Sabina y el puritanismo
Se pasó del rigor católico al desmadre de los 6070-80; a partir del año 2000 se levantaron de la cama y descubrieron que la juerga había sido nuevamente controlada. Se acabó la censura y empezó el control del deseo con retórica no religiosa.
Comentaba Joaquín Sabina la otra noche en El Hormiguero: «A mí lo que no me gusta es la corrección política que hay ahora y esta especie de puritanismo, que esta vez es de izquierdas». El trovador de golferías, el que cantaba A las dos no era de día /a las seis ya era de noche, ha descubierto que la sociedad ha pasado de la marcha a una nueva moralidad.
Los nuevos puritanos desprecian y derriban las estatuas que no coinciden con su ideología o sus juicios morales. Han llegado a formar parte de los partidos y de los gobiernos como se ha comprobado en las recientes elecciones norteamericanas. Es allí donde nació ese nuevo puritanismo woke, que tanto extraña a Sabina. Tuvo un origen ortodoxo de izquierdas. Se movilizó contra la brutalidad policial con que se trata a los negros. Sus banderas luchaban contra el racismo, el machismo; apoyaban el indigenismo, el cambio climático, el feminismo radical, pero luego se fueron volviendo fanáticos e intolerantes y prohibían libros y profesores que les llevaban la contraria.
Para Trump, que ahora amenaza con volver a la Casa Blanca, los woke lefties son fascistas de extrema izquierda. Y el que puede ser su adversario en las elecciones presidenciales –De Santis, reelegido gobernador de Florida– también ataca a la cultura woke gritando que la han combatido en las escuelas, en las corporaciones. «Nunca», ha dicho, «nos rendiremos ante la mafia woke».
En España aún se les coloca en la progresía y el populismo; al otro lado del mar, con la izquierda peligrosa. Pero el miedo es que les jode que esa gente pueda gozar. El puritanismo siempre fue luterano, calvinista, anglosajón. Pero esta vez llega al Mediterráneo. Nos sermonean, nos predican y nos regañan los nuevos y raros progres. Sabina les contesta: «Ahora ya no soy tan de izquierdas porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver las cosas que están pasando. Y es muy triste».