TENGO MÁS QUE VER CON UN CINEASTA ESPAÑOL QUE CON UNO DE HOLLYWOOD”
El director insiste en reflexionar sobre el poder de las fábulas en ‘Llaman a la puerta’, una propuesta apocalíptica que retoma parte de las preocupaciones que le han ocupado en toda su filmografía
vez es más difícil distinguir lo que es cierto de lo que no.
El problema de tener acceso directo a todo es que accedes con la misma rapidez y simplicidad a la verdad que a una historia inventada. Si diez personas se ponen de
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acuerdo para crear una teoría de la conspiración o para cometer un acto violento, las herramientas para organizarse están ahí al alcance de cualquiera. Es fácil mentir y que no se note. Por eso nos hemos radicalizado tanto. Esa es otra dimensión del miedo que nos trae el mundo moderno. No pasa nada si a cuatro indocumentados les da por creer que la tierra es plana, pero si se convencen de que para conseguir sus fines tienen que matar a alguien, entonces tenemos un problema.
¿Por qué nos fascinan tanto las teorías de la conspiración?
El golpe de adrenalina que te procura el desvelamiento de un misterio es el que ofrece una teoría conspirativa. Darte cuenta de repente de algo oculto engancha. Es el mismo mecanismo que muchas de mis películas. A todos nos encanta esa sensación. La misma razón por la que la gente viene a mis películas es por la que aman las teorías de conspiración. Te sientes inteligente, te sientes poderoso. Es realmente satisfactorio sentir que tú, sólo tú, tienes la visión global de algo.
En el centro de buena parte de su cine, esta película incluida, se encuentra la religión como, precisamente, la gran teoría de la conspiración para entender el mundo. ¿No es esto algo sacrílego?
Bueno, es así. Puede sonar controvertido, pero
P. R. P. R.
la religión no es más que una narración, una parte de la mitología. La religión es un cuento de hadas para entender lo que ocurre y para transmitir valores; para que puedas ir por la vida y que haya alguna fuerza que nos vincule como sociedad. Nos contamos historias unos a otros sencillamente para poder interactuar y poder salvarnos juntos de las garras del león que nos amenaza. Es la narración, y la religión es una más, la que nos ha hecho la especie dominante. Para mí no hay diferencia entre la mitología que proponen los cómics, por ejemplo, de cualquier otra. Y me dedico a lo que me dedico porque me encanta crear mitologías.
Digamos que ve el cine como una religión y se ve a sí mismo como un sacerdote de esta nueva fe...
Probablemente sea la mitología más efectiva porque es la que más gente reúne a su alrededor. ¿Cuántos vienen a ver mis películas? ¿30 o 60 millones? Es absolutamente asombroso. Es increíble, pero también es una gran responsabilidad, claro. Y, además, dice mucho de nosotros y del propio cine
P. R.
¿Crisis? Para nada estoy de acuerdo con esa afirmación.
Bueno, es lo que parece tras la irrupción de las plataformas y por los movimientos de las grandes productoras más preocupadas por las series que por el cine...
Es una narrativa que se está imponiendo y que no es cierta. Pase lo que pase, la humanidad lleva reuniéndose alrededor del fuego para contarse historias desde la época de las cavernas. Si algo nos ha enseñado la pandemia es que el aislamiento nos enloquece. No estamos pensados como especie para vivir solos. El Covid no fue sólo terrible por las muertes sino por el miedo a los demás. Y eso nos anulaba completamente. Por eso, hay una nueva necesidad de estar juntos. Salgo a la calle y veo los restaurantes y los
R. P. R.
en comunidad. Han gastado millones en hacer películas para plataformas. ¿Cuántas de ellas son relevantes? Ninguna.
P. Cambiando de tema, uno de los aspectos de su última película es que la familia está formada por una pareja homosexual sin que este hecho juegue ningún papel en la historia. ¿Le preocupa?
No. Es una familia con las mismas dudas, miedos y sufrimientos de todas las familias. Es más, como narrador me siento más unido a su historia de amor que a otras historias que he contado en el pasado con parejas heterosexuales. No sabría explicar por qué... Pienso en Sidney Poitier. Todo el mundo veía claramente al personaje que interpretaba y se identificaba con él independientemente del color de la piel del espectador.