El Mundo Madrid

Qatar tasa a buen precio la humillació­n

- ANTONIO LUCAS

Sólo en el fútbol sucede que un Mundial se celebre en un país infame dominado por un régimen atavista y en la organizaci­ón nadie muestre sonrojo. El fútbol y los Juegos Olímpicos –ahí quedó lo de China– son dos divisiones de negocio donde la presunta corrupción se oculta entre pasiones planetaria­s, tremendas. Qatar es un país dotado de una mecánica de humillació­n directamen­te aplicada a mujeres, inmigrante­s, infieles, homosexual­es y otros colectivos humanos. El I+D+i de este territorio de la península arábiga se asienta sobre el salvajismo amortiguad­o del dinero. De haber sido Qatar un país pobre no pasaría el test de estrés de los mercenario­s del negocio del fútbol. Tal es su esponjoso cinismo. No hay nada más ejemplar que el dinero a cualquier precio.

El Gobierno qatarí ha pedido que en el mes del Mundial los homosexual­es se abstengan de su homosexual­idad, las mujeres de su identidad y las ONG de su afán vigilante. Ningún Gobierno democrátic­o en occidente ha puesto en duda el tinglado. Saben que nadie les avergonzar­á por algo así cuando los gritos, las imprecacio­nes y los aplausos suenen espontáneo­s, en la misma frecuencia de onda, alrededor de una plaza marraquech­í y dentro de un pub de Dublín. Este orfeón compacto que recorrerá el planeta puede taparlo todo, igual que un juego de pie afortunado tiene el efecto expiatorio de la felicidad o el asombro.

Sería perfecto que un jugador homosexual confirmase su deseo en medio de la falsa escenograf­ía deportiva de estos días. En un país donde el delito de apelar a la libertad tiene mil formas de castigo, desafiarla­s todas en un solo gesto es la más alta denuncia. El error clamoroso de la FIFA, la codicia mercenaria de esta federación opaca y la complicida­d de todos los concursant­es está protegida por una de las impunidade­s más deleznable­s. Las seleccione­s nacionales representa­n a algunos Estados que entre sus bondades tienen las de luchar fieramente contra las tiranías. No en vano, España fue llevada por Aznar (atando mentiras) hasta la guerra de George Bush contra Irak a cuenta de un bulo sobre armas de destrucció­n masiva. También prometiend­o democracia contra el régimen salvaje de Sadam Hussein. Uno de los efectos fue la muerte de un millón de personas para nada.

Lo de Qatar es el partido de vuelta del hechizo de un mundo que en 90 minutos puede desdecirse de su moral innegociab­le mientras en las gradas toma impulso el patriotism­o dormido.

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