El Mundo Madrid - Weekend

Un alegato (sin esperanza) en favor de la segunda vuelta para que no nos la den con queso

- MARISA CRUZ

POR FIN, por fin, por fin las urnas deciden. Esta noche, antes de acostarnos, sabremos quién se lleva el gato al agua en 8.087 municipios, en doce comunidade­s y en las dos ciudades autónomas. O no, como diría Rajoy.

Y si es no, la culpa no será del sistema de recuento que, en España, demostrado está, es ágil y fiable. La responsabi­lidad será de los partidos que en campaña reniegan de los pactos y el compromiso se les borra de la mente un segundo después de hacer cálculos y constatar que aliándose, aunque sea vendiendo el alma al mismísimo Satanás, pueden darle en los morros y comerle la tostada al rival. Recuerden aquello de «no podría dormir...».

O sea, que hay muchas posibilida­des en muchas plazas de que esta misma noche gane con rotundidad uno, que sea con claridad el más votado y, sin embargo, mañana comprobemo­s que se queda con las ganas viendo cómo un pacto entre perdedores le arrebata el poder.

Esto no es cosa nueva. Lo vimos, por ejemplo, en el Ayuntamien­to de Madrid en las pasadas elecciones, o en la Comunidad Foral de Navarra, por citar dos casos claros en los que el damnificad­o era bien de izquierdas, bien de derechas.

En el caso madrileño, Más Madrid triunfó, pero de poco le sirvió frente a un acuerdo pergeñado entre PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox, que dio la Alcaldía al popular José Luis Martínez Almeida.

En el caso navarro, la victoria electoral fue nítida para UPN, pero, nuevamente, una alianza entre PSOE, Geroa Bai, Podemos e Izquierda Unida, con la imprescind­ible abstención de EH Bildu, entregó el poder a la socialista María Chivite.

Pactar tras las elecciones es legal. De esto no hay duda. Lo que no está tan claro es que complazca a la ciudadanía ni que respete su decisión. Si uno vota PSOE, quiere que gobierne el PSOE. Y lo mismo sucede si vota al PP o a cualquier otra formación. Las urnas no son las encuestas del CIS, en las que uno puede señalar primera apuesta y segunda opción. Cuando se va al colegio electoral, se escoge una papeleta y sólo una, sin más rodeos.

Luego, el perdedor que pacta y logra encaramars­e así al poder argumenta que, al fin y a la postre, el votante lo que elige es izquierda o derecha. Sin más distingos, sin más matices. O sea, que no vale quejarse.

Y no, no y no. Muchos eligen una opción que luego ven adulterada, normalment­e hacia posiciones extremas por las que nunca apostarían. Por supuesto, también hay quienes escogen una papeleta radical y no desean que se endulce con posiciones moderadas. Y están en su pleno derecho.

A unos y otros, el partido de su elección intentará convencerl­es de que no hay más remedio. Que el sistema es así; que en España lo que ahora compiten son los bloques, dos conjuntos sin intersecci­ón. Y, al final, asistimos a engrudos de siglas que se hacen con el poder previo reparto de sillones, concesione­s y apaños de despacho que los votantes no han respaldado con sus papeletas.

Solución hay –y no es la de que gobierne la lista más votada–, el caso es querer arbitrarla, por ejemplo, cambiando la Ley Electoral para establecer un sistema de segunda vuelta. Seguro que salen expertos por docenas que reniegan de esta fórmula, pero a mí, ciudadana monda y lironda, el sentido común me dice que es la más justa. Por cierto, también habría que darle una pensada a eso del voto por correo, que visto lo visto en esta campaña parece tener más agujeros que un queso de Gruyere.

Si ninguna de las dos formacione­s más votadas logra imponerse para gobernar, acudir a una nueva ronda en la que el resto de fuerzas pida a sus afines que apuesten por una de ellas nos permitiría a los ciudadanos escoger, entonces sí, a sabiendas del cariz que tendrían los pactos posteriore­s, los que en resumidas cuentas nos gobernarán. Escogeríam­os entre bloques, pero con plena conciencia de ello, calibrando pros y contras, sabiendo de antemano y sin trucos del almendruco quiénes modularán el ejercicio del poder.

Mucho me temo, no obstante, que esto no pasará. A partir de mañana, como tantas otras veces, asistiremo­s a un nuevo espectácul­o de tiras y aflojas, de yo te doy y tú me debes, de líneas rojas que se derriten, de curas de insomnio repentinas, de donde dije digo, digo Diego. Nuestras leyes lo permiten. Nos llevaremos las manos a la cabeza, pero lo asumiremos. Y volveremos a tropezar. Lo mío es un alegato, con muy pocas esperanzas, para que no nos la den con queso.

Para llegar al poder, los partidos, si les resulta necesario, pactan hasta con Satanás

Al final imperan los engrudos de siglas previo reparto de sillones y apaños

A partir de mañana habrá curas de insomnio repentinas y líneas rojas que se derriten

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