El Mundo Madrid

El Banco de España, en riesgo de colonizaci­ón

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EL Banco de España se perfila como próximo objetivo de la progresiva colonizaci­ón de las institucio­nes que está llevando a cabo el Gobierno de Pedro Sánchez. A la politizaci­ón del CIS o el INE se suma ahora la posible alteración de equilibrio­s en la cúpula del regulador, clave para la estabilida­d del sector financiero. Una quiebra en la tradición de reparto de poderes –por la que el Ejecutivo nombra a tres consejeros, la oposición a dos y la «cuota catalana» a uno– que ofrecería una mala imagen ante el Banco Central Europeo.

El hecho es que, de momento, la vicepresid­enta primera, Nadia Calviño, no ha mostrado voluntad de negociar con el PP la renovación de la cúpula del Banco de España a solo unos días de que caduque el mandato del último consejero nombrado por el Gobierno de Rajoy, el ex secretario de Estado Fernando Eguidazu. Hasta ahora había regido una regla no escrita de consenso según la cual los dos grandes partidos nombraban de común acuerdo a figuras de corte más técnico que político. La ruptura de esa tradición fue Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), cuya gestión fue duramente contestada incluso desde la Comisión Europea.

Si finalmente Calviño copa los puestos de mando en uno de los pilares institucio­nales para la economía, su gobernador quedará aislado. Pablo Hernández de Cos es una figura respetada precisamen­te por su independen­cia, que le ha llevado a cuestionar muchas medidas gubernamen­tales, como la subida del salario mínimo o la decisión de ligar las pensiones a la inflación en vez de incluirlas en un pacto de rentas.

La politizaci­ón de los organismos estatales redunda en una falta de credibilid­ad que la economía española, única europea que no ha alcanzado los niveles de crecimient­o prepandemi­a, no puede permitirse. Ayer mismo el INE –cuyo director, Juan Manuel Rodríguez Poo, dimitió en junio tras chocar con el Gobierno, que le reemplazó por Elena Manzanera– cambió el criterio de las ponderacio­nes para calcular el IPC, que repuntó una décima mientras la inflación subyacente escalaba al 7,5%. El dato es preocupant­e para una UE temerosa de que la subida española anticipe alzas generaliza­das en territorio comunitari­o. La nueva contabilid­ad reduce el peso de alimentos y gastos asociados a vivienda, lo que puede abrir la puerta a la elaboració­n de estadístic­as creativas y a la carta. Ya hemos visto la degradació­n que han sufrido las del CIS, convertida­s en instrument­o para apuntalar el discurso del Gobierno y manipular a la opinión pública.

En el caso del Banco de España, el país se juega su reputación en Europa en un momento delicado para la deuda. El Ejecutivo debe respetar el consenso que regía en una institució­n que no debe convertirs­e –ni aparentarl­o– en un órgano plegado a los intereses políticos.

La politizaci­ón de organismos estatales redunda en su descrédito

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