‘BLOWN AWAY’, EL ‘REALITY’ CONVERTIDO EN FENÓMENO QUE HUYE DE LA ‘CARNAZA’
Esta producción ha logrado sorprender con las piezas de cristal que crean sus concursantes. Su jueza, Katherine Gray, y su productora, Donna Luke, nos hablan de este éxito que lleva ya cuatro ediciones
He sido sopladora de vidrio toda mi vida y sé que a la gente le encanta ver cómo se hace, así que tenía la sensación de que el programa podría llamar la atención», comenta la artista Katherine Gray al preguntarle si tuvo dudas cuando le propusieron ser la jueza de Blown Away en Netflix. «Tenía mis dudas porque la mayoría de los reality shows tienden a sacar lo peor de las personas –de la ‘carnaza’–y no quería tener nada que ver si esa era la intención porque la comunidad del vidrio es muy pequeña. Pero los productores me aseguraron que querían que todo el drama estuviera solamente en el soplado del vidrio y cumplieron su palabra».
En efecto, Blown Away no es un reality donde los concursantes acaben llorando o tirándose de los pelos. El espíritu positivo de Gray y su gran sonrisa ayudan a sacar lo mejor de cada concursante, incluso cuando la batalla por el premio, 60.000 dólares y una residencia en el Museo Corning del Vidrio, se pone al rojo vivo.
«Cuando comenzamos la producción del programa, decidimos que queríamos usar el mismo tono que Bake
Off. Eso era muy importante para nosotros», asegura
Donna Luke, productora del programa.
«Conocíamos cómo son los artistas cuando están unos con otros», añade. «Todos se preocupan por hacer la mejor pieza posible y tienen sus inseguridades, pero también se ayudan entre sí, aunque siempre hay un punto de ‘voy a ser amigable, pero lo voy a hacer mejor que tú’. Así que no hemos tenido que forzar nada. Queríamos que fuese un lugar feliz». Ahí radica su éxito, en el ambiente de camaradería que surge entre los concursantes, a pesar de la competición, del asfixiante calor del taller donde se graba o la presión de ir contrarreloj y de que, en cualquier momento, tu trabajo puede caerse al suelo y hacerse añicos junto con tu oportunidad de seguir en el concurso.
La cuarta temporada de Blown Away, estrenada el pasado mes de marzo, logró colarse en el top de los contenidos más vistos de la semana en la plataforma, demostrando su potencial como pequeño gran fenómeno. «Era una forma de arte que no se había explorado antes en ninguna plataforma», expone Luke, «Cuando nos adentramos en el desarrollo del formato, nos dimos cuenta de lo interesante que era, es muy visual y bonito. Queríamos mostrar cómo es la gente que lo hace y lo difícil que resulta. Incluso, algunos de los productores tomamos algunas clases de soplado de vidrio para poder entender realmente cómo es».
No obstante, la productora señala que detrás de un programa que podría parecer sencillo hay mucho trabajo y complicaciones inherentes a esta disciplina: «Haciendo la primera temporada nos dimos cuenta de que influye mucho la temperatura exterior de nuestro set, que está construido en una fábrica antigua en Hamilton, a las afueras de Toronto. Siempre ajustamos las grabaciones al clima. También tenemos mucho cuidado con el flujo de ventilación del aire. Es un set en el que se necesita tener muchas cámaras dentro sin que se graben entre sí. Además, los artistas están acostumbrados a trabajar con tantísimo calor en el taller, pero el equipo no».
«Sinceramente, no hay mucha diferencia entre lo que ves en el programa sobre el soplado de vidrio a cómo es en el estudio», opina Katherine Gray sobre si lo que vemos es auténtico. «En la vida real, es posible que tengas más oportunidades de intentar algo de nuevo si no funciona. Normalmente, no tienes limitación de tiempo. Y muchas veces cuando pones la pieza en el refrigerador tal vez no esté del todo terminada, hay que suavizar o limar, ese tipo de cosas, que no las vemos en el programa. Es un proceso de acabado que se hace fuera de cámaras».
Tal vez los ganadores de Blown Away no se conviertan en súper estrellas como los ídolos de los talent shows musicales, pero todos pueden celebrar que el programa esté consiguiendo atraer nuevas miradas hacia su disciplina artística. «La repercusión en la comunidad de sopladores está siendo principalmente positiva», comenta la jueza, «La gente está muy emocionada de ver que su profesión obtiene un reconocimiento y una exposición tan amplios. Hay sopladores que han estado en el programa y han visto un aumento de interés por su trabajo o gente que se interesa por recibir cursos».
«Mucha gente me manda mails o me paran por la calle y me dice que les interesa el soplado», añade Gray, «Ahora tengo estudiantes que están aquí porque vieron el programa. Es algo increíble, siento que abre una oportunidad a que la gente vea que es posible ganarse la vida con esto. Estoy segura de que también habrá quien piense que el programa se vende o que no hacemos una representación precisa de lo que se hace en el campo. Nadie me lo dice a la cara, pero escucho rumores. Y lo entiendo perfectamente. Pero siento que, en cierto modo, el fin justifica los medios».