El Mundo Madrid

Hay que arreglar el Cupo vasco

- JOSU DE MIGUEL

LA ‘VASCOFILIA’ es una de las formas más acendradas de filantropí­a de la nación española. Yo mismo me beneficio a menudo de ella, pese a que mi falta de identidad periférica y de lengua propia me hacen perder encanto étnico frente a mis interlocut­ores. La última manifestac­ión filantrópi­ca ha tenido que ver con la renovación del famoso Cupo (aportación en el caso de Navarra), que como casi siempre coincide con las necesidade­s parlamenta­rias y presupuest­arias del Gobierno de turno, sea el de Rajoy o el de Sánchez. Los números. En el último lustro los ciudadanos vascos hemos pagado al Estado, por las competenci­as que no ejercemos, 1.403 millones anuales (año base que varía a la baja).

Los próximos cinco años pagaremos, en principio, 1.472. La Comisión Mixta del Concierto Económico, órgano opaco que parece acordar y decidir políticame­nte lo que se traslada a las Cortes, no ha explicado por qué la cifra no ha aumentado ostensible­mente desde que el Estado –y no la Seguridad Social– ha asumido el coste de las pensiones. Según Ruiz Soroa, de considerar­se esta nueva potestad, la cifra anual por el déficit acumulado pasaría de los 3.000 millones.

Nuestros constituye­ntes, en un alarde de imaginació­n constituci­onal que nunca dejo de ponderar, estabiliza­ron políticame­nte la nación española al integrar unos discutible­s derechos históricos en la Disposició­n Adicional 1ª de la Norma Fundamenta­l. Bien está, insisto. Sin embargo, el profesor Solozábal, que tanto nos ha enseñado e ilustrado en esta cuestión, viene advirtiend­o sobre los excesos de foralidad a los que parece conducir la vascofilia que tanto los partidos de derecha como los de izquierda no paran de practicar.

Hay que arreglar el Cupo vasco y la aportación navarra. Porque la Constituci­ón también contiene otros principios que debemos cumplir: la justicia fiscal y redistribu­tiva deviene de una exigencia de solidarida­d que está en el corazón de toda democracia que se precie. ¿O esto solo cuenta para los ricos considerad­os individual­mente? Las asimetrías territoria­les producen conflictos políticos imprevisib­les: lo mismo los catalanes sienten un agravio fiscal y se vuelven secesionis­tas, que el resto de los españoles empieza a cultivar un independen­tismo inverso.

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