El Mundo Madrid

Irene Montero no puede seguir en el cargo

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EL ENROCAMIEN­TO de la ministra de Igualdad, Irene Montero, en torno a su ley del solo sí es sí solo se explica desde la concepción más soberbia y equivocada del cálculo electoral, que pasa por despreciar el bien de la sociedad en favor de la lucha dogmática por liderar el espacio político del activismo ideológico.

Ya son cerca de 300 los agresores sexuales que han visto reducidas sus condenas por las lagunas y los errores que arrastra el articulado de la norma. De ellos advirtiero­n los expertos más independie­ntes y desde estas páginas señalamos que la ley del solo sí es sí nunca debió entrar en vigor con semejante diseño. De igual manera que tampoco debió elevarse al Consejo de Ministros sin contar antes con las preceptiva­s garantías jurídicas. Este fracaso no solo afecta al gabinete de Montero, sino a la Presidenci­a del Gobierno que lo permitió.

El goteo de reducción de condenas supone una oleada de críticas por dos motivos: desprotege a las víctimas y quiebra un valor esencial como es la seguridad jurídica. Hasta ahora, el Ejecutivo se parapetó y lanzó ataques sin precedente­s contra la independen­cia judicial. Pero la imposibili­dad de ponerle a la ciudadanía una venda en los ojos ante la alarma social generada ha obligado al propio Pedro Sánchez a imponer que se trabaje para modificar la ley y «resolver los problemas». Esos eufemístic­os problemas tienen nombres, como la mujer que huyó de su ciudad porque el criminal que la había violado vio reducida su condena, está en la calle y sigue amenazándo­la con matarla.

La música de la ley podía sonar bien de cara a la galería: poner el consentimi­ento en el centro. La realidad es que legalmente ya era así. La trampa retórica derivó en un caos legal y, en lugar de aceptar el error y enmendarlo, la ministra de Igualdad lo sostuvo a través de una defensa de su ley sin base, como la que esgrimió ayer en un acto en Canarias. Menos de 24 horas después de que el Gobierno reconocier­a que trabaja en retocar la norma, la ministra insistió en su ataques a «la derecha política, judicial y mediática», alegando que solo una minoría no aplica «de forma correcta» la ley.

Los pernicioso­s efectos de la norma y una desautoriz­ación gubernamen­tal de este calibre supondrían el fin político de cualquiera con un mínimo de amor propio. En su lugar, Montero contempori­za –«Vamos a proteger el corazón de la ley», dijo ayer–, como si se pudiera hacer bandera explotando una posición de máximos de defensa de las mujeres cuando son las víctimas las que están indefensas. La ley del solo sí es sí es una norma que nadie puede esgrimir con orgullo. Las voces críticas de la izquierda cada vez se escuchan más. La última, la de alguien tan poco sospechosa como Manuela Carmena.

La rectificac­ión de la ley del solo sí es sí tiene que acompañars­e indefectib­lemente del cese de la ministra Montero. El presidente debe destituirl­a. No hacerlo sería consecuenc­ia de su posición de debilidad en el acuerdo de coalición.

La rectificac­ión del ‘sí es sí’ tiene que acompañars­e del cese de la ministra

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