JONÁS TRUEBA SE DOCTORA ‘CUM LAUDE’ EN TRUEBA
Festival de Cannes. El director presenta en la Quincena de Realizadores ‘Volveréis’, un rendido y algo más que precioso homenaje al amor, a la comedia y a su padre Fernando
SEBADELHA /
Decía Juan Ramón Jiménez y repite Jonás Trueba que allí donde hay gente riendo no faltarán motivos por los que llorar. No es literal la cita, porque en Cannes, la literalidad está mal vista. Aquí la gente es más de paráfrasis. Y hasta de perífrasis. La frase viene a cuento de su última película (de Jonás que no de Juan Ramón) presentada con todos los honores en el festival paralelo al propio festival y que responde al nombre de Quincena de Realizadores.
Volveréis, así se titula, cuenta la historia de una pareja que decide separarse. Triste sin duda. Pero en verdad la decisión es celebrar que se separan. Y esto ya no es tan triste. Bien mirado, si hemos sido capaces de hacer una fiesta con una polla en la cabeza (con perdón), que es lo más vergonzante que uno pueda imaginar, ¿por qué no festejar de buen grado el nuevo camino que se abre tras una ruptura? Suena algo contradictorio (lo de la fiesta, la ruptura y hasta lo de la polla), pero de eso se trata.
«Toda la película surge de la paradoja de hacer una comedia en un duelo», comenta el propio director. No es una idea, si se quiere, nueva. No es la primera vez que el director de Quién lo impide toma una ocurrencia hasta cierto punto irrelevante, extraña y cotidiana, y se enfrenta al reto de mantenerla en pie durante todo lo que dura una película entera. Y ahora la confesión: «La idea es de mi padre [Fernando Trueba] y eso me hizo plantearme la película casi como un homenaje a él. A él le entusiasman las comedias clásicas y yo he crecido viendo películas como Sucedió una noche, Las noches de Eva, La pícara puritana o Historias de Filadelfia. Me propuse retomar las comedias de matrimonio de toda la vida y darles la vuelta en sentido literal». Que no parafrástico. pues.
Tras 20 años juntos, los personajes que interpretan Itsaso Arana y Vito Sanz (que también firma junto al director como guionistas) anuncian que se acabó. Y lo hacen con música, canapés y reencuentro generalizado. ¿Hemos dicho ya que el propio Fernando Trueba, en el que es su primer papel en el cine, hace de padre y suegro a la vez? «También hay que apuntar que la figura del padre es muy importante en este tipo de comedias», añade Jonás para que queden claras varias cosas: a) que la interpretación de Fernando es importante (y buena); b) que si, como ya se ha dicho, todo era un homenaje a su padre justo es que apareciera, y c) que sí, que le ha enchufado sin casting. Digamos que como forma de matar al padre a la que se enfrentan todo hijo después de leer a Freud resulta algo laxa. “La verdad, nunca he tenido esa necesidad. Me cae bien. Es un tipo muy majo y muy inteligente. ¿por qué debería matarle al pobre?”. Queda claro.
La película avanza por la pantalla como ya no lo hacen las películas. O muy pocas de ellas. Solo las mejores. De forma tan delicada como profunda, tan divertida como grave, Volveréis se antoja un raro milagro de poética de lo cotidiano, de transcendencia al alcance de la mano, de erotismo (sí, casi voluptuoso) de lo más común. El viaje que el director ha ido completando en sus últimos trabajos desde quizá La virgen de agosto a aquí, pasando por Quién lo impide y Tenéis que venir a verla, alcanza ahora su momento más brillante, casi deslumbrante, más calmado, casi sonámbulo, más inmenso, casi diminuto. Toda la película vive en la certeza de unos gestos que se saben a la vez eufóricos y perfectamente tristes. Y es en esa contracción feliz en la que se queda a vivir Volveréis con una claridad a la vez jovial y muy honda, casi casi (dos veces casi) insondable.
Cuenta Jonás que se reconoce en esa definición que persigue a su cine de ligeramente anacrónico. «Soy consciente de que no se ven móviles». Cuenta que aún hay sitio para las comedias románticas que cada vez se ven menos. «Creo que se puede hacer una película de un chico y una chica que no sea un escándalo». Cuenta que hubiera sido algo impertinente que en su primera película apareciera su padre, pero que ahora no, que ahora se siente legitimado a tomar él la delantera por todas las entrevistas en las que ha tenido que responder a la pregunta por su padre. «Ahora, ya sí, me lo podía permitir». Y mientras cuenta, vuelve a contar que ahora mismo lo raro es que una pareja dure.
De momento, lo que queda claro es que Jonás Trueba se ha doctorado en truebidad cum laude. Y no lo dice su padre, que también, sino Cannes.