Japón renace en el tablero global
El secretario general de la OTAN visita Seúl y Tokio para estrechar lazos en la región
Dentro de casa, no están siendo tiempos fáciles para el primer ministro japonés, Fumio Kishida. Su popularidad se ha desplomado en las encuestas; la economía no llega a remontar tras la pandemia y presenta la tasa de inflación más elevada en cuatro décadas; cuatro de los ministros de su gabinete han dimitido en los últimos cinco meses por varios escándalos y su partido está salpicado por una estrecha relación con la polémica iglesia que está en el centro del asesinato del ex líder Shinzo Abe.
Fuera de casa, el escenario donde se mueve Kishida no podría ser más distinto. Su perfil diplomático ha crecido hasta el punto de relanzar a Japón como influyente potencia en el tablero global. Su cabeza asoma por todas las discusiones geopolíticas trascendentes entre las democracias liberales. Se ha convertido en un fuerte aliado contra la Rusia de Vladimir Putin y en un solicitado compañero de viaje en medio de la punzante amenaza de Corea del Norte y el desafío de China.
Todo ello se confirmó a mediados de enero con una gira internacional del japonés por las principales potencias del G-7. Este lunes, Kishida espera en Tokio al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien antes pasó por Seúl en medio de una gira asiática para reforzar los lazos con los socios en la región. Allí condenó el apoyo armamentístico de Corea del Norte a Rusia y habló de la necesidad de un planeta «interconectado en pro de la seguridad». «Creo que en un mundo más impredecible e incierto, es aún más importante que los países que creen en la libertad y la democracia en un orden internacional basado en reglas se mantengan unidos», dijo Stoltenberg en su reunión con el canciller surcoreano, Park Jin-in.
Japón, la tercera economía mundial, lleva meses acercándose cada vez más a la OTAN, trabajando conjuntamente con la Alianza en programas de seguridad cibernética o realizando ejercicios militares. Hace unos días, mientras en Occidente se decidía finalmente enviar tanques a Ucrania, en Japón había rumores sobre que el apoyo popular cada vez más fuerte que hay hacia Ucrania puede empujar a que los parlamentarios se sienten para debatir si levantan la regla autoimpuesta de no enviar armas ofensivas a un país involucrado en un conflicto.
Eso sería un paso histórico más después de aprobar el mayor rearme en décadas y la propuesta de expandir una base militar en una pequeña isla al este de Taiwan. Un giro total que rompe con su tradicional Constitución pacifista y del que Kishida sacó músculo durante su paseo relámpago por Francia, Italia, Reino Unido, Canadá y EEUU. En París, el presidente Emmanuel Macron le prometió fortalecer «acciones conjuntas en el Indo-Pacífico», en referencia a hacer ejercicios militares de la mano en la región. En Roma, el japonés acordó con Giorgia Meloni formar una «asociación estratégica». En Londres, firmó un acuerdo de defensa con Rishi Sunak que permite a los dos países desplegar fuerzas militares en el territorio del otro. En Ottawa, el encuentro con Justin Trudeau se centró en profundizar la relación comercial. En Washington, Biden no escatimó en elogios a su colega por sus movimientos fortaleciendo las defensas de su país.
A finales de 2022, Tokio se lanzó hacia un rearme histórico: aprobó unas nuevas directrices de Defensa que incluyen un gasto de 43 billones de yenes (alrededor de 295.000 millones de euros), elevando el gasto militar del 1% que se había mantenido desde la década de 1960, al 2% del PIB durante los próximos cinco años, lo que convertirá al país en el tercer mayor gastador militar del mundo después de EEUU y China.