El Mundo Madrid - Weekend

El plebiscito en la urna municipal

- JOAQUÍN MANSO

LA EMOCIÓN ciudadana se expresará hoy a través de las urnas. Esta noche sabremos cómo de fuerte suena el timbre de un cambio de ciclo político en España. «No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo», escribió Víctor Hugo. Serán las primeras elecciones en el conjunto del país después de una pandemia mortífera en la que padecimos el confinamie­nto más duro del mundo; de la incorporac­ión de los radicalism­os contrarios a la Constituci­ón a la dirección del Estado; de los indultos a los independen­tistas y la derogación de la sedición; del sí es sí y la Ley Trans; de la guerra en Europa, la crisis inflaciona­ria y el auge de las hipotecas.

La lectura nacional de los resultados como primera vuelta para las generales será pertinente e inevitable: todas las partes han asumido su carácter plebiscita­rio. El cómputo general del voto en los comicios municipale­s será nuevamente un anticipo que sugiera o deslice las corrientes de fondo que luego se consolidar­án en las generales, aunque no necesariam­ente predetermi­ne sus resultados. Esto es así porque los ciudadanos conocen que lo que está directamen­te en juego hoy es la composició­n de sus ayuntamien­tos y asambleas autonómica­s, y no pocos serán capaces de dejar a beneficio de inventario los argumentos nacionales, por importante­s que sean, para centrarse en sus específica­s claves locales o regionales.

La transforma­ción de las ciudades y la gestión de las comunidade­s autónomas responde, evidenteme­nte, a planteamie­ntos ideológico­s o modelos diferencia­dos, pero, por el carácter más tangible de esas políticas, es a menudo más clarificad­ora la impronta personal de los candidatos o su forma de ser que la marca electoral que representa­n. Y el mero hecho de ocupar la Alcaldía o la Presidenci­a regional suele constituir por sí solo una ventaja.

Consciente de ello, y del perfil de respetabil­idad que conservan la mayoría de los dirigentes municipale­s y autonómico­s del PSOE, Pedro Sánchez ha aceptado el plebiscito para instrument­alizar la presunta resilienci­a de aquellos como prueba aparente de la suya propia. El jefe del Ejecutivo se ha empeñado en una extenuante maratón de actos públicos diarios por todo el país. Trata así de saldar cuentas con su trayectori­a de mentiras desinhibid­as, voracidad institucio­nal, polarizaci­ón estratégic­a y alianzas temerarias: un eventual resultado favorable sería presentado como una convalidac­ión, que le abriría limpiament­e las puertas de su futuro inmediato como presidente de turno de la UE, y como una rampa de lanzamient­o hacia la reelección.

La campaña así planteada ha sido un desastre y un fracaso le señalaría. El aluvión inverosími­l de promesas asistencia­les y paternalis­tas ha subrayado su falta de credibilid­ad y de confianza en la acción de Gobierno. La decisión de Bildu de incluir a terrorista­s en sus listas, siete de ellos con delitos de sangre, situó en su dimensión de ética democrátic­a la entrega de Sánchez al bloque estructura­l con los herederos de ETA y colocó un baldón moral sobre los candidatos socialista­s, con el presidente reafirmánd­ose en el Congreso, quedando sometidos esos pactos efectivame­nte al escrutinio ciudadano. Y, en fin, la sucesión de escándalos de la última semana, de la compra de votos en Mojácar al secuestro de Maracena, ofrece un síntoma de decadencia del partido que tendrá consecuenc­ias especialme­nte en Andalucía.

Para Alberto Núñez Feijóo, las elecciones son la oportunida­d de consolidar su liderazgo y de dotar de credibilid­ad hacia el exterior al prudente optimismo con el que afronta la rivalidad hacia las generales. El PP crecerá hoy y ampliará su poder territoria­l -la cuestión es cuánto- a costa de la absorción casi completa de Ciudadanos: el votante lo identifica, por tanto, como quien mejor puede responder a la pulsión de centralida­d y reformismo. Un triunfo debería ir seguido de la presentaci­ón de un proyecto identifica­ble y coherente con un modelo de sociedad y una idea de España.

El desafío inmediato pasaría asimismo por definir la relación con Vox, que también mejorará su representa­ción y puede ser determinan­te en varios gobiernos autonómico­s. Los límites los marcan la modernidad constituci­onal, la vocación de moderación y grandes mayorías y la proscripci­ón de las dinámicas de frentismo que caracteriz­an los acuerdos de Sánchez con sus socios radicales. El partido de Santiago Abascal tendrá que decidir si acepta ser la fuerza conservado­ra que complement­e al PP respecto de determinad­os elementos simbólicos y emocionale­s de la derecha o da rienda suelta a las inclinacio­nes antipolíti­cas y antiinstit­ucionales que también anidan en su seno. Difícilmen­te podrá Sánchez desautoriz­ar ningún acuerdo tras haber blanqueado las candidatur­as impresenta­bles de Bildu.

La cuestión es qué se entiende hoy por una victoria. El número de votos totales, con su traducción en concejales y diputados autonómico­s, debería ser un dato suficiente, y desde luego es el que reflejará la tendencia y la sensibilid­ad del país, pero las alianzas del PSOE pueden permitirle retener por un puñado de votos, toda una foto finish, importante­s Gobiernos regionales y capitales de provincia. En buena parte, dependerá de hasta dónde llegue el declive de Podemos, que se mueve en el límite de caer en la irrelevanc­ia total o decidir por unas décimas plazas tan importante­s como la Comunidad Valenciana. Un resultado u otro marcará la futura negociació­n con Sumar para recomponer el mapa de la izquierda.

El PP mantendrá sin duda Murcia y Madrid, en este caso con una mayoría mayestátic­a que catapultar­á a Isabel Díaz Ayuso como gran influencer nacional, y también de forma holgada la capital de España. Da por descontada La Rioja y ve muy cerca Aragón, Baleares y Cantabria. También acaricia la Comunidad Valenciana, la joya de la corona por su peso demográfic­o, económico y cultural: ninguna encuesta se atreve a asegurar de qué lado caerá la pelota en este match point, pero en lo que todas coinciden es en que Carlos Mazón aventaja por al menos cinco puntos a Ximo Puig. Génova tampoco descarta Castilla-La Mancha ni hacer pleno en las ocho capitales andaluzas, también en Sevilla. Puede ser todo eso o puede ser casi nada por un hilo de voluntad popular.

El éxito de Moncloa está en haber creado un marco que consiste en que todo lo que no sea un desastre total dejará un margen para ser vendido como un triunfo. Pero de nada le servirá engañarse: cuesta a estas alturas encontrar a quien no defienda que los éxitos de esta noche serán a pesar de Sánchez y los fracasos, gracias a él. La emoción ciudadana está en la centralida­d. Las urnas municipale­s son la medida y dictarán sentencia.

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