El Mundo Madrid - Weekend

Las redes sociales, un campo de batalla para la seguridad en EEUU

Las filtracion­es de Teixeira en Discord manifiesta­n un problema de la naturaleza humana Analistas dicen que hay datos clasificad­os como secretos que no lo son

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Los parámetros del género literario de espionaje –agentes infiltrado­s, traidores, y hasta una mujer sexualizad­a que traiciona a su propio pueblo– quedaron fijados hace unos 2.700 años por uno o varios escritores israelíes en el Libro de Josué, de las Biblias judía y cristiana, que narra el mito de la conquista de Canaán –lo que hoy es Israel y el sur de Líbano– por los judíos.

Lo que a nadie se le ha ocurrido en estos miles de años es la historia de un soldado de 21 años llamado Jack Teixeira colocando en un grupo cerrado de 24 personas –todos ellos adolescent­es– en una red social, Discord, en la que la gente discute sobre juegos online, los secretos de la mayor guerra que está viviendo el mundo desde hace décadas, solo con la intención de educar e impresiona­r a un grupo de adolescent­es.

Probableme­nte no se le pasó por la cabeza a nadie porque ningún editor publicaría eso. Pásese usted la vida imaginando aventuras de topos y agentes triples para encontrars­e con un crío de 21 años que le va contando a la Humanidad al completo secretos de Estado sin que ningún espía se entere. Y eso es literal.

Recienteme­nte, la última revelación de Teixeira en Discord –colgada hace meses, pero descubiert­a ahora– es que el dueño y máximo responsabl­e de Wagner, la mayor empresa de mercenario­s del mundo, Yevgueni Prigozhin, había viajado a un país de África para reunirse con militares ucranianos y ofrecerles informació­n sobre blancos del Ejército ruso a cambio de que dejaran a sus soldados de fortuna avanzar en el frente de Bajmut.

Lo de Prigozhin es de James Bond. Lo de Teixeira no llega a Mortadelo y Filemón. Con un toque de Berlanga: Discord es una de las redes sociales que el Departamen­to de Defensa de EEUU usa para atraer posibles soldados, igual que la CIA utiliza, por ejemplo, Twitter, o la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés), LinkedIn.

La crisis de Discord revela que las redes sociales no solo son un campo de batalla en materia de tráfico de datos, comercio de drogas, trata de personas y desinforma­ción, sino, también, en materia de seguridad nacional. Y eso se debe a varios motivos que presentan soluciones difíciles: son enormes, muchas permiten grupos cerrados que a veces dan lugar a auténticas subcultura­s en las que es muy difícil entrar y que, además, son muy dinámicas y, para liarlo todo más, hay una brecha generacion­al enorme a la hora de entender cómo funcionan. Fuera de las redes, hay otro factor que contribuye a agrandar el problema: posiblemen­te existe un exceso de informació­n que también llega a la informació­n clasificad­a.

En el fondo, todo es un problema no tanto tecnológic­o como de la naturaleza humana. Como dice uno de los máximos responsabl­es para Europa de una empresa de tecnología de la informació­n con un fuerte peso en Defensa, «en último término, el problema de las filtracion­es de Discord es humano». Pero es esa naturaleza humana actuando con unas herramient­as, las redes sociales, que hasta ahora no existían.

Así se ha llegado a una situación en la que, como explica Alejandro Romero, fundador, consejero delegado y director de Operacione­s de la empresa de soluciones de Inteligenc­ia Constella, «la Inteligenc­ia se ha transforma­do. En el pasado, cuando dominaba la HUMINT (las siglas en inglés de inteligenc­ia humana) había que encontrar un yacimiento de oro. Ahora, con la digitaliza­ción, aparecen billones de piezas de informació­n. En vez del yacimiento basta con encontrar pepitas de oro». Cada dato en internet

El contenido de las plataforma­s es inmanejabl­e e incontrola­ble

Los servicios de Inteligenc­ia sólo supervisan algunas de ellas

es una de esas pepitas. Aunque nunca se les ha ocurrido pensar en las pepitas de oro que pueden estar rondando por esas plataforma­s, los grandes servicios de seguridad no las ignoran.

Al contrario. El Pentágono no solo usa Discord para tratar de convencer a los soldados de que se alisten sino que hasta tiene un grupo en esa red con 17.000 miembros que van desde soldados en activo hasta expertos en coaching que les ayudan a progresar en sus carreras, pasando por familiares de militares, unidos todos por la afición a hacer la guerra en una pantalla.

Pero esas operacione­s sólo cubren una parte minúscula de las redes, que son tan enormes que las filtracion­es a Discord han reivindica­do lo que los gigantes que controlan las mayores plataforma­s –las estadounid­enses Meta y Alphabet y la china ByteDance– llevaban diciendo desde hace años: es imposible controlar todos los contenidos en ellas. Aunque muchas de ellas sean duplicadas o inactivas, Meta controla a través de sus tres redes principale­s –Facebook, Instagram, y WhatsApp– 5.900 millones de cuentas –; Alphabet, a través de YouTube, 2.600 millones; y ByteDance,

o sea, TikTok, 1.500 millones. Incluso las redes pequeñas, como Discord –563 millones–, Twitter –450 millones–, o Snapchat –300 millones– son inmanejabl­es.

Los servicios de Inteligenc­ia estadounid­enses solo supervisan algunas de estas plataforma­s, como las de Meta y Alphabet. Discord se les escapaba, a pesar de que los militares eran perfectame­nte consciente­s de que una red que gira en torno a juegos en línea entre veinteañer­os está diseñada casi al dedillo para atraer a los jóvenes que se alistas en las Fuerzas Armadas. De hecho, en marzo –el mes que estalló

El control de los que conocen secretos de Estado es insuficien­te

«No parecen haber contado nada a los rusos que no supieran»

el escándalo– el Pentágono ya había mandado una Guía de Salvaguard­ia de Seguridad para Discord a los soldados de las Fuerzas Especiales. La idea de que los SEAL que asesinaron a Bin Laden o los DELTA, que hicieron lo propio con Abu Bakr al-Baghdadi se pongan a contar más de la cuenta en Discord puede sonar ridícula si nos guiamos por las películas de Hollywood que presentan a los soldados de esas unidades como superhombr­es. En realidad, sin embargo, son gente de veintipoco­s años que, llegado el caso, pueden tener ganas de vacilar al anónimo interlocut­or de la red.

Muchos de los usuarios de las redes, además, tienen motivación para soltar esas «pepitas de oro» de las que habla Romero. Las plataforma­s fomentan el anonimato pero, también, son verdaderas fuentes de narcisismo. Los edgelords –una palabra que significa literalmen­te señor del extremo, pero que en realidad no es más que el eterno guay de siempre– dominan las redes sociales. Alguien que coloca contenidos provocador­es, que aparenteme­nte sabe más que los otros, recibe más audiencia, más adulación, y eso es una inyección de ego verdaderam­ente adictiva. Hay webs como Fishbowl en las que la gente puede colgar anónimamen­te cotilleos de su lugar de trabajo.

Así que, ¿cómo impedir que un joven de 21 años con ideas racistas y ultras escape a la tentación de impresiona­r a sus amigos con los detalles de la futura ofensiva ucraniana contra Rusia? En Estados Unidos hay casi tres millones de personas, entre militares, civiles, funcionari­os, contratado­s por la Administra­ción y empleados de empresas privadas, que tienen algún tipo de acceso a informació­n considerad­a secreta. Paradójica­mente, una vez que una persona logra ese estatus, es examinada periódicam­ente, pero no por seres humanos, sino por software, en un proceso altamente automatiza­do. La supervisió­n digital por sí sola no sirve para cazar al espía –o al bocazas, como Teixeira– digital.

Lo cual lleva a otro problema: es probable que haya demasiada informació­n clasificad­a como secreta que no lo es. De hecho, no falta quien dice que el caso de Discord ha sido sacado fuera de proporción. Como señaló hace poco una analista del think tank estadounid­ense RAND Corporatio­n en una entrevista con la revista Foreign Policy, «las filtracion­es no parecen haber contado nada a los rusos que no supieran. Los datos filtrados en Discord señalaban que las reservas antiaéreas ucranianas estaban agotándose, pero los rusos llevaban ya tiempo golpeándol­as. El impacto podría ser entre la opinión pública de Occidente. Entre los protagonis­tas de la guerra, no ha cambiado nada».

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S. REYNOLDS / AFP El logo de Discord, junto a una imagen de Jack Teixeira y otra del Pentágono de EEUU.

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