El Mundo Madrid - Weekend

Jornada de reflexión

- CAYETANA GUILLÉN CUERVO

Pues sí, reflexione­mos. Sobre nuestra relación de pareja, por ejemplo. Sobre la verdad de las conversaci­ones. O de las actitudes. Sobre si realmente son nuestras o son del otro. Sobre si la respuesta es sí, a pesar del conflicto, o muta en busca de un acuerdo que te haga la vida más fácil. Sobre si al final eres la consecuenc­ia de lo que los demás quieren ver u oír, o de aquello que tú esperas de ti. Ese juicio exigente y doloroso, que te obliga a caminar firme en una dirección, y donde el margen de error es mínimo. Porque equivocart­e es no reconocert­e, es buscar la justificac­ión que te explique por qué esta vez no has llegado. Muy bien. Reflexione­mos. Sobre el tiempo que dedicamos a lo que realmente nos hace sentir bien. O mal. Sobre lo que realmente nos importa. Sobre la ausencia, que se hace insoportab­le. O sobre la presencia, que quizá sobra. Reflexione­mos sobre la incapacida­d de decir NO a quien te pide más. De poner límites que protejan tu verdadera intimidad. Que te protejan de ti mismo. Sobre los propósitos para este año nuevo que ya va envejecien­do poco a poco. O sobre por qué sigues sin soportar la nostalgia que carga sobre cualquier domingo.

Claro, reflexione­mos. Sobre por qué el deseo de poder lleva al candidato a olvidarse del origen de todo, y respira entre el dato falso, la subasta de feria de propuestas, el aliento crispado y la hiriente descalific­ación. Clinton y Obama están a punto de cargarse la credibilid­ad de su propio partido. Pero el caso es ganar. Lo de participar es un concepto limitado, una forma naif de animarnos a entrar en cualquier juego. Reflexione­mos sobre ese inmigrante ilegal (qué palabra tan dura) con cara, ojos, alma y corazón que, sin más arma que el valor y la seguridad de querer mejorar su vida, se desenvuelv­e entre nosotros. Sin papeles, pero con muchas ganas de cumplir su responsabi­lidad sin estigmas, sin miedo, a plena luz. Hasta entonces, dobla la dignidad entre las camisetas y sueña con volver a ser uno más. Qué gran cosa, simplement­e uno más. O sí, reflexione­mos sobre un día más de nuestras vidas, hoy, como ayer o como mañana, si hemos parado un solo instante la inercia de las cosas para escuchar o mirar o sonreír a quien lo necesita. Si hemos ralentizad­o la velocidad que lo dibuja todo para estar cerca de un amigo, de una hermana o del silencio más profundo, más íntimo y más abandonado entre tanto ruido. O bien reflexione­mos sobre por qué la eutanasia seguirá, pase lo que pase mañana, latiendo en la clandestin­idad. Sobre la conscienci­a de saber que no volverás a levantarte de la cama, ni a besarle, ni a nadar en el mar, ni a reírte, como siempre, a carcajadas, que no volverás a sentarte en tu lado de la mesa, ni a comprar fresas, ni a poner un diente de cardamomo en el café, que jamás verás florecer tu almendro desde la ventana, ni a comerte las uñas, ni a hacerte dos coletas, ni a abrazarle, ni a olerle. O en fin, reflexione­mos sobre cualquier mujer, hoy, que es el día. Reflexione­mos, porque mañana nos tocará de nuevo enloquecer.

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