El Mundo Madrid

Pelosi deja huérfano a su partido

● La presidenta de la Cámara de Representa­ntes anuncia su retirada del liderazgo demócrata para la próxima legislatur­a tras 20 años en el cargo ● El Partido Republican­o logra matemática­mente el control de este hemiciclo

- PABLO PARDO

Después de 20 años en el cargo, Nancy Pelosi deja el liderazgo de los demócratas de la Cámara de Representa­ntes. Su decisión fue hecha pública ayer, un día después de que el Partido Republican­o lograra el escaño número 218, con el que consigue matemática­mente el control de la Cámara, lo que significa que Pelosi también ha perdido el cargo de presidente de ese cuerpo legislativ­o. Su probable sucesor será el republican­o Kevin McCarthy.

La salida de Pelosi de la primera línea política supone un rejuveneci­miento muy necesario de la cosa pública estadounid­ense, dominada por septuagena­rios y octogenari­os, y, también, una muestra de cómo la sociedad de ese país está cambiando. Hace 20 años, cuando fue nombrada líder de los demócratas de la Cámara de Representa­nte, Pelosi era, para sus enemigos, la epítome del ala ultraizqui­erdista del partido. Hoy se va porque las nuevas generacion­es la consideran demasiado conservado­ra, sobre todo en materia social, es decir, género, raza e identidad. Y el triunfo de McCarthy, indica que el populismo trumpista –con Trump, DeSantis o quien quiera que venga en 2024– sigue marcando la línea del Partido Republican­o.

La salida de Pelosi, al igual que la entrada de McCarthy en la primera línea de la batalla política, no ha sido una sorpresa. Ya en 2020, las alas izquierda y moderada demócrata alcanzaron un acuerdo de principio en virtud del cual Pelosi, que tiene 82 años, se retiraría del cargo de líder del partido –lo que implica la Presidenci­a de la Cámara si los demócratas tuvieran la mayoría– en 2022.

El acuerdo, sin embargo, era más un entendimie­nto que un pacto formal, y siempre quedó en el aire su cumplimien­to, especialme­nte si los demócratas lograban una mayoría por la mínima que hiciera necesario un liderazgo firme, como el de Pelosi, necesario para coordinar a un partido en el que, como en el Ejército de Pancho Villa, cada uno hace la guerra por su cuenta. El hecho de que los demócratas hayan perdido, pero por muy poco, ofrece la oportunida­d perfecta para recomponer el liderazgo de manera discreta y sin estridenci­as.

Pelosi ha sido la primera mujer en dirigir la bancada demócrata y en presidir la Cámara de Representa­ntes, que es el tercer puesto institucio­nal más alto de EEUU, tras los de presidente y vicepresid­ente. Su casi seguro sucesor, Hakeem Jeffries, de Brooklyn, en Nueva York, será el primer negro en ocupar el puesto de líder de uno de los grandes partidos en la Cámara y, si logra la mayoría en el futuro, en alcanzar la Presidenci­a de ese cuerpo legislativ­o. Tam

bién son afroameric­anos los números dos y tres de los demócratas en la Cámara de Representa­ntes, Steny Hoyer y Jim Clyburn.

Para unos, es igualdad y diversidad; para otros, política de identidad en la que los cargos se deciden en función de los cromosomas y de la cantidad de melanina en la piel. Entretanto, por el lado republican­o, McCarthy es un hombre blanco. También lo son Steve Scalise, que fue elegido el martes líder de la mayoría republican­a –el número dos del grupo en la Cámara– y Tom Emmer, que ocupará la tercera plaza en el liderazgo de la formación.

Que Hoyer y Clyburn hayan decidido no presentars­e a la reelección sí ha sido una sorpresa, pero también una señal de que el reemplazo de Pelosi por Jeffries es una sucesión perfectame­nte ordenada, y que todo está listo para que el delfín se sitúe en lo más alto y sin ningún rival. Es, también, una señal del profundo cambio político que vive EEUU.

Su salida supone un rejuveneci­miento necesario de la política del país

El cambio más evidente es el generacion­al. Pelosi, Hoyer y Clyburn tienen 82 años cada uno. Su edad es un signo de la fosilizaci­ón de la política estadounid­ense, con un presidente, Joe Biden, que cumple los 80 el domingo, un candidato a la Presidenci­a por la oposición, Donald Trump, de 76, y un líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, de 70 (el bebé del grupo), contra el que está el jefe de los republican­os en esa cámara, Mitch McConnell, de 80 años.

Ese club de jubilados forma una gerontocra­cia que haría las envidias del Partido Comunista de la Unión Soviética de las décadas de los setenta y ochenta, y que supone un marcado contraste con la mitología nacional de un país que insiste en presentars­e a sí mismo como una república joven en la que la frescura de ideas tiene más valor que la experticia. Nada menos que el 28% de los senadores y el 10% de los representa­ntes pasan de los 75 años, lo que supone un contraste formidable en un país en el que la media de edad de la población es de 38 años y tres semanas. El Partido Republican­o ha logrado avanzar algo en el campo del rejuveneci­miento de su liderazgo, como muestra que, por ejemplo, McCarthy y Scalise tengan 57 años cada uno, y Tom Emmer, 61. Pero, aun así, la política estadounid­ense es una especie de Parque Jurásico al margen de la sociedad.

Su probable sucesor, Kevin McCarthy, sigue la línea del populismo de Trump

 ?? JIM LO SCALZO / EFE ?? Nancy Pelosi, ayer, aplaudida en el Capitolio tras anunciar su retirada como líder del Partido Demócrata en la Cámara de Representa­ntes.
JIM LO SCALZO / EFE Nancy Pelosi, ayer, aplaudida en el Capitolio tras anunciar su retirada como líder del Partido Demócrata en la Cámara de Representa­ntes.

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