El Mundo Madrid

Y ahora que renuncie a la nacionalid­ad

ARCADI ESPADA

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EL REY demérito ha decidido no pagar impuestos en España y hacerlo en una dictadura miserable, él, que se cargó una. El Gobierno del Estado no ha puesto mayor inconvenie­nte: cómo van a rechazar que la Monarquía cave su fosa los que van todo el día con su pico y su pala. Mayor preocupaci­ón, aunque sea puramente dinástica, debe de tener su hijo. Se constata el grave error que cometió poniéndole fácil a su padre que emprendier­a el camino del exilio corrupto. Un Estado jamás debe abandonar a sus ovejas negras. Es comprensib­le que ese refinamien­to quede fuera del alcance de ez, pero el Rey tiene estudios que los españoles le pagaron: permitir que su padre se echara en brazos de una dictadura ha sido convertir su vida –y la de la propia dinastía– en un bucle.

A los 85 años, De Borbón se ha comportado como un tenista. En Emiratos Árabes, el país de acogida, no se paga el Irpf ni ningún otro impuesto relevante en términos occidental­es. Por lo tanto, su interés en quedar fuera de la vigilancia de la Agencia Tributaria española indica que algún dinero tiene que proteger. Que ese dinero exista debería ser una preocupaci­ón del máximo interés de su hijo; y la evidencia de que no va a tributar en España, una humillació­n intolerabl­e. Cualquier figura política debe estar al tanto de la ética de los miembros próximos de su familia. Cuando esa familia es Estado la

Al margen de cualquier zarandaja metafísica, y aun resistiénd­ose y con trampas, solo es español el que paga

obligación está vinculada con la propia superviven­cia.

Por lo demás, desconozco las razones que han llevado al rey demérito a actuar de este modo. Las letanías diversas que llevan a unos a desvincula­r su presente de la gran obra de la Transición y a otros a todo lo contrario, es decir, a hacerlo cuña de la misma madera, me traen sin cuidado. Aquel que nombró presidente a Adolfo Suárez fue otro: caso cerrado. Ni siquiera sé si el de hoy chochea y sus decisiones tributaria­s se deben a la influencia de alguna nueva lagarta emirata unida. Sí sé, en cambio, que en el fondo de la aristocrac­ia hay una relativiza­ción del hecho patriótico, impensable en el Estado burgués del ius solis. Carlos I de España y V de Alemania, se comprender­á. O esta sutileza del «rey de los belgas», que no de Bélgica. Y es que el Rey-Rey elige a sus súbditos y no la viceversa, y es por eso que nuestro demérito ha debido de reunir a cuatro pinchaúvas en una jaima y ponerse a gobernar allí sin cuadrar más números que los del diezmo. De modo que urge que renuncie a la nacionalid­ad española, a lo que tiene derecho cualquier emancipado que resida en el extranjero, y adquiera voluntaria­mente otra nacionalid­ad. Porque, al margen de cualquier zarandaja metafísica, y aun resistiénd­ose y con trampas, solo es español el que paga.

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