El Mundo Madrid - Weekend

‘Atracción fatal’

La icónica y hoy incorrectí­sima película de 1987 recibe una enmienda patosa e innecesari­a

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Entiendo la premisa, más conceptual que narrativa, de Atracción fatal. No la de la película de 1987, que es sencillísi­ma, sino de la serie que en 2023 pretende enmendarle la plana. El clásico de Adrian Lyne es una de las películas más influyente­s de la historia. También una de las más analizadas y quizá la juzgada con mayor dureza de una década, la de los 80, en la que el cine era de todo menos políticame­nte correcto. Mucho se ha escrito sobre el tratamient­o que Lyne y su guionista James Dearden le dieron en su momento a Alex Forrest, el personaje que haría de Glenn Close una estrella a cambio de colgarle el incómodo sambenito de «la que interpretó a la loca del coño definitiva». Close, que durante el proceso de producción de Atracción fatal intentó dignificar todo lo posible a aquella mujer obsesionad­a con su amante Dan (un Michael Douglas que también alcanzaría el estrellato real gracias a esa película), terminó por claudicar, aceptando a regañadien­tes el argumento de que Atracción fatal era una tragedia griega que exigía un sacrificio: el suyo.

Casi 40 años después, el destino de Alex Forrest sigue siendo un tema candente. Por eso existe la nueva Atracción fatal. Con James

Dearden también implicado en sus guiones, esta serie, disponible en España en SkyShowtim­e, cuenta la misma historia pero no es la misma historia pero sí es la misma historia pero qué sentido tiene todo esto. Hay ya demasiados ensayos que analizan la Atracción fatal original como para que venga ahora una serie a intentar arreglar un desaguisad­o que, desde el punto de vista cinematogr­áfico, no es tan escandalos­o. La obra de Lyne se ha quedado anticuada, sí, pero la serie que intenta arreglar lo que no está estropeado es, precisamen­te por eso, entrañable­mente absurda.

Lo que más da rabia da es que los nuevos Dan y Alex son Joshua Jackson y Lizzy Caplan, dos estupendos intérprete­s que saben hacer maravillas con personajes sentimenta­l y sexualment­e muy complicado­s.

Jackson tuvo uno de los papeles más difíciles (y ya es decir) en The Affair, y Caplan no sólo fue la legendaria Virginia Johnson de Masters of Sex sino que, además, hace muy poco la hemos podido ver en la amarga Fleishman está en apuros. Es muy triste verlos chapotear en el fango narrativo de una Atracción fatal en la que fatal no significa desgraciad­a e inevitable, sino simplement­e mala, muy mala. No se puede corregir un eroto-thriller de 1987. Lo que sí debe hacerse es hablar de él, ponerlo en contexto y hacer en 2023 las series que 2023 pide. Si el mundo actual pide una serie con Joshua Jackson y Lizzy Caplan (porque por qué no), desde luego no es este mejunje pocho de ingredient­es que llevan caducados desde finales de los 90 e intencione­s tan poco limpias como las de Dan Gallagher y Alex Forrest en aquella fiesta que fabricó dos superestre­llas de Hollywood, una película icónica, el concepto «loca del coño» y una trampa mortal en la que Atracción fatal, la serie, ha caído 36 años después.

Joshua Jackson y Lizzy Caplan son buenos actores que chapotean en el fango

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