Una vida de toros y puros: «Van de la mano, son inseparables»
Tarde de toros sin puro no vale un duro. El viejo refrán tantas veces repetido adquiere aún más verdad si el que lo pronuncia es Lalo Bejarano. Estanquero de tercera generación –«el más antiguo de Madrid»–, lleva toda una vida viendo corridas de toros y casi también una vida vendiendo tabaco. De los más de 50 años que acumula de experiencia, 14 los pasó despachando en la plaza de toros de Las Ventas, en una extensión de su impresionante cava situada en Ciudad Lineal (calle José del Hierro, 39). Nadie como él para hablar de dos aficiones, toros y puros, que, juntas, se entienden mejor.
«La idea de abrir un estanco en Las Ventas surgió en 2008. Tras un homenaje a Victorino Martín, el entonces gerente de la plaza, José Luis Blanco, me preguntó si sería posible vender tabaco allí. Se optó por hacer una extensión de nuestro estanco. Entonces me dijo:‘Haz una cosa digna’. El mismo decorador de mi cava se encargó de preparar aquello y el gerente, al ver lo bonito que quedó, me soltó: ‘Te has pasado de digno’. Estuvimos desde 2009 a 2022». De esas tardes en Las Ventas le quedan el recuerdo de multitud de conversaciones, el aroma de miles de puros y clientes para toda la vida. Lalo Bejarano recalca en varias ocasiones lo «familiar» de su negocio. Dos de sus hijos, José Luis y Paula, llevan años junto a él en primera línea. Van y vienen durante la charla, con un ojo siempre en la zona en la que atienden a la clientela, e intervienen en varias ocasiones. Se percibe admiración y respeto; la cuarta generación ya honra el apellido.
«Fue como una campaña de marketing de 14 años, captamos muchísimos clientes que han seguido viniendo», dice Paula, y completa Lalo: «La plaza exigía sacrificio, era un esfuerzo llevar y traer los puros, pero merecía la pena. La venta se concentraba de 18.30 a 19.00. En días señalados teníamos que estar cuatro personas, una de ellas dedicada solo a cortar puros». Al rememorar anécdotas surgen nombres de toreros y de vitolas. Morante de la Puebla, matador predilecto y amigo de la casa, se presentó varias veces en la cava tres horas antes de hacer el paseíllo: «Venía sin prisa, nos dábamos un abrazo, cogía un puro y yo no me lo creía». Manzanares padre y Fandiño –«el día de su encerrona, el Domingo
de Ramos de 2015, fue el que más puros vendimos»– completan su cartel de toreros. Aquí es José Luis el que, sin tocar a Morante, elige a dos diestros distintos a los de Lalo: Roca Rey y Ureña.
La terna perfecta de puros para fumar en San Isidro la forman Partagás Lusitanias, Montecristo Double Edmundo y Partagás D4, que es «el habano que más hemos vendido», detalla José Luis. «El 80% de lo que despachábamos era habano, también llevaba cigarrillos pero yo puse el estanco para vender puros. Más allá del negocio, los puros eran algo romántico», continúa Lalo, referente histórico de los estanqueros y uno de los cuatro españoles distinguidos con el más alto honor que puede recibir alguien con su afición: ser Hombre Habano.
Entre tanto buen recuerdo, sólo el final de la relación con Las Ventas deja un regusto amargo: «Ocurrieron cosas que enrarecieron la relación, hubo cierta tensión con Nautalia y esa fue la causa para no seguir. No había contrato, lo dejamos con mucha pena». Eso sí, la puerta a regresar a la plaza de Madrid «siempre estará abierta».
Bejarano amplía una frase atribuida a Bienvenida – «los toros están acorralados»- al tabaco: «Están tan relacionados que ambos ámbitos sufren la persecución y la censura». Y pone ejemplos: «Un puro se compone de capa y capote, que es con lo que se torea, la nobleza del habano es comparable a la del toro y los vestidos más bonitos son los de color tabaco. Toros y puros van de la mano, son inseparables».
Mientras apura el fantástico habano que ha disfrutado durante la charla señala una foto dedicada de Morante de la Puebla: «Es un ejemplo de lo que intento transmitir. Cuando se enciende el puro en el callejón es como la antesala de lo que va a suceder en el ruedo. Morante se compenetra con el cigarro y ya está pensando en cómo se va a compenetrar con el toro».
Estanquero desde hace más de 50 años, defiende la relación de dos aficiones que sufren «persecución y censura»