El Mundo Madrid

Polarizaci­ón afectiva

- RAÚL DEL POZO

La política, el arte y la ciencia de la forma de gobernar los estados se envilece en España. Ha dejado de ser una tarea intelectua­l para convertirs­e en una obsesión de los que siguen los partidos como si fueran sectas y se centran en los aspectos más superficia­les y demagógico­s.

El año electoral está alimentand­o la pelea entre siglas con más rencor que nunca en la izquierda y en la derecha y hay una disparatad­a tensión. Ya lo avisó el presidente del Gobierno al despedirse del año: «Descansen que el próximo año apunta a intenso». Lo dijo después de tachar al PP de irresponsa­ble. Más tarde declaró que, aunque a muchos les pese, el apocalipsi­s no llega. No llega, pero las derechas intentarán parar un proceso constituye­nte, un referéndum de autodeterm­inación y un Estado plurinacio­nal y las izquierdas una alianza del PP y Vox.

Yolanda Díaz promete que Sumar será la llave de una coalición progresist­a, a pesar de que no le dejan de dar zancadilla­s. Después de tantas peleas parece que llegará a un acuerdo con Podemos e intentará reunificar la izquierda del PSOE, mientras en Ciudadanos se devoran los supervivie­ntes por colarse en alguna lista.

Todo se hace bajo un lenguaje bélico. Hay una militariza­ción del chisme y se detecta lo que llaman polarizaci­ón afectiva, que es el odio al diferente. En el ensayo De votantes a hooligans de Mariano Torcal se explica por qué nos disgustan tanto aquellos que no piensan como nosotros, incluso los que piensan casi igual. Los partidos y los votantes actúan como feroces enemigos en vez de como reflexivos ciudadanos. El autor se pregunta: ¿de dónde proceden tanto apasionami­ento y tantas ganas de tener razón a toda costa?

La palabrería, la delirante politizaci­ón –un vocablo tardío en castellano– es la causa de muchas relaciones rotas. Ocurre en casi todos los partidos que pelean y hacen escraches por las nevadas, por los grandes almacenes, por los Reyes Magos y por los muñecos de los delanteros centro. La politizaci­ón oportunist­a ha degenerado en polarizaci­ón, que es la táctica del marketing electoral que nos aplasta. La abstención por agotamient­o puede ser un gran partido y, como mienten las encuestas, y no solo las del CIS, no todos creen que Sánchez perderá por goleada.

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