Hidrógeno por un tubo
Como en las novelas de Ágatha Christie, los negritos van desapareciendo en forma de gasoductos. La diferencia, además del color, es que aquí aparecen otros. Y otra diferencia es que pueden ir al revés. O sea, que si nos llega gas licuado de Estados Unidos, aquí lo regasificamos y se lo enviamos a Marruecos por la misma tubería que nos llegaba cuando éramos amigos de Argelia.
Los argelinos se enfadan, porque son muy especiales, y suben el precio del gas que nos
mandan por el otro gasoducto, en el que somos socios suyos. No nos cierran el grifo porque en España no hace tanto frío como en Alemania, que se jugó su calefacción a la carta rusa, sin pensar que Putin es como es y no le importa nada que sus clientes tengan que ducharse con agua fría cuando en la calle están a bajo cero.
Ya están construidos los tramos del gasoducto, que se llama MidCat, que empalman Argelia con Hostalric, y que estaba previsto que continuara hacia Europa, empezando por Francia, que está al lado y llegando a Alemania, evitando el peligro de la ducha fría.
A Macron, eso no le gusta, por su escasa rentabilidad y por problemas ecológicos. Le gusta más que el tubo venga de Portugal a Barcelona; que desde Barcelona vaya submarino a Marsella y de allí al resto de Europa.
Además, estos mozos europeos quieren que por el tubo vaya hidrógeno verde, cosa de la que habla todo el mundo como si todo
el mundo supiera qué es, de dónde sale y para qué sirve.
He leído cómo se puede producir y lo que me ha resultado más fácil es pensar que el agua es H2O y que si separamos el H2 por un lado y el O por otro, ya tenemos el H2 que andábamos buscando.
En la carrera estudié la electrólisis, o sea, en este caso, la separación eléctrica de los componentes del agua, hidrógeno y oxígeno. Hay otros procedimientos, pero este lo entiendo. Y como no me voy a dedicar a fabricar hidrógeno, tengo bastante con lo que entiendo.
Si, además, entiendo que el H2 se puede enviar por el tubo y hacer que llegue a Alemania sin peligro de que Putin se meta a estropearlo, y que su fabricación no contamina, tengo bastante.
Sin embargo, me parece que el tema no
No se pueden tirar 1.000 kilómetros ya construidos a la basura
acaba de estar claro. Viendo en un mapa lo que está construido ya –más de 1000 kilómetros–, me parece que no se pueden tirar los 1000 kilómetros a la basura y hala, a por otros 1000, que ahora se nos ha ocurrido lo del hidrógeno.
En consecuencia, Sánchez debería reservar mesa en un restaurante de Hostalric –los hay muy buenos– invitar a comer a Macron, al presidente de Enagás y al alcalde del pueblo y luego, bien comidos y bien bebidos, ir al lugar donde está el cartel de las obras rodeado por una valla, quitar el candado que la cierra y dar luz verde para continuar el MidCat.
Y mientras tanto, que los especialistas sigan trabajando en el hidrógeno, con paz y tranquilidad. Que ya tenemos experiencia de la cantidad de cosas que se han hecho y que se han resuelto con un «¡ay, me equivoqué!».