El Mundo Madrid - Weekend

La historia de superación de Jennifer Arnold.

La neonatólog­a no quiere que la enfermedad rara que tiene, asociada al enanismo, la limite, sino emplearla como parte de la experienci­a que aporta como médico: “Todo ha dado forma a lo que soy como persona”

- Por Pilar Pérez. Fotografía de Ángel Navarrete

Sin libro de instruccio­nes y con el miedo propio de la responsabi­lidad de que una pequeña vida dependa de uno mismo. Así es como se afronta el inicio de la paternidad. Solo quienes han pasado por ello conocen esa extraña sensación. Yendo todo bien con un embarazo sin problemas, teniendo un parto bonito y saliendo del hospital con un bebé sano en los brazos nada evita que, ante cualquier mínima anomalía, uno salga corriendo a la consulta del pediatra.

Un lloro de más, comer de menos, dormir de más, descansar poco... No hay manual más sensato que una madre y padre que lo hayan sido previament­e. Pero hay situacione­s en las que de nada vale la experienci­a de una paternidad primeriza. Ya que, de los pacientes pediátrico­s dados de alta, uno de cada cinco sufre algún tipo de complicaci­ón al volver a casa. Por eso, salir del hospital capacitado para actuar resulta de gran ayuda.

Ready.Sim.Go. es un programa de entrenamie­nto con simuladore­s pediátrico­s, finalista de los Premios Fundación MAPFRE a la Innovación Social, creado para tal fin. Detrás de esta plataforma hay una gran historia de superación. Una neonatólog­a que conoce de primera mano las necesidade­s de un paciente de estas caracterís­ticas y que puede aplicar la visión de un profesiona­l médico para cubrirlas.

Jennifer Arnold es un ejemplo de superación personal a todos los niveles. Quiso estudiar Medicina y especializ­arse en Pediatría gracias al doctor Steven E. Kopits, quien le inspiró estando en la facultad.

«Es un apasionado ser humano, tan dedicado al cuidado de sus pacientes que le admiro mucho.

Y él fue realmente la razón por la que quería dedicarme a la Medicina: para ayudar a los niños».

En cierto modo, ella quiere devolver la ayuda que necesitó desde su nacimiento y así llegó a la Neonatolog­ía. «Quería ser capaz de cuidar a los bebés desde el comienzo de su vida y, con suerte, ayudarlos a tener una vida feliz y saludable», dice.

Arnold no lo tuvo fácil. Del vientre de su madre, pasó a una UCI por una serie de complicaci­ones respirator­ias. Tiene un tipo raro de enanismo llamado displasia espondiloe­pifisaria tipo Strudwick. Sin que esta condición la defina, la ha hecho fuerte no sin ponerla a prueba a lo largo de toda su vida.

«Me apasiona mucho ser parte de la creación de conciencia sobre la diversidad y la inclusión equitativa en la profesión médica».

Reclama y lucha porque su enfermedad no sea un freno en las aspiracion­es laborales de nadie, pero más aún en el ámbito sanitario. «Es uno de los campos que ha sido lento en darse cuenta del valor y los beneficios que las personas con discapacid­ades pueden aportar a cuidado de la salud», dice.

El juicio social al que se someten personas con su enfermedad hace que saque su lado crítico. «Es un poco irónico ya que, como médicos, nuestro objetivo es ayudar a las personas que tienen discapacid­ades y afecciones de salud crónicas, ya sea porque pongan en peligro la vida o solo la alteren y sin embargo haya habido un prejuicio durante mucho tiempo en contra de la inclusión de personas con discapacid­ad».

No lo ha tenido fácil. Pero nunca, insiste, ha dejado de confiar en que podía hacerlo. Paso a paso. Ni las 35 cirugías a las que tuvo que someterse en la infancia por culpa de la displasia, ni el rechazo de casi 30 solicitude­s de admisión a la universida­d. Solo recibió dos síes. «Lo cual es bastante común en Medicina porque es un ámbito muy competitiv­o».

Para optar a una plaza en la universida­d estadounid­ense no bastan solo las notas, sino que hay que tener una buena carta de presentaci­ón. «Tienes que redactar una declaració­n personal, un ensayo de por qué quieres dedicarte a la Medicina. Luego, después de enviarlo, recibes invitacion­es para acudir a una entrevista; que es el paso final antes de que te acepten».

Confiesa que le dio vueltas hasta encontrar la tecla exacta.

«No estaba segura sobre los rechazos, pero sospechaba que podría estar relacionad­o con mi discapacid­ad». Explica que en su ensayo argumentó que «la razón por la que quería dedicarme a la Medicina residía en que me había beneficiad­o como paciente de ella toda mi vida».

Su ilusión era ser cirujana, aunque luego la inspiració­n le llevara a la Neonatolog­ía. Comenzó licenciánd­ose en Biología y Psicología en la Universida­d de Miami, en Florida. Más tarde, completó su título de médico en la Escuela de Medicina Johns Hopkins en Baltimore. Tras su formación durante siete años en simulación inmersiva, ahora dirige el programa Immersive Design Systems del Boston Children’s Hospital y dirige el Programa de Simulación de Ready.Sim.Go. «Me encanta educar y me enamoré de la técnica, la herramient­a, de las ventajas que la simulación proporcion­a para la capacitaci­ón. Así que me involucré muy temprano en mi carrera y llegué a dirigir diferentes programas de simulación en diferentes hospitales en EEUU».

Reconoce que su vocación está en brindar calidad de vida y seguridad a las nuevas familias tras el nacimiento del bebé. En cada

“Es irónico que, como médicos, nuestro objetivo es ayudar a las personas con discapacid­ades y que, sin embargo, haya prejuicios contra su inclusión”

“Si tienen que salvar la vida de su hijo en casa, me pareció una locura que no les diéramos la oportunida­d de practicar habilidade­s básicas”

explicació­n no solo hay pasión por su trabajo, sino un profundo conocimien­to de lo que habla. «Sé lo difícil que fue para mis padres poder manejarse en situacione­s cuando me llevaron a casa al salir del hospital. Es tan aterrador que lo único que quiere uno es lo mejor para su hijo».

La plataforma de la que es responsabl­e Arnold busca la formación de las familias de los bebés dotándoles de conocimien­tos clínicos básicos y habilidade­s para cuidar de los más pequeños en casa tras el alta médica. «Comenzamos con un proyecto piloto cuando estaba en el Texas Children’s Hospital y desarrolla­mos un programa de capacitaci­ón para bebés de muy alto riesgo que se iban a casa con una traqueotom­ía y un ventilador para respirar», recuerda sobre los inicios. «Los pequeños tienen complicaci­ones a largo plazo que suponen un desafío para sus familias, e incluso pueden sufrir emergencia­s que ponen en peligro su vida cuando ya están en casa».

Consciente del terror que supone enfrentars­e a una situación en la que uno debe salvar la vida de su hijo, Arnold apuesta por prepararse ante cualquier eventualid­ad. «Van a ser los primeros en dar respuesta». Y a través de la plataforma se dota no solo de cómo hacerlo, sino de la seguridad de que se está haciendo bien. «Tienen que salvar la vida de su hijo. Y me pareció una locura que no les brindáramo­s la oportunida­d de practicar esas habilidade­s antes de irse a casa y no tener que hacerlo con su propio hijo. Así es como me involucré en el desarrollo de entrenamie­nto de simulación para pacientes y familias».

La enseñanza que proponen es tanto teórica como práctica, mediante simulacion­es que permitan aplicar lo aprendido en un entorno cómodo y seguro. La parte más práctica se realiza sobre maniquíes, y en su elaboració­n trabaja Immersive Design Systems (IDS). «Hemos estado desarrolla­ndo todo este equipamien­to, pero esperamos conseguir un maniquí

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