1985, el año de plomo que cubrió Bélgica de sangre
Entre 1982 y 1985, Los asesinos de Brabante dejaron un reguero de sangre, destrucción y misterio sin equivalente en la historia de Bélgica y de buena parte del continente. Los crímenes prescriben en un par de años, y la Fiscalía, que en teoría nunca
ha tirado la toalla, se mueve desesperadamente en busca de pistas. Pero lo que ha devuelto a la actualidad un episodio nefasto en la historia del país es 1985, una serie que desde hace unas semanas se emite en la televisión pública.
El caso es increíble. Tres hombres, extremadamente violentos, que saquearon restaurantes, armerías o supermercados sin patrón o lógica dejando 28 muertos y 22 heridos. Nunca han sido detenidos que se sepa o al menos por esos crímenes. Y nadie entiende cómo pudo ser. Eran conocidos como El Gigante (presunto cabecilla), El Asesino (con el gatillo más fácil) y El Viejo (que conducía) y sembraron el terror por la zona de Brabante, Namur e incluso Flandes Oriental.
Los 80 fueron los años de plomo, y una línea de investigación es que los sospechosos, que pudieron ser muchos más, fueran parte de un grupo de extrema derecha (o extrema izquierda) que rapiñaba para financiarse. Que nunca fueran detenidos ha generado siempre suspicacias, y una de las explicaciones es que o bien eran parte de las fuerzas del orden (alguno confesó en su lecho de muerte) o contaban con simpatías entre ellas. Al mismo tiempo, parte de las víctimas fueron agentes, y su primer asesinado fue un hostelero filofascista y franquista amigo del nazi Leon Degrelle.
La serie ha escogido el año 1985 porque fue cuando cometieron su último crimen y uno de los más salvajes. Un atraco en un supermercado en Aalst, dejando ocho cadáveres, entre ellos el de una niña. Luego se esfumaron para siempre. El guion se escribe sólo porque la historia está llena de coincidencias increíbles, muertos sin sentido, fallos policiales dignos de Benny Hill que alimentan cualquier conspiración, ejecuciones, torturas. Su sangre fría, que nunca entraran en pánico ni evitaran el choque, su precisión con las armas, incluso los nudos con los que ataban a las víctimas siempre ha hecho pensar que eran demasiado profesionales. Pero, precisamente, que gente tan eficaz, preparada y bien informada escogiera lugares con botines ridículos (unos 300.000 euros en total) hizo y hace pensar que su objetivo era causar caos, destrucción, anarquía. Aterrorizar para forzar un golpe de Estado o un Gobierno de militares. O matar a dos o tres personas muy concretas y camuflarlo bajo litros de sangre inocente.
La serie, que gira alrededor de tres jóvenes gendarmes, está generando muy buenas críticas y supone un hito en el mismo país que esa banda quiso romper, pues es la primera de la historia que se produce con la colaboración de la VRT y la RTBF, las cadenas públicas en neerlandés y francés.
Es un producto 100% belga, con actores en ambas lenguas y, por supuesto, con polémica. Los francófonos han decidido doblar a sus compatriotas en vez de subtitularlos, como sí ocurre al revés. Los espectadores pueden escoger otra opción con su mando a distancia, pero el daño está hecho y se habla tanto o más de eso que de los actores o la trama. Nunca pierden una ocasión de perder una ocasión.
Mataban a sangre fría y mucho, sin evitar el choque, sin perder la calma, sin fallo ni patrón Nunca fueron detenidos y se sospecha que usaron el caos y el terror para propiciar un golpe de Estado