29 años preferiría­n estar en el paro a ser infelices en su empleo. «Los jóvenes son siervos medievales, pero con wifi», dice el ensayista Tim Kreider, uno de los mejores analistas de este cambio social.

En el apartado de grandes entrevista­s aparece el escritor Mario Vargas Llosa, quien habla sobre política latinoamer­icana, su trayectori­a literaria o su apoyo a la legalizaci­ón de las drogas. El otro protagonis­ta es Stéphane Bancel, CEO de la farmacéuti­ca Moderna, que logró fabricar en tiempo récord una vacuna coronavíri­ca y que ahora se dispone a donar gran parte de su fortuna a causas benéficas.

Ya en el apartado de Culturista destacan la argentina Lali Espósito, que estrena la serie El fin del amor, y Matthew Perry, el célebre actor de Friends, que publica unas memorias sobre su adicción a las drogas.

Cierran el número el Asesino en Serie de Alberto Rey, con la mejor y la peor serie de la semana, más la entrevista de Iñako Díaz-Guerra, que debuta con la presentado­ra y novelista Sandra Barneda.

Lali Espósito y Sandra Barneda también desfilan por las páginas del suplemento

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Portada de este domingo de ‘Papel’.

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