Veto informativo en Turquía a los mítines del opositor a Erdogan
El país elige presidente tras una campaña desigual en los medios pro Gobierno
La falta de igualdad de oportunidades para poder hacer campaña electoral en los medios de comunicación marca la recta final de la segunda ronda de las elecciones presidenciales en Turquía. Las encuestas apuntan a una victoria del actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde hace más de 20 años. El mandatario se quedó cerca de renovar su cargo con el 49,5% de los votos en la primera ronda, cuatro puntos y medio por
La incertidumbre domina tanto los resultados de los comicios de hoy como el rumbo futuro del país. La coalición de extrema derecha del presidente Tayyip Erdogan y la alianza de la oposición liderada por el laicista Kemal Kiliçdaroglu ofrecen dos visiones del mundo totalmente distintas. Por eso, las elecciones tienen importantes implicaciones tanto para el futuro económico del país como para su encima de su contrincante, Kemal Kiliçdaroglu.
Erdogan tiene más recursos económicos para desplegar su propaganda en las calles y una clara ventaja para comunicar su propuesta electoral en los medios. La mayoría de televisiones, posición en el equilibrio geopolítico de poder.
La oposición parece contar con un apoyo mayoritario en las grandes ciudades, en la costa y en el este de Turquía dominado por los kurdos. Las elecciones podrían marcar el final del reinado de dos décadas del presidente Tayyip Erdogan, abriendo las perspectivas de una Turquía más democrática y favorable a Europa, aunque más inestable. Pero no hay que descartar a Erdogan. El hombre fuerte de Turquía puede conseguir mantenerse en el poder a pesar de la disminución de su apoyo. Y si gana, dado que se enfrenta a una mayoría opositora en los centros urbanos clave de Turquía y a una economía en quiebra, también enfrentaría tiempos difíciles. radios y periódicos del país están en manos de empresas cercanas a su Gobierno. Estos medios han transmitido todos los mítines de Erdogan, declaraciones e incluso sus ataques a su contrincante en las urnas, Kemal Kiliçdaroglu, sin dar espacio
En el frente económico, los mercados ya han demostrado que prefieren a la oposición. Una victoria de Erdogan supondría un mayor afianzamiento de políticas poco ortodoxas y un periodo de «declive controlado» de la sociedad y la economía turcas.
Los vientos en contra económicos y el malestar social le harán muy difícil dirigir Turquía con la misma facilidad con la que lo ha hecho durante la última década. Gobierne quien gobierne, heredará una difícil situación macroeconómica, que podría incluir una devaluación de la moneda, y un desordenado conjunto de leyes y reglamentos aprobados en los últimos años sobre comercio, banca e industria financiera.
El devastador terremoto que sacudió el sur de Turquía el 6 de febrero de 2023 ha a la oposición para replicar sus palabras. El caso más significativo es el de la televisión pública TRT, que ha emitido 48 horas de campaña de Erdogan, respecto a los 32 minutos de Kiliçdaroglu.
Días después de los primeros comicios Erdogan admitió en una entrevista televisada haber mostrado un vídeo manipulado durante su campaña, en el que vinculaba a Kiliçdaroglu con la guerrilla kurda PKK, considerada una organización terrorista en Turquía. Ese vídeo apareció en varias televisiones y también se emitió en las pantallas gigantes desplegadas durante los mítines del presidente turco. traumatizado a la sociedad turca. A ningún país le habría resultado fácil salir indemne de un terremoto de proporciones tan enormes. En el plano político, ha arrojado luz sobre las consecuencias y disfunciones del estilo de Gobierno unipersonal e hipercentralizado del presidente Tayyip Erdogan, así como su creciente temor a perder el poder. El terremoto también ha puesto de manifiesto el vaciamiento de algunas de las instituciones clave de Turquía y el carácter omnipresente de la corrupción relacionada con la construcción. Estos problemas seguirán lastrando la sociedad y la economía turcas.
El terremoto y la posterior campaña también han agudizado la polarización y las divisiones en la sociedad turca. Erdogan
Esta desigualdad de oportunidades entre los candidatos ha forzado a Kiliçdaroglu a intentar encontrar nuevos espacios donde poder atraer votos. El candidato opositor se sentó durante siete horas con un famoso youtuber para responder preguntas de la ciudadanía. El vídeo ha superado las veinte millones de visitas. El creador de contenido, que apoya a Kiliçdaroglu, desplegó pantallas gigantes en varias ciudades del país para mostrar el mensaje del candidato. Imágenes en redes sociales mostraron a centenares de transeúntes siguiendo el debate político de pie durante horas.
Kiliçdaroglu también mandó mensajes SMS a la población para prometer mejoras económicas si gana, ante la crisis inflacionaria que azota el país durante meses, con una subida de precios del 100% en algunas ciudades. «¡Las elecciones del 28 de mayo son un referéndum para deshacerse de las grandes deudas o que el país quede atrapado en las deudas», señaló el mensaje del candidato. Pocas horas después, la autoridad responsable de las telecomunicaciones del país (BTK) advirtió a las teleoperadoras que está «prohibido hacer propaganda mediante el envío de vídeos, audios o mensajes escritos a direcciones de correo electrónico o móviles de los ciudadanos».
Kiliçdaroglu reaccionó en un vídeo publicado en sus redes sociales, en el que criticó que la BTK no ha prohibido los mensajes electorales del Gobierno que ha enviado constantemente durante la campaña, incluido mensajes de ministros y del partido de Erdogan, el islamista AKP. Pidió a la población que compartiera con sus conocidos su mensaje, en un intento de llegar al máximo número de votantes. Está por ver el efecto en las urnas de esta nueva estrategia electoral de la oposición.
Es la primera vez que Turquía celebra una segunda vuelta de presidenciales después de que ninguno de los candidatos alcanzara el 50%.
Erdogan perdió por primera vez una primera vuelta pero se aseguró una mayoría parlamentaria gracias a una coalición de partidos de ultraderecha e islamistas. El mandatario busca renovar su cargo promoviendo el desarrollo en infraestructuras y acusando a la oposición de vínculos terroristas. Kiliçdaroglu quiere atraer el voto con mejoras de la economía y con la promesa del retorno de los refugiados sirios que acoge Turquía.
Su rival, al que llegó a vincular con el PKK, no puede replicar
El contrincante del presidente emplea las redes y los SMS
enfrenta a un electorado que suma la mitad del país y que es profundamente anti Erdogan. Además, el presidente Erdogan también sufre cada vez más problemas para encontrar y mantener colaboradores de confianza. Muchos de sus lugartenientes más capaces han abandonado su partido, lo que hace que el presidente dependa crecientemente de elementos nacionalistas de extrema derecha, lo que exacerba aún más las tensiones que sufre el país.
El año pasado, los seis partidos de la oposición turca, liderados por el laicista Partido Popular Republicano (CHP), consiguieron superar sus divisiones y formar un frente unido denominado la «Mesa de los Seis» y unirse tras Kemal Kiliçdaroglu en la carrera presidencial. Kiliçdaroglu, de 74
años, es un antiguo funcionario de orientación socialdemócrata que se posiciona como una figura de transición antipolarizadora. Es la antítesis de Erdogan –voz suave, tendencia occidental y poco carismático– y promete devolver a Turquía al régimen parlamentario y al Estado de derecho.
La victoria de la oposición todavía es posible, pero está lejos de estar garantizada.
Una de las promesas del bloque de la oposición es volver a una agenda de política exterior transatlántica más tradicional y resucitar el moribundo proceso de adhesión de Turquía a la UE. Si gana, es probable que poco después de las elecciones la oposición ratifique el tratado de adhesión de Suecia a la OTAN para mostrar así su voluntad de mejorar los lazos de Turquía con Occidente.
No obstante, difícilmente se sumaría a las sanciones occidentales a Rusia.
El presidente Erdogan ve a Turquía como una potencia emergente que puede tener un pie en cada bloque, haciendo hábilmente de equilibrista entre Occidente y Rusia. Quiere navegar en solitario y crear una esfera de influencia turca en su vecindad y que el mundo reconozca a Turquía como una potencia regional en ascenso. Por eso, si gana, no cabe duda de que continuará con su giro euroasiático, afianzando el alejamiento de Europa y reforzando su posición como potencia media no alineada en la periferia de Europa. Sin duda, una consecuencia sería que el proceso de adhesión de Turquía a la UE sufriría un carpetazo definitivo y se cerraría.
Aun así, Turquía y Europa tendrían que establecer algún tipo de relación de corte pragmático, algo que interesaría a ambas partes. Erdogan también querría equilibrar su deriva con un acuerdo con Estados Unidos, pues ansía que tanto Washington como Bruselas reconozcan su liderazgo, dejen de darle la espalda y levanten el embargo de armas de facto impuesto a Turquía. A cambio, Erdogan podría aceptar ratificar la adhesión de Suecia a la OTAN. En cualquier caso, una victoria de Erdogan significaría la continuación del alejamiento de Turquía de Occidente y la profundización de su declive económico.
¿Cómo será el mundo en los próximos años? ¿Qué dirigentes serán los que llevarán las riendas, los que decidirán nuestro devenir, si habrá más paz o guerra, más justicia o desigualdad, más tensión o diálogo, más terror o derechos humanos? Se puede responder ya mismo. Sólo hay que mirar al mapa actual, desde las mayores democracias hasta los regímenes más autoritarios. No se esperan grandes cambios. Las mujeres, además, pueden seguir esperando. A falta de mayores sorpresas, no habrá una poderosa mirada femenina sobrevolando el planeta. Cinco reinos ya asentados se preparan para mantener su dominio e influencia. Se podría decir que «más vale lo malo conocido», pero en este caso lo conocido es muy malo...
Arrancando por las superpotencias, los protagonistas son de sobra conocidos. En el rincón oriental del cuadrilátero internacional se alza Xi Jinping (69 años), que este reciente mes de marzo ratificó su tercer mandato como líder del Partido Comunista, presidente de la República Popular
China y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Todo el poder en sus ambiciosas manos, que no le tiemblan si las tiene que estrechar con líderes parias o villanos. En el ángulo occidental, nos topamos ahora con Joe Biden (80 años), pero tras las elecciones de 2024 podemos encontrarnos con otro presidente estadounidense bien conocido: Donald Trump (76 años). El fuerte choque de Biden con Xi o las alianzas peligrosas de Trump –una forma de tensión u otra– marcarán la intensidad de los tumbos que dé el planeta.
Entre Washington y Pekín, se hallan los reinos de Moscú y Ankara. Respecto al primero (a no ser que, como decía en estas páginas Timothy Garton Ash, «los regímenes son robustos hasta que de pronto colapsan»), Vladimir Putin (70) seguirá acaparando la atención de todos y haciendo contener la respiración en especial a Europa. En relación al segundo, este mismo domingo es una jornada clave y, a no ser que se produzca en las urnas un inesperado resultado al más puro estilo Brexit, la alargada figura de Recep Tayyip Erdogan (69) se seguirá proyectando sobre el estratégico Bósforo y más allá.
Entre todos ellos, no podemos perder de vista a las monarquías árabes, de las que no se puede olvidar que son ampliamente influyentes, ya que gobiernan. Es el caso de Mohamed
VI en Marruecos (59 años), que se ha convertido en un imprescindible aliado de Estados Unidos. Y qué decir de los príncipes herederos Mohamed Bin Salman en Arabia Saudí (37) y su amigo Khaled bin Mohamed bin Zayed en Emiratos Árabes Unidos (41). Ojo aquí a la edad de los puños de hierro de Magreb y Oriente Próximo en comparación con la de todos los anteriores líderes citados.
Sin abandonar la región, tres menciones especiales más. El primero, para la monarquía republicana siria, con el regreso a lo Nicolás Maduro de Bashar Asad (57); el segundo, para el régimen militar anclado en Egipto con Abdelfatah Al Sisi (68); y el tercero para Benjamin Netanyahu (73 años), que ha vuelto al Ejecutivo israelí removiendo todos los cimientos y poniendo a flor de piel a su sociedad.
Muchos pueden echar de menos a Narendra Modi, el primer ministro indio (72 años), o a latinoamericanos como el que ha regresado a primera línea a sus 77 años, el brasileño Lula da Silva. Por no hablar de la Unión Europea, cada vez más convertida en una isla que batalla por mantener su alma o esencia: la valores de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y los derechos humanos.
Dependiendo de dónde se ubique el ciudadano en el globo, éste tendrá una visión u otra del nuevo orden mundial. Hay que abrir la mente y empatizar geográficamente, aunque sea sólo para intentar entender lo que está por venir y cómo se posicionan los demás, así como para no vernos atrapados en torbellinos geopolíticos y remolinos geoeconómicos creados por corrientes dispares peligrosas (como nos puede ocurrir más en concreto a los europeos).
Una encuesta del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) es un claro ejemplo. A la pregunta de cuál era su visión sobre Rusia, los encuestados de los países occidentales describían Moscú como un «adversario» o «rival» (77% en Reino Unido, 71% en EEUU y 65% en nueve miembros de la UE). Por el contrario, otros lo calificaron como «aliado» y «socio» (India, 77%; China, 76%; Turquía, 73%). La brecha mundial está bien clara y pinta mal.
El mundo se está volviendo vertical. Así lo defiende una corriente de analistas internacionales que lo sustentan en las divisiones actuales y futuras entre países, prácticamente como si estuvieran separados por vallas o muros. Y no sólo por sus intereses o afinidades geoestratégicas, sino por sus empresas o por el acceso que tendrán (o no) en breve a la Inteligencia Artificial.
Esta nueva forma de globalización afectará mucho más al ciudadano, que no podrá escapar a los deseos y sendas que tomen sus mandatarios. Dice el gurú John C. Maxwell que un auténtico líder es aquel que posee «la facultad de mejorar a las personas de un área, a través de la guía u orientación». Veremos dónde nos llevan los reyes de los cinco reinos.
El fuerte choque de Biden con Xi o las alianzas peligrosas de Trump marcarán los tumbos que dé el planeta
Hay que empatizar geográficamente
Los europeos tenemos especial peligro de vernos atrapados