Viaje a Aranjuez: 40 años del Tren de la Fresa
Escapada al Real Sitio con paseo por el Tajo, teatro en la calle y cena bajo las estrellas
MADRID A La Granja de San Ildefonso iban en verano. El otoño lo pasaban en El Escorial y el invierno, en El Pardo. El Palacio Real de Madrid lo dejaban los reyes patrios para la Navidad y, como mucho, la Semana Santa, ya que el centro de la ciudad estaba demasiado sucio y abarrotado, por lo que había que huir de las enfermedades que allí proliferaban. Les quedaba únicamente la primavera. Y dónde disfrutarla mejor que en Aranjuez, ese vergel a 45 kilómetros al sur de la capital repleto de huertas, jardines, ríos y palacios. «Era y es lo más parecido al paraíso, con un clima privilegiado y un entorno increíble», asegura Sara Yubero, guía de Real Sitio, cuyo Paisaje Cultural fue declarado Patrimonio de la Unesco en 2001.
Por algo la eligieron mucho antes los monarcas para sus días de asueto. De los Reyes Católicos a Isabel II, que llevó el tren desde Madrid en 1851 hasta la misma puerta del Palacio Real (ahora hay un helipuerto). En 1984 se retomó la travesía decimonónica a bordo de vagones centenarios originales gracias al Tren de la Fresa, el primero de tipo turístico de España, llamado así por transportar uno de los principales productos del municipio. Para celebrar el 40 aniversario, se ha apostado por el lema Sigue soñando, que no sólo incluye un cartel conmemorativo, el trayecto teatralizado desde el Museo del Ferrocarril, en Delicias, y una cata de fresas en el viaje de vuelta, sino un buen puñado de experiencias en Aranjuez.
Empezando por la visita al Palacio Real, claro, con su Gabinete de Porcelana, su Salón de Baile o la habitación en la que murieron siete reinas. De Isabel de Farnesio a Bárbara de Braganza. «Una por cesárea, otra por una picadura de mosquito, otra envenenada...», señala Yubero. Por eso, lo primero que hizo la Chata al llegar fue buscar otro dormitorio. Los vestidos de novia de las reinas Sofía y Letizia también se custodian aquí.
Justo enfrente destaca otro palacio, el que se mandó construir Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, como residencia entre el siglo XVIII y XIX. Pero llegó el famoso motín que acabaría con ambos personajes y el inmueble quedó inacabado. Hoy, sin embargo, con sus techos abovedados, su hall y sus columnas originales, se ha convertido en un acogedor hotel, el NH Collection Palacio de Aranjuez, dueño de las mejores vistas del Real Sitio desde buena parte de sus 86 habitaciones (las Premium y las Junior Suites).
También es la base de operaciones ideal para explorar la población, considerada entre las más bellas de la región. No en vano, da para mucho más que la típica escapada de un día desde Madrid. «Hay mil cosas para hacer: cultura, gastronomía, conciertos, teatro, naturaleza... En una jornada de ida y vuelta no da tiempo a todo», apunta Emilio Fabaz, director del alojamiento, involucrado al 100% en la vida diaria (y la historia) de Aranjuez a través de encuentros, exposiciones, recitales, congresos o experiencias culinarias. Como su nueva Cena bajo las estrellas, con música en vivo. Se trata de una velada al aire libre en el patio con un menú cuajado de guiños locales como el chupito de salmorejo de melocotón, la brocheta de alcachofa confitada y langostino con mayonesa de kimchi, la focaccia de pularda o el secreto ibérico trinchado. De postre, la torrija de Hugo, el chef.
Muchos de los clientes del hotel son los viajeros del Tren de la Fresa, que durante su estancia se apuntan a los diferentes itinerarios que éste ofrece. De una ruta en bici eléctrica por huertos, madroños y arboledas a un paseo en trenecito para los niños (Chiquitren) por los principales puntos de interés y otro en barco por el Tajo entre piraguas, tortugas, percas, falúas (la embarcación fluvial usada por los reyes que hoy cuenta con un museo) y «la playa a la que Isabel II iba a darse sus baños», como apunta Marin Macovei, patrón de la nave El Curiosity, donde suenan temas como El concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, o de Farinelli, el castrato que vino de Italia para entretener a la Corte. Luego estarían las visitas al Jardín del Príncipe (el cerrado más grande de Europa, con 150 hectáreas), el de la Isla o el Parterre. Sin olvidar las representaciones teatrales sobre la historia del municipio (encabezadas por el motín) llevadas a cabo por los vecinos. Ya decíamos que Aranjuez daba para mucho...