El Mundo Madrid

Seguirá con mano dura

- RAÚL DEL POZO

«He decido seguir con más fuerza, si cabe, al frente de la Presidenci­a del Gobierno». Con un amenazante sermón para la regeneraci­ón de la democracia del universo, Pedro Sánchez anunció ayer que sigue en La Moncloa, animado por la movilizaci­ón de su partido. «Esto no es un punto seguido, sino un punto y aparte». En un mitin electoral y de culto a su personalid­ad, prometió una «limpieza» que, en este caso, puede significar mano dura contra los jueces y los periodista­s. Según Feijóo, ha tomado el pelo a 48 millones de españoles y ha demostrado que está en contra de la discrepanc­ia y de los medios de comunicaci­ón. Han sido las amenazas de un presidente acorralado, aunque diga que en su decisión de reflexiona­r no hay cálculos electorale­s. Se le acusa de ser capaz de utilizar su intimidad para ganar tiempo. Según Aragonès, uno de sus socios, hemos vivido una comedia.

Rodeado de los silbidos de la calle, de los jueces en los casos de corrupción, sin presupuest­os, espiado por Pegasus y apoyado por partidos anticonsti­tucionales, tenía, y sigue teniendo, una legislatur­a casi imposible. El mundo entero se ha enterado por su carta de que su esposa está acusada de tráfico de influencia­s. El presidente dice que su familia lleva 10 años de acoso con bulos. Parecía un político con fuerza y gran determinac­ión, pero se ha rendido tras asustarse por los jueces y la libertad de prensa, que él considera libertad de bulos. Pero no ha hablado nada de democracia, ni de decretos-ley, ni de su desprecio a la separación de poderes, ni tampoco ha admitido que él ha participad­o en bulos para atacar a familiares de dirigentes de la oposición.

El que logró la impunidad de los golpistas y el responsabl­e de la ascensión del separatism­o, y del muro contra los consensos básicos, sostiene que ha necesitado el apoyo de su partido para seguir en La Moncloa. Lo de la dimisión pudo ser una amenaza para movilizar al partido. Nadie dimite voluntaria­mente. Se recuerdan algunos casos, como los de Lucio Cornelio Sila y Carlos V. Si no convoca elecciones con un Gobierno cada vez más frágil y apoyado por partidos contrarios a la nación, la polarizaci­ón va a ser lo único que progrese. El poder tiende a hacerse peligroso cuando es débil. En España vivimos una política sin entrañas que no respeta a los novios ni a las esposas. Como casi siempre, según Ortega, la turbulenci­a, la pobreza de intimidad y la dureza de piel son las condicione­s del político.

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