El ‘boom’ del negocio de la muerte solitaria
El envejecimiento de la población en Japón impulsa la «economía plateada»
La mayoría de las veces, cuando los trabajadores de la limpieza entran en la vivienda, se enfrentan a un insoportable hedor a carne podrida porque los cuerpos ya están en descomposición. Suelen pasar varios días, incluso semanas o meses, hasta que algún vecino, alertado habitualmente por el tufo, da el aviso a la policía y se encuentra el cadáver. En Tokio cada vez hay más empresas que se dedican a limpiar las casas de los ancianos que mueren solos.
Hace tiempo que en Japón se viralizó la palabra kodokushi («muerte solitaria») para hacer referencia al creciente fenómeno de personas que mueren solas, la mayoría mayores de 65 años, y cuyos cuerpos no son descubiertos hasta tiempo después.
La prensa tokiota contó hace un par de semanas el caso de un señor de 82 años que llevaba muerto dos meses cuando el conserje de su urbanización encontró el cuerpo. El anciano murió solo y nadie se dio cuenta en una vibrante ciudad en la que viven más de 30 millones de personas.
Como el fallecido no tenía familia, todas sus pertenencias se almacenaron en el garaje de una empresa municipal, ToDo, que es la misma que limpia unas viviendas que luego no son fáciles de vender o alquilar: en una cultura tan supersticiosa como la japonesa, mucha gente no quiere vivir en un hogar en el que ha muerto una persona por si su espíritu sigue vagando por la casa. Por ello, las inmobiliarias, en muchas ocasiones, no quieren inquilinos mayores solitarios porque luego, si mueren allí dentro, se tienen que hacer cargo del coste de la limpieza y del estigma.
La semana pasada, las autoridades japonesas dijeron que este año calculan que más de 68.000 personas mayores morirán solas en sus casas. Entre enero y marzo, el total ascendió a 21.716 personas, de las cuales el 80% tenía más de 65 años. Las cifras, incluidos los suicidios, se basaron en informes que la policía recibió de hospitales y empresas que se hacen cargo de la limpieza y de las pertenencias del difunto.
Hace 12 años, un estudio nacional que se realizó sobre el fenómeno de los kodokushi estimó que el número anual de muertes solitarias de personas de 65 años o más en todo Japón era de 26.821, casi tres veces menos que las cifras de muertes que las autoridades manejan actualmente. Esto es lo que ocurre en el país más envejecido del mundo, donde casi el 30% de una población de 125 millones de personas tiene más de 65 años. Uno de cada 10 japoneses tiene 80 años o más; en Japón viven 90.000 ancianos que superan los 100 años. Medio siglo atrás, apenas eran 150.
La etiqueta del moderno Japón como el país más envejecido del mundo está haciendo que la bautizada como «economía plateada», la que gira en torno a la vejez, crezca con nuevos negocios, muchos de ellos impulsados por programas de inteligencia artificial. Hay varias empresas que se han especializado en la venta de chips y sensores para los hogares donde viven personas mayores solas. Por ejemplo, una agencia inmobiliaria, R65 inc., instala en las casas un aparato que registra el uso de electricidad de un residente. Si detecta cualquier anomalía que indique que esa persona se encuentra dentro de la vivienda, pero sin actividad, se alerta a las autoridades. Tokyo Gas, el principal proveedor de gas y electricidad, está instalando decenas de miles de sensores en casas que pueden detectar cuándo los ocupantes ya no se mueven.
Japón está lidiando con muchos problemas relacionados con el envejecimiento, como tener la mayor proporción de personas con demencia en el mundo: un 2,3% de la población. Esto lleva a que, según registros policiales, el año pasado hubiera un récord de 18.700 desapariciones de personas con demencia.
Para revertir estas cifras, las empresas están sacando rastreadores como el diseñado por Ridgelinez, una subsidiaria de Fujitsu, que monitoriza el movimiento de hasta 20 partes del cuerpo. O en Iruma, al norte de Tokio, los trabajadores sociales pegan diminutos sellos con códigos QR en las uñas de las personas con demencia. Quien encuentre a los ancianos perdidos, escaneando el código con el móvil, puede saber su dirección y el contacto de familiares o cuidadores.
Más de 68.000 mayores morirán solos en sus casas durante este año