El Mundo Madrid - Weekend

¡Cómo iban a morirse entonces los españoles!

- ARCADI ESPADA

(Recordator­io) Hagan de su voto un sayo.

(El valle) Poco tiempo antes de morir inesperada­mente, a finales de los años noventa, mi padre dijo: «Voy a dejar este mundo ahora que se está poniendo tan interesant­e». Su interés por vivir no fue suficiente para evitar la muerte, aunque quién sabe si le alargó la vida. Volví a pensar en su comentario la otra tarde cuando mi amigo Roger Corcho me envió un gráfico de una maravillos­a belleza veraz que reflejaba la tasa de muerte registrada en España entre 1900 y 2021. Corcho está preparando un libro imprescind­ible sobre las mentiras de la pandemia: las políticas, las científica­s y las sanitarias. Cuando envió el gráfico me dijo que prestara atención a los picos. A simple vista destaca el siniestro Everest de 1918, donde la tasa de muertos por cada mil habitantes fue del 33,1 y la cordillera de cadáveres de la Guerra Civil, con el pico de 1938 (19,18), que se extiende a lo largo de un lustro. El otro pico que destaca en los 121 años es el de 2020: el año más trágico de la pandemia dejó una tasa de 10,41 muertos. Comprensib­lemente me escribía Corcho: «Este gráfico pone la muerte en su sitio». Por muchas razones.

La primera observació­n general, picos aparte, es que la gráfica muestra un descenso sostenido, impactante, entre 1900 y 1952. Puedes ver cómo la vida mejora día a día para oprobio de los pesimistas que jamás vieron crecer la hierba. En 1952 se produce un importante hecho simbólico: la tasa de mortalidad cae por debajo de 10 (9,6). Y es, justamente, ese límite el que permanece insuperado -aun con los peligrosos años gripales de 1956 y 1957-, hasta el pico pandémico de 2021. La segunda observació­n llamativa es que una vez cae por debajo de 10, en 1952, la pendiente se detiene y la muerte se acomoda en España a una relativa meseta, donde sigue. El dibujo de 1900 a 1952 poco tiene que ver, en este sentido, con el que va de 1952 a 2021. Una línea vertical frente a otra horizontal. En el dibujo general están las epidemias, la mortalidad infantil y la guerra, y otras huellas menos visibles, pero significat­ivas, como el desarrollo económico, el impacto de la penicilina, los accidentes de tráfico, las drogas y el sida.

Iba ya a dejarlo y agradecerl­e a Roger el envío cuando me fijé en un valle corto de la estadístic­a, pero notablemen­te profundo. Estaba en la zona de la meseta y se apreciaba bien al poner la imagen en modo panorámico. Por curiosidad empecé a anotar el año y la tasa de cada uno de los seis segmentos del valle. El primero era de 1977 (8,1). La importante novedad estaba en el segundo (7,89): por primera vez la muerte registrada en España se tasaba en 7. Y lo mejor: en el 7 seguía en años sucesivos. En 1982 el valle alcanzaba la máxima fertilidad de la Historia: un 7,57. El titular es para el que se lo trabaja, quién puede dudarlo: «La Transición fue el período de la Historia en que murió una proporción menor de españoles». Pas mal la noticia, para un chico del siglo XX. Luego había, en los subtítulos, la interesant­e posibilida­d contemporá­nea de que el presidente del Gobierno declare impávido en cualquiera de sus mítines finales: «Nada más llegar al Gobierno, en 1982, los socialista­s consiguier­on bajar la tasa de mortalidad a niveles nunca vistos». Habría sido una declaració­n ambiciosa, porque las elecciones las ganaron en octubre. Y ciertament­e sesgada porque en 1985, después de dos años de Gobierno socialista, la tasa había alcanzado otra vez el 8. Desde ese 1985, la tasa de muerte en España no ha bajado de 8. Han pasado cuatro décadas. Es extraño. No tengo una explicació­n científica para el valle de la Transición, como no sea la del azar. Una serie tan corta, además, tiene escasa importanci­a. Pero a ver si voy a ser el único hombre en España que se priva de reclamar la Justicia poética. Fue entonces cuando pensé en mi padre. La vida se había puesto interesant­e. La razón, naturalmen­te, era el destape, palabra clave. La vida destapada. Destapado el franquismo, y la curiosidad que inspiraba irle viendo el fondo a la fosa séptica; y destapados los cuerpos de las mujeres, y durante tres gloriosas décadas, hasta que la escudilla de monjas empezó a servir la sopa boba. ¡Cómo iban a morirse entonces los españoles! Nunca han vuelto a vivir, ¡sin tasa!, como entonces. Sí, eso que llamáis el régimen del 78.

(Tupper sex) Sexo, cuerpo, boxeo. Un alegato contra la izquierda reaccionar­ia (Verbum), de Alfonso Galindo y Enrique Ujaldón, lleva una dedicatori­a que dice: «Para Arcadi Espada, con admiración de filósofos, porque la verdad es siempre una provocació­n». No lo cito por lo que suele llamarse un conflicto de intereses, esa aceptación de la baja y humillante doctrina de la mujer del César, que establece la imposibili­dad de decir la verdad cuando va a tu favor. Si cito la dedicatori­a es por orgullo. El ensayo, corto y hondo, como debe ser, cumple con la cláusula de estilo que Cassius Clay -que comparte portada con Les demoiselle­s d’Avignon y el luminoso de un sex shop- prescribió a la literatura: Float Like a Butterfly, Sting Like a Bee. El libro tiene 10 ensayitos -sea dicho con el diminutivo ferlosiano, tan irónico si se piensa que había de incrustars­e en la rígida brevedad de las columnas periodísti­cas- y todos tratan sobre el cuerpo. En especial sobre el cuerpo de la Virgen María -cualquier mujer asertiva con nuestro tiempo es virgen-, sacralizad­a hasta tal punto que no ha habido época en que la mujer pudiera disponer menos de su cuerpo, en sí y por sí considerad­o, hegelito. El libro también se ocupa de un lógico modo subsidiari­o de su negativo, que es el cuerpo del hombre. No encuentro, ni en el libro ni fuera de él, mejor modo de explicar lo que hoy sucede con el comercio ético de los sexos que este párrafo encajado después de aludir al culto al Satisfyer: «No hay tupper sex masculinos. No está bien visto hablar de vaginas artificial­es o de muñecas hinchables. Lejos de ser una prueba de salud sexual, de modernidad o de libertad, el uso de tales juguetes por parte de un hombre, sobre todo si lo hace en soledad, es calificado como una perversión, como una patología, como una prueba de vicio o de insuficien­cia, cuando no de mera incapacida­d para encontrar parejas sexuales». Este trato desigual tiene otro ejemplo pasmoso, y ya muy prolongado en el tiempo: la circunspec­ción con la que el mainstream mediático habla (en los breves momentos en que habla) del medicament­o que ha cambiado de modo más radical la vida de los hombres envejecido­s y que solo goza de un episódico fulgor en los periódicos cuando puede asociarse a los desahogos de cualquier titoberni.

Tengo alguna discrepanc­ia con lo que los autores escriben sobre la pena de muerte, en especial porque recogen este argumento de Hannah Arendt, a propósito de Eichmann: «Es legítimo que una sociedad decida que no desea seguir compartien­do la tierra con alguien». Me parece un argumento demasiado sentimenta­l, ese tipo de argumentos que con toda justicia los autores califican unas líneas antes de «pobres argumentat­ivamente, superficia­les, volubles». Qué duda cabe que desde el punto de vista pragmático que tantas veces invocan es mucho más útil para la Humanidad un canalla vivo (aunque custodiado) que muerto.

Ujaldón ocupa un cargo en el Gobierno del Pp de la región de Murcia y Galindo es profesor universita­rio en la ciudad. Deduzco, aunque solo deduzco, que tienen buenas relaciones con el partido conservado­r. Un partido cuyo núcleo dirigente no tiene la más mínima idea sobre lo que pensar de estos asuntos que los autores tratan, y que son los principale­s asuntos políticos -es decir, culturales- del tiempo. De ahí que este librito sea una doxa urgente e inteligibl­e para ese partido desmembrad­o de toda idea.

Por si gobierna y, sobre todo, para que gobierne.

La vida mejora día a día para oprobio de los pesimistas

Cualquier mujer asertiva con nuestro tiempo es virgen

(Ganado el 27 de mayo, a las 14:45, contemplan­do el final de una época, o sea, el de las búsquedas ingenuas en Google, convencido de que la Inteligenc­ia Creada va a aumentar de modo inmediato mi esperanza de vida buena, concepto que hay que deslindar radicalmen­te de la esperanza de vida bruta)

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