MERYL STREEP, EL REGRESO DE FURIOSA (DE MAD MAX) Y JUDITH GODRÈCHE... EL FUTURO ES MUJER
Tras el eco del Metoo, el certamen es ocupado por la voz femenina de la actriz con Palma de Oro, el mito de la saga de George Miller y la denuncia del cortometraje que aúna mil voces contra el abuso
El Metoo no es solo protesta o denuncia. También es reivindicación. Se trata de recuperar la voz y de tomar la palabra. Y ayer, de una forma u otra, el protagonismo fue femenino de un punto a otro de la Croisette: Mery Streep, Furiosa y Judith Godèche. O, si se prefiere, el mayor mito del cine reciente, el último mito del cine fantástico y el mito necesario contra el peor cine, el que abusa, acosa y viola.
Primero, por riguroso orden de novedad, fue Furiosa: de la saga de Mad Max, donde George Miller reconstruye el pasado de la última gran heroína a la altura de la comandante Ripley. La película se puede leer de muchas maneras. Es la segunda entrega de la perfecta sinfonía del desorden que es su predecesora, Furia en la carretera. Es una película sobre los orígenes de uno de los personajes más emblemáticos, salvajes y hasta oportunamente feminista que ha dado el cine reciente, Furiosa. Es el quinto episodio de unas guerras apocalípticas que, en su desproporción, han acabado por ser la perfecta metáfora de nosotros. Es también la última oportunidad, de momento, para seguir felizmente secuestrados por un mundo de artificio evocador, febril, terrorífico, divertido y absurdo (todo a la vez). Y es, sobre todo, ya una parte de la retina de cualquier espectador. Mad Max es el rugido ensordecedor de unos carburadores que se confunde con el clamor del mismo cine. Y ahora Furiosa. Arrebatada, magnética, divertida y muy sucia.
Furiosa viaja al revés de la película de la que es justificación y espejo. Da un salto hacia atrás para contarnos de dónde viene el extraño personaje de Furiosa al que dio vida muy cerca de la perfección Charlize Theron en 2015. Es decir, dos años antes de que estallara el movimiento Metoo. La idea es narrar lo que pasó cuando dejaron de pasar cosas. Recuérdese que en el apocalipsis sin recursos que plantea la saga se detuvo la historia y lo hizo hasta tal punto que hasta las películas que tienen lugar en él apenas disponen de narración. Ejemplo extremo es Furia en la carretera, que básicamente plantea un viaje de ida y vuelta algo más que solo minimalista al simple vacío.
Ahora, todo es más complejo, ordenado y, por supuesto, más consciente de sí. Miller sabe que ya no puede sorprendernos porque agotó todas las posibilidades de sorpresa con una película que es de principio a fin un único y extremadamente sorprendente alarido. En consecuencia, opta por organizar la cinta en capítulos (cinco) para trazar un mapa físico donde colocar la Ciudadela, comandada por el despiadado Immortan Joe, el criadero de balas y la ciudad de la gasolina. Pero también la idea es crear un mapa moral, llamémoslo así, para hurgar en la herida de su personaje principal. ¿Cómo es posible que Furiosa (ahora una soberbia y eléctrica Anya TaylorJoy), la liberadora de las esposas, fuera antes lugarteniente del más villano de todos? ¿Dónde estás la heridas? ¿Dónde, la redención? Y es ahí donde entra el señor de la guerra Dementus (aquí, un desmedido y jovialmente estrafalario Chris Hemsworth).
Al contrario que en el episodio anterior, el director se preocupa en dibujar las tripas y motivaciones de los personajes por la sencilla razón que de eso se trata. Y justo es reconocer que la tensión avanza en oleadas y, por momentos, la película ofrece más explicaciones de las que nadie había solicitado nunca. Pero lo que cuenta es tanto
La nueva entrega viaja al revés de la anterior de la que es espejo: arrebatada, magnética, divertida y muy sucia
La intuición primigenia se mantiene: el cine se resume en una carrera. Hacia el Oeste, hacia el límite, hacia la aventura
la fiebre, que permanece intacta, como la sensación de reconocimiento. En definitiva, la intuición primigenia se mantiene: el cine se resume en una carrera. Hacia el Oeste, hacia el límite, hacia la aventura.
Lo de Meryl Streep es más calmado. Mucho más. Pero igual de glorioso. Las últimas estimaciones, no necesariamente falsas ni mucho menos exageradas, afirman que Meryl Streep (Summit, Nueva Jersey, 1949) recibe un premio aproximadamente cada 15 minutos. Según la página IMDB son 185 los galardones y casi 400 las veces que ha estado nominada a algo. Tiene oscars (3), globos de Oro, osos de oro y de plata, donostia, cesares, davides de Donatello y hasta un Princesa de Asturias, que, recordemos, se bailó y todo. Le faltaba la Palma de Oro (la de Plata ya contaba con ella por su trabajo en Un grito en la oscuridad, de Fred Schepisi) y
“Es mucho más sexual un masaje que tanta gimnasia en la cama que se ve en el cine”, dijo Meryl Streep
Godrèche recogió 5.000 testimonios en apenas 15 días. De ellos, un millar se juntaron para la película
desde el miércoles es suya.
Y dicho lo cual, con la exclusiva intervención del periodista además de moderador Didier Allouch, la estrella del momento dio repaso a su carrera. Lo hizo a la carrera, como en la distancia, como si con ella no fuera la cosa, como si la resaca se hubiera ido de paseo con el jet lag para celebrar tanta Palma. Comentó que un buen director es el que ofrece confianza a su equipo; recordó que lo mejor de trabajar con Clint Eastwood (lo hizo en Los puentes de Madison) es que a las cinco se terminaba porque «tenía que ir a sus clases de golf»; se detuvo en lo erótico, exótico y hasta sexual que le resultó que, en mitad de un río lleno (alguno tenía que haber) de hipopótamos, Robert Redford le lavara la cabeza en Memorias de África (que ¿cómo lo hizo? Fue así: y se levantó y masajeó el cráneo sin pelo de Allouch. Y añadió: «Es mucho más sexual un masaje que tanta gimnasia en la cama que se ve en el cine»); confesó que le gusta cantar porque cuando se canta algo se abre aquí dentro (el pecho mismamente)... Y así.
Pero como sea que estamos en el Cannes del Me Too, tocó hablar de ello. O, por lo menos, de alguna de sus derivadas. ¿Qué tiene que pasar para que una actriz cobre lo mismo que un actor? «La verdad es que las cosas han mejorado mucho. Estamos avanzando. Cada vez hay más actrices con sus propias productoras, yo entre ellas. Y eso hace que los papeles femeninos sean cada vez mejores».
Y por último, la revuelta. Judith Godrèche saltó hace poco a los titulares por denunciar a los directores Benoît Jacquot y Jacques Doillon de haberla violado cuando era menor. Lo siguiente que hizo fue convertir sus redes sociales en una especie de confesionario invitando a cualquiera que hubiera sufrido abusos a sumarse a la causa con su testimonio. Pues bien, de esa iniciativa surge el cortometraje Moi Aussi (Yo también) que se proyectó en la gala de inauguración de la sección Un Certain Regard. Durante los poco más de los diez minutos que dura la película, se ve a un grupo de gente (la inmensa mayoría mujeres) que en la calle asisten entre la sorpresa y la complicidad a los movimientos de una bailarina (Tess Barthélémy). Se tapa la boca y arroja de ella una especie de mordaza imaginaria. A su alrededor, todas empiezan a imitarla. Y bailan también. Y también se quitan de la boca lo que les impide hablar. Al final, varias voces superpuestas relatan sus casos; sus casos de abusos y violaciones. Todos resultan escalofriantes. Y así hasta que aparece un cartel con las palabras Moi Aussi. Godrèche recogió 5.000 testimonios en apenas 15 días con el buzón abierto. De ellos, un millar se juntaron para la película.