‘Una pauta peligrosa’: el filme que desnuda la corrupción chavista
Maduro otorgó contratos millonarios a Alex Saab, que presuntamente era su testaferro
Cuatro periodistas escaparon a la carrera de Venezuela en 2018, perseguidos por la revolución. Roberto Déniz, Ewald Scharfenberg, Alfredo Meza y Joseph Poliszuk se unieron al exilio que ya comenzaba a sumar entonces millones de venezolanos.
¿Cuál era su pecado? Los reporteros y editores del portal de investigación armando.info habían desvelado la trama de corrupción de las bolsas de comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, la versión bolivariana de la libreta cubana de racionamiento. De esta forma descubrieron los primeros manejos del magnate colombiano Alex Saab, a quien la Fiscalía consideraba el principal testaferro de Nicolás Maduro.
Seis años después, el programa Frontline, de la televisión pública estadounidense PBS, emite el documental Una pauta peligrosa: descubriendo la corrupción en la Venezuela de Maduro, que suma a las primeras investigaciones el desmontaje del entramado de Saab y su odisea en Cabo Verde y la cárcel de Florida, de la que finalmente escapó gracias a los acuerdos entre el chavismo y Washington.
«El documental demuestra que mientras Venezuela vivía lo peor de la crisis socioeconómica, la única preocupación de Nicolás Maduro era otorgar contratos a Alex Saab. Millones de fondos públicos comprando alimentos de muy mala calidad de países como México, que acababan en la mesa de los más pobres», adelantó a EL MUNDO el reportero Déniz.
Hubo más: viviendas sociales que se pagaban y no se construían, multimillonarias operaciones de control cambiario, el contrabando con oro de la Gran Sabana, la venta clandestina de petróleo para evadir las sanciones… En sólo unos años, Saab se convirtió en el principal operador internacional de la revolución, especialista en evadir las sanciones de EEUU. Sin la figura del empresario no se puede entender la década de Maduro al frente del país petrolero.
El documental también incluye la odisea del magnate, quien cayó en 2020 en la trampa montada por el FBI y la DEA en Cabo Verde, parada africana para repostar su jet privado en viaje a Moscú y Teherán. Desde ese momento, Saab pasó a protagonizar uno de los capítulos más álgidos de la guerra fría entre dos bandos: por un lado, Venezuela y sus aliados, con Rusia a la cabeza; y por otro, EEUU, que incluso evitó una operación armada para liberarle.
La cruzada nacional emprendida por Maduro no pudo evitar la extradición de Saab a Florida, donde comenzó un juicio que no tuvo final. El mandamás bolivariano forzó el regreso de su presunto testaferro por la puerta grande en diciembre pasado, un éxito personal que ya había disfrutado anteriormente con la liberación de sus narcosobrinos.
Para medir la importancia de esta figura que ocupó una campaña internacional de propaganda (Free Alex Saab) y miles de minutos de la programación de los canales chavistas, basta con recordar que el empresario montó en el Parlamento su propio grupo de diputados opositores para defender su causa. Uno de ellos, José Brito, es hoy uno de los candidatos colaboracionistas para las presidenciales del 28 de julio.
La corrupción bolivariana suma el mayor desfalco de la historia, más de 500.000 millones de dólares desaparecidos durante 25 años. Y Saab, un modesto empresario que regalaba llaveros en su Barranquilla natal antes de que la senadora izquierdista Piedad Córdoba le introdujera en la corte chavista, es uno de sus capítulos más extravagantes.
Compraba alimentos de mala calidad para el racionamiento
La corrupción bolivariana suma 500.000 millones de dólares
Tan poderoso es a día de hoy Saab, reconvertido por obra y gracia bolivariana en héroe revolucionario, que Maduro le otorgó un fantasmal puesto en la Administración como presidente del Centro Internacional de Inversión Productiva de Venezuela.
Pese al tiempo transcurrido, las investigaciones de armando.info nunca han cesado, como tampoco el acoso a sus periodistas. Hace unos días, la Fiscalía incluyó a Déniz y Scharfenberg en una disparata conspiración encabezada por el ex vicepresidente Tareck El Aissami, el zar petrolero caído en desgracia.
Un vendaval digital se desató entonces contra los periodistas, una campaña en la que participaron al menos 1.000 cuentas de redes sociales vinculadas con el Gobierno. Las presiones para evitar el estreno del documental no consiguieron su objetivo, como tampoco han conseguido acallar sus voces durante estos años.