El Mundo Madrid

La penúltima vuelta al circuito de Scalextric más grande del mundo

Juan Carlos nunca recibió este juguete que pidió por Reyes. A modo de ‘venganza’, decidió fabricar uno gigantesco sobre una maqueta. Si no encuentra relevo, cerrará sus puertas en mayo

- LUIS BLASCO

«De pequeño a los Reyes Magos siempre les pedía una bicicleta y un Scalextric. Nunca me llegó ni la bici ni el Scalextric. Con el tiempo me he ido vengando». El que recuerda como si fuera ayer esas calabazas es Juan Carlos Palos, apasionado de los circuitos de Scalextric. Décadas después tiene, nada más y nada menos, que el «circuito más grande del mundo sobre una maqueta»: 227 metros de largo. Aunque el regalo nunca llegó a su casa, sí lo disfrutó en otras. «Con ocho o 10 años ya jugaba con los que tenían los amigos», explica. Y esos juegos dejaron al ralentí el deseo de tener uno.

No sería hasta los 18 años, al empezar a trabajar, cuando adquirió uno propio. «Con mi primer sueldo compré un equipo de música y con el segundo un Scalextric», recuerda Palos.

La afición de Juan Carlos, diplomado en Logística y con 25 años de experienci­a en una empresa de exportació­n, tuvo altibajos. Intensa hasta los 18 años, la entrada en el mercado laboral, la familia y otros gustos hacían intermiten­te el montaje de la pista. Pero en 2015, un buen amigo con el que compartía el gusto por el Scalextric le dio una mala noticia. «Me dijo que tenía cáncer y se moría», recuerda emocionado.

Ese mazazo fue una catarsis para retomar un proyecto que llevaba tiempo en su cabeza: construir una pista en su casa. Sería un último homenaje a su amigo. Su colega falleció y no pudo ver acabado el trazado que Juan Carlos instaló en su casa. Durante varios años, Palos montó y desmontó esa pista en su garaje, «sólo disponible los meses que no hacía mucho frío ni mucho calor». Pero tenía claro que quería algo más. «Sabía que quería hacer algo grande, pero no sabía cómo monetizarl­o», explica. La solución fue montar un «centro de eventos» que girara alrededor de una pista. El resultado es VCM Slot, donde ha construido el circuito de la marca Scalextric más grande del mundo sobre maqueta.

Las cifras son dignas de una versión en miniatura del programa Megaconstr­ucciones: una maqueta de 99 m2 sobre la que hay un circuito de 227 metros, más de cuatro kilómetros de cable, 350 farolas con más de 2.000 diodos LED, 300 árboles y más de 3.000 horas de montaje. «Sin contar la fabricació­n», apunta.

Al circuito, totalmente analógico, no le falta detalle: jardines, farolas, piedras, montañas hechas con papel de belén y hasta una pequeña cascada. El trazado tiene partes de rally y de velocidad, dos puentes colgantes, varios túneles y 357 curvas. «Y te puedes salir en todas», añade. Todo con las 1.002 vías que lo conforman. «Todas recuperada­s, con casi 50 años y lijadas unas 50 veces cada una para que quedaran en perfecto estado», explica. Excepto las vías y las piedras, todo el recorrido está ideado por Juan Carlos, y montado y fabricado por él mismo, un amigo y su cuñado, durante cuatro meses y medio. Primero, las partes clave, como el intercambi­ador, el subterráne­o, el podio o los puentes, y luego el resto. «Sólo el puente cuádruple nos costó 600 horas de trabajo», subraya. Mucho esfuerzo que a Juan Carlos nunca le ha importado. «Siempre me ha gustado jugar, pero mi pasión era montar y desmontar los circuitos», explica. «Un chollo para los amigos», dice entre risas.

El público que viene hasta Getafe, donde está ubicado el circuito, es variopinto. «Hay más adultos que niños, muchos para celebrar cumpleaños de amigos», enumera. Lo que más le gusta a Juan Carlos es la reacción de los aficionado­s. «Hay gente que se pone de rodillas, saltan, o te enseñan la piel de gallina. Esa emoción no se paga con una VISA», añade orgulloso. Además de la parte lúdica, Juan Carlos «quería darle un poco más de recorrido al proyecto». Junto al circuito, hay un aula donde los colegios pueden descubrir experiment­os relacionad­os con el magnetismo, los motores eléctricos o las transmisio­nes. Un mando y un coche de Scalextric son las piezas con las que explica la polaridad, entre otros temas.

La parte didáctica ha contado con la dirección técnica del profesor Guillermo Pacheco, licenciado en Ciencias Físicas por la UAM. «Está pensado para alumnos desde 5º de Primaria hasta 4º de la ESO y está adaptado al currículo educativo del país», añade. También cuenta con un pequeño museo con piezas únicas, como el primer coche de hojalata con motor, de 1956, o tres Seat 600 fabricados por la casa Exin en 1966.

El circuito, bautizado con las iniciales de su mujer Victoria Cortés Molina, abrió sus puertas el 1 de marzo de 2020, 12 días antes del confinamie­nto. Eso puso en punto muerto, durante dos años, el proyecto de Juan Carlos, «pensado para tres o cuatro años».

Si nada lo impide, cerrará en mayo, cuando se jubile. Si no consigue traspasarl­o, –«hay varias ofertas» –, cerrará para siempre. Y esas 3.000 horas de montaje volverán a una caja. Y seguro que no caben en el garaje de su casa.

Tres pequeños Seat 600 que se pueden ver en el museo, y un ejemplo de los experiment­os que Juan Carlos enseña a los colegios.

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DANIEL IZEDDIN El circuito, con partes de velocidad y zonas más técnicas, está dentro de una sala de 150 metros y sobre una maqueta de 99 metros cuadrados.
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