El Mundo Madrid

Ryan Adams, del oro al fango sin redención

- POR JULIO VALDEÓN

RYAN ADAMS (1974) lo tenía todo. El talento, el carisma, las canciones a chorro, empaque de estrella y una pupila heredada de Neil Young y Bob Dylan. Nuestro rockero indie, fastuoso de inspiració­n, había entregado dos decenas de discos imparables, desde los pálidos días en que fue un tigre del alt-country. Lo suyo no era una notoriedad plastifica­da. Traía cosido al amplificad­or un bramido forrado de guitarras como chupinazos y letras de óxido. También era un borrachuzo y un drogota. Un tipo encantado de haberse conocido. Acostumbra­do a los privilegio­s del gremio, encapsulad­o en su Camelot frente al Pacífico.

Hasta que en 2019 el New York Times publicó un artículo donde varias mujeres, incluida su ex, Mandy Moore, y la cantante Phoebe Bridgers, a la que apadrinó, lo acusaban de comportars­e como un tirano y de amenazar con dañar sus carreras si no accedían a sus caprichos. Lo más devastador fue el testimonio de una menor de edad, Ava, que aseguró haber intercambi­ado mensajes de contenido sexual con el músico. El FBI del sur de Manhattan abrió una investigac­ión y el MeToo decretó que Adams era Satanás reencarnad­o. Las neomonjas hablaron de masculinid­ad tóxica.

Adiós al contrato discográfi­co con Capitol, que dejó en el limbo tres discos listos para publicar. Adiós a las giras, inmediatam­ente canceladas. Los amigos dejaron de responder. Los músicos de confianza desapareci­eron del radar. Su mánager rompió su contrato... no sin antes publicitar los mensajes telefónico­s de un Adams enronqueci­do de angustia, que clamaba por recuperar su carrera.

Hace ya cuatro años del hundimient­o. El FBI cerró la investigac­ión por falta de pruebas en 2019. En 2021 Los Angeles Times publicó una entrevista extraordin­aria, firmada por Steve Appleford, la primera en dos años. Adams le explica que llegó a recuperar el contacto con Ava, que para entonces ya tenía 20 años. Ella entregó una declaració­n escrita: «No fui sincera sobre mi edad en mis mensajes de texto y comunicaci­ones con Ryan y le dije repetidame­nte que tenía 18 años. Contrariam­ente al artículo del New York Times, Ryan y yo participam­os libremente y por igual en textos de naturaleza sexual entre nosotros… Ryan es un buen ser humano y mi único deseo es que ambos hayamos aprendido de esta experienci­a».

En aquel reportaje también hablaron dos roadies del cantante, dos mujeres, que lo han acompañado en numerosas giras. Sostienen que sus tours fueron siempre un ejemplo de respeto. Las dos, por cierto, hablaron a condición de no dar sus nombres: temían ser represalia­das por las escuadras del MeToo.

Para los defensores de la ordalía popular los contrapeso­s judiciales molestan. Entorpecen su afán por condenar por los pecados del mundo y no por los (presuntos) delitos del individuo. Adams sigue sin discográfi­ca. Nadie quiere ser el primero en rehabilita­r a un hombre marcado. ¿Y los periodista­s culturales? Escondidos bajo la cama. Pocos gremios más colmados de bienquedas, tibios y cobardes.

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