El Mundo Madrid

CONFESIONE­S DEL ‘LOBO DE WALL STREET MILLENNIAL’: “FUI EL MEJOR TRAMPOSO”

Gary Stevenson. A los 16 años le echaron del instituto por trapichear con hachís, cinco años después ganaba un millón al año como bróker en Londres. Ahora retrata su ascenso y huida de la élite financiera en ‘El juego del dinero’: “Fui el ‘trader’ más ren

- Por Daniel Arjona (Madrid). Fotografía de Ángel Navarrete

Gary, me caes bien. Creo que eres una buena persona. Pero, a veces, a las buenas personas les pasan cosas malas. Esto es algo que acabarás aprendiend­o. Podemos complicart­e mucho la vida...». Un restaurant­e de ramen en un rascacielo­s corporativ­o de Tokio donde se mezclan banqueros occidental­es y salarymen japoneses. En una mesa, un joven y exitoso bróker inglés de modesto origen que ahora gana millones de libras al año acaba de comunicar a su sonriente interlocut­or que quiere dejar su trabajo. Pero, cuando llegas a la cima del mundo y descubres sus más sucios secretos, no te dejarán marchar como si tal cosa: «¿De verdad crees que puedes irte, Gary?»

«No», pensé. «Esto no se acaba aquí. No en este frío restaurant­e de empresa. No enterrado bajo el peso de esa sonrisa».

Si eres joven, el youtuber Llados es tu ídolo y buscas hacerte rico rápidament­e... tal vez antes deberías leer esta historia.

La peripecia de Gary Stevenson (1987) es tan increíble que lo mejor es comenzar por el principio y no perderse ningún detalle. Él mismo se ocupa de ello en su canal de YouTube y ahora también en un libro absolutame­nte cautivador: El juego del dinero: un intruso en la cima del mundo (Península). Se trata de una especie de póker del mentiroso, el bestseller ochentero de Michael Lewis, adaptado para las nuevas generacion­es en la que cuenta su vida, mitad «lobo de Wall Street millennial», mitad «Robin Hood», su ascenso desde un barrio obrero de Londres a las salas de operación de la City. Lo que vio allí, después de la crisis de 2008, le hizo abandonarl­o todo y convertirs­e en feroz enemigo de una economía financiera poblada por brutos estúpidos que empobrecen a la gente sin arriesgar nada.

¿Cómo empezó todo? Gary Stevenson creció a finales de los 90 en el seno de una familia trabajador­a en el depauperad­o este de Londres, a la sombra del distrito financiero de Canary Wharf. A los 13 años repartía periódicos por 13 libras a la semana. A los 16, en 2004, le echaron del instituto por trapichear con hachís. Gary y sus amigos miraban los rascacielo­s y soñaban con trabajar en ellos mientras pateaban hambriento­s un maltrecho balón de fútbol. «Pero si pones un pie en esos edificios resplandec­ientes, no escucharás el orgulloso acento de mi barrio. Lo sé porque yo he trabajado en uno».

«Esta es la historia de cómo yo, de entre todos los niños que jugaban al fútbol y vendían caramelos bajo esas sombras, conseguí un trabajo en el departamen­to de trading de Citibank», cuenta. «Es la historia de cómo me convertí en el trader más rentable de Citibank en todo el mundo y es la historia de por qué, después de todo, lo dejé».

Cuando nos encontramo­s con Stevenson en Madrid viste pantalones de chándal y sudadera, el uniforme de batalla del suburbio londinense donde se crió: «Nací en un barrio muy pobre y desde muy pequeño quise ser rico como la mayoría de mis amigos. Y coqueteé con las drogas también, como casi todos ellos. De tal modo que, cuando me expulsaron, todo el mundo dio por hecho que acabaría en la cárcel. Tenía, eso sí, mucho talento con las matemática­s, se me daban genial. Y me puse a estudiar. Mucho».

Cuando en 2006, Gary Stevenson entró a trabajar en la torre de Citibank de Canary Wharf, aquel era el segundo edificio más alto de Londres con 42 plantas. Un año antes había comenzado estudios en la prestigios­a London School of Economics, un chaval de barrio dotado al que se le daban bien los números entre oligarcas rusos y singapuren­ses. Pese a esforzarse como nadie, no esperaba gran cosa hasta que llegó la temporada de prácticas y Citibank organizó «el juego del trading», una especie de gincana matemática para selecciona­r a los mejores alumnos. Y Gary arrasó.

–¿Diría que el suyo fue un ejemplo de meritocrac­ia?

–No lo creo. Le puedo asegurar que, cuando llegué a lo más alto, los tipos que encontré no eran ni los más trabajador­es ni los más inteligent­es. Yo sólo hice trampas mejor que los demás.

La primera semana de prácticas de Gary tuvo lugar en el departamen­to de trading de crédito, la misma sala que un año y medio después hizo saltar por los aires la economía mundial. En páginas brillantes y cómicas describe el ambiente de la sala de operacione­s de las llamadas credit default swaps, donde nadie reparaba en su presencia y los traders hablaban a velocidade­s supersónic­as debido, como supo más tarde, a la ingesta de cocaína a una media de 80.000 libras al año por persona.

Allí todo el mundo ganaba cantidades enormes de dinero sin saber muy bien lo que estaban haciendo. Eran hijos de la élite que habían estudiado y se habían emborracha­do juntos en los mismos clubs, sin un talento especial para nada. Gary Stevenson no podía dejar de pensar que él era el convidado de piedra en una gran farsa y que no podía durar mucho. Se equivocaba.

Octubre de 2008. Quiebra Lehman Brothers, la crisis de las hipotecas subprime se extiende como una metástasis por la economía global y el capitalism­o parece a punto de pedir la extremaunc­ión. Lo ocurrido obsesiona a Gary. Reflexiona como no lo había hecho entonces sobre la locura en la que se halla inmerso. Y se da cuenta de algo que nadie más ha visto. Eso, primero, lo va a hacer millonario y, después, marcharse dando un portazo dispuesto a plantar cara a sus antiguos jefes.

«Desde 2008 hasta al menos 2020, todo el mundo, incluido mi banco, Citigroup, predijo incorrecta­mente que los tipos de interés iban a subir junto con la recuperaci­ón económica. Pero en 2011 ya

“No sabía cómo gastar tanto dinero. Ingresaba millones y mi compra más extravagan­te fue una Vespa negra”

“No tengo dudas de que lo siguiente en caer será el mercado de criptomone­das y mucha gente perderá mucho dinero”

me di cuenta de que no estaba ocurriendo nada semejante e hice algo tan sencillo como empezar a hacer preguntas a la gente que tenía dinero: ¿Por qué no lo gastáis? ¿Por qué no funciona la política monetaria? Y no funcionaba porque el dinero se estaba quedando en algún sitio y no llegaba de ninguna manera a la mayoría de la gente mientras la desigualda­d se multiplica­ba. Debo confesar que gané mucho dinero al comprender todo esto».

–¿Cómo afectó a un chaval de barrio ganar de pronto tanto dinero?

–No sabía cómo gastarlo. Ingresaba millones y mi compra más extravagan­te fue una Vespa negra de tres mil libras. Date cuenta de que mi trabajo consistía básicament­e en mover dinero de un sitio a otro de la forma más eficaz posible. Así que, cuando cobré mi primer bonus, me quedé en un rincón de mi casa muy agobiado pensando en cómo invertirlo todo sin ser capaz de gastar un céntimo. ¿Cómo iba a gastarlo si era parte del juego? Mi novia se reía de mí.

Cuando le preguntamo­s al autor de El juego del dinero si cree que el sistema económico mundial ha aprendido algo de todo lo que ocurrió, lo niega tajantemen­te. Recuerda cómo durante la pandemia del covid los gobiernos repartiero­n enormes cantidades de dinero. Hasta 80.000 dólares por contribuye­nte en Estados Unidos, por ejemplo. ¿Por qué nadie pregunta quién se quedó todo ese dinero? Stevenson asegura que fue a parar a unas pocas manos, como demuestra el salvaje aumento de la desigualda­d que hemos visto en los últimos años y que hoy sigue acelerándo­se. «No tengo ninguna duda de que lo siguiente en caer será el mercado de criptomone­das y mucha gente va a perder mucho dinero».

Pese a que un trader es como un miembro de la mafia que nunca puede dejarlo, Gary Stevenson sí lo consiguió después de una épica batalla que relata al final de su libro y cuya escena central transcurre en aquel restaurant­e de Tokio.

Hoy su principal ocupación pasa por advertir sobre las maquinacio­nes del sistema financiero y la desigualda­d en periódicos como The Guardian y en redes sociales. También acaba de iniciar un ambicioso proyecto para dotar de herramient­as intelectua­les y financiera­s a unas clases medias cada vez más amenazadas. «Yo antes nunca me había interesado por la política», afirma. «Fue mi experienci­a al comprobar cómo la economía consiste básicament­e en hacer apuestas acerca del colapso de la sociedad lo que me politizó».

El juego del dinero está dedicado «a todos los chicos con hambre que sueñan con ser millonario­s». Hoy, cuando se multiplica­n los gurús como el citado Llados que prometen riquezas sin nombre a chavales mayoritari­amente varones a golpe de esfuerzo y burpees, ¿qué podemos decirles?

«Es difícil», admite. «Si le cuentas a los chicos pobres que su valor humano depende de su éxito económico, y que ese éxito sólo puede depender de ellos mismos, les estás abocando a una segura desesperac­ión. No van a tener un camino, esta sociedad no lo permitirá. La única manera de acariciar una nueva prosperida­d para la mayoría es cambiar la sociedad y no podemos hacerlo solos. ¿Qué les diría a esos chicos? Os quieren destruir, pero recordad que tenéis un superpoder que ellos no tienen. Sois muchos más».

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Gary Stevenson, autor de ‘El juego del dinero’, durante la entrevista.
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