Diplomacia de garrote
Trump consiguió 88 millones de seguidores en las redes llamando a sus adversarios tontos, deshonestos, malos, traidores. La política se está convirtiendo en un compendio de chismes e injurias, y la razón es del que no la tiene. El que más vocea es el capador. Nadie está libre de ser sometido a una campaña de injurias, y muchos políticos de derechas y de izquierdas usan el insulto como arma de persuasión, desafían a sus adversarios y se meten con los familiares, como hemos comprobado estos días en la riña de Milei contra Sánchez. España ha retirado a su embajadora en Buenos Aires por los insultos que le dedicó el presidente de Argentina a la esposa del jefe del Gobierno español. En un serio conflicto, sobreactuado por necesidades del relato de ambos políticos, se ha llegado a romper relaciones con un país hermano en el que viven muchos españoles y con el que España mantiene intensas relaciones económicas.
Milei contesta a la retirada de la embajadora que lo que está pasando es un disparate porque Sánchez no es el Estado, y menos su mujer, y añade que el Gobierno español empezó primero acusándolo de drogadicto. En el populismo de la vituperación hay poco talento, aunque este se utiliza con fines propagandísticos. En el caso español, para alardear de anti-ultra en las elecciones europeas y, en el caso argentino, porque insultar es su modo de acción política. Ya ha desafiado a otros presidentes. Va así triunfando, hasta que se derrumbe. No llegan en ambos casos al ingenio y al sarcasmo del pasaje de Borges en que uno le dice a su contrincante: «Su esposa, caballero, con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende géneros de contrabando».
Escriben en La Nación que Milei opta por el garrote, no por el florete, y se ha abierto paso a gritos. «Su Gobierno ha hecho, por lo menos, una manifestación de sensatez al prohibir en la administración pública el lenguaje inclusivo».
Hay que taparse los oídos, aunque no basta con cubrirlos con un poco de cera. En la era digital se cree que cada insulto contribuye a sacar más votos. La mentira y la verdad andan libremente por el ciberespacio y nadie se libra de las injurias, y menos que nadie los políticos. Parece que la gente prefiere a los gobernantes mal educados. Schopenhauer se quedó corto en El arte de insultar al enumerar el último recurso para superar al adversario en una discusión con improperios, ofensas, escarnios y sentencias tajantes.