«Narrar ciclismo es novelar una gesta y justifica la hipérbole constante»
Lleva 50 años siendo una de las voces más reconocibles del deporte, fue jefe en grandes medios a su pesar y ha llegado a los 70 en plena forma. «Al periodismo le he exprimido hasta la última gota de leche», resume
Hay voces que son deportes y la de Javier Ares es el ciclismo. Ha hecho muchas más cosas, desde dirigir los Deportes de las dos Antena 3 (radio y tele) hasta conducir el Radioestadio de Onda Cero durante 15 años, de narrar Mundiales, Champions y Juegos a poner en marcha Real Madrid TV, de luchar para García a acompañar a De la Morena, pero si el vallisoletano nacido en Zamora (Villamayor de Campos, 1954) abre la boca, uno visualiza a Hinault, a Perico, a Indurain, a Contador o a Pogacar, cuya exhibición en el Giro acaba de narrar para Eurosport. «Estoy acabando mi carrera en el ciclismo porque lo adoro y parece lo natural, pero en realidad empecé haciendo rugby, fue mi forma de meter la cabeza en Radio Valladolid. Trabajar en provincias es una gran cantera porque haces de todo. He cubierto desde corridas de toros a procesiones de Semana Santa», recuerda.
Pregunta. En realidad, lo que estudió fue Derecho.
Respuesta. Sí y tengo un récord. Me matriculé por primera vez en la facultad en el año 71 y por última, en 1998. 27 años y no acabé la carrera. Me iba sacando cada año alguna asignatura, un poco por amor propio y otro poco por darle a mi padre la satisfacción de no abandonar, pero era estúpido seguir yendo con los apuntes al Giro porque nunca quise estudiar Derecho. En el año 98 me dio clase un amigo con el que había empezado la carrera y ya era decano. Ahí lo dejé.
P. ¿Y la vocación periodística paralela de dónde venía?.
R. Hay un episodio clave que une en mí el periodismo y el ciclismo. Son los veranos de la infancia en el pueblo de mi madre, en Zamora. Con 12 años, aquello no era un festival y la única salida a la rutina diaria de las eras y los animales, era el Tour de Francia. Era la época en la que empezaban a despuntar Ocaña y Radio Nacional no retransmitía las etapas, pero en el informativo de las seis hacían unas crónicas con una épica narrativa maravillosa. Me entusiasmaba. El verbo, la entonación… era literatura pura. Fue lo que generó mi afición por la radio. Quería contar oralmente las excelencias y las gestas de aquel deporte tan épico y tan formidable. Esa fue la línea que me marqué luego.
P. El ciclismo es el único deporte que justifica el abuso de la épica a los periodistas deportivos.
R. Claro, este sí es un deporte que justifica utilizar la hipérbole constantemente. La épica del ciclismo es real, no una manera de vender un producto. Entonces, cuando lo estás narrando se trata de novelar y de transmitir ese componente literario. No puedes ser elemental ni simple ni llano cuando estás contando una gesta.
P. La popularidad del ciclismo en España se mantiene pese a haber pugnado con dos enemigos formidables. El primero, el fútbol omnipresente. R. Es verdad que el fútbol es el opio del pueblo. Los demás deportes se siguen fundamentalmente por afición, pero el fútbol te capta por un sentido de pertenencia que te meten desde la infancia. Puede gustarte o no el fútbol, pero automáticamente lo tomas como una bandera. Eso se abraza y genera un escenario muy propicio a la falta de respeto y a soltar toda la hiel que guarda la gente. El fútbol es una pasión excesiva con un ángulo bastante similar a la política: «Yo estoy en esta trinchera y nunca voy a perdonar al contrario». El fútbol ha multiplicado por mil lo que tendría que ser una simple afición por culpa de ese sentido de pertenencia.
P. El segundo enemigo ha sido el dopaje, sobre todo en aquellos años terribles de finales del siglo pasado y principios de este. ¿Fuisteis cómplice de aquello los periodistas? ¿Mirabais hacia otro lado?
R. No. Hemos querido mirar siempre, pero hay un tema que nunca se contempla cuando se dice que el periodismo pasó de puntillas por esto y es que hacer una acusación de dopaje es una cosa muy grave para la que tienes que tener pruebas y conseguirlas era casi imposible. Mira, el dopaje funcionaba, funciona y funcionará permanentemente.
P. Pero habrá que perseguirlo.
R. Por supuesto. La trampa es lo que hay que castigar, pero si lo que consideramos dopaje está institucionalizado y, como pasaba en los 90, es una práctica que llevan a cabo prácticamente todos, no puedes argumentar que algunos hacen trampa. Lo que en realidad hay es algunos a los que han pillado. Volviendo a tu pregunta inicial, en el Tour del 98, el del caso Festina, delante de De la Morena y José Miguel Echávarri, dije en directo y en público que más del 90% del pelotón utilizaba EPO y no pasó nada. Nadie se llevó las manos a la cabeza. E igual que yo seguro que lo dijeron otros compañeros, el problema es que no puedo acusar a nadie con nombres y apellidos sin pruebas. El periodismo no ha mirado para otro lado con el dopaje. De hecho, cuando ha podido contar y ha tenido pruebas, se ha tirado a la yugular, porque el periodismo no perdona, como vea sangre y noticia se olvida de todo.
P. ¿Podemos creer en el ciclismo actual, seguramente el más espectacular que hemos visto?
R. Pues ahora van con todos los productos que no se detecten y eso lo van a hacer toda la vida. Generalmente van a utilizar todos los medios que consideren que pueden sacarles el mayor rendimiento. ¿Eso es dopaje? Pues determinadas sustancias que ahora mismo están tomando, como las cetonas, no lo son, pero pasado mañana pueden serlo. Por cierto, coincido en que estamos atravesando la edad de oro del ciclismo. No sólo es que haya un ciclismo agresivo y valiente, es que es por parte de los mejores y son muchos. Que después de este Giro digas que
EL DOPAJE «Lo hubo, lo hay y lo habrá siempre, pero el periodismo no ha mirado hacia otro lado. Cuando ha tenido pruebas, ha ido a la yugular»
JOSÉ M. GARCÍA «Tuvimos una bronca cojonuda y estuve cinco años sin hablarle, no quería ni mirarle a la cara, pero en realidad siempre fue un cacho de pan »
EL OFICIO «El periodismo hoy se hace para contar lo que el cliente quiere oír y no lo que necesita saber. Es sólo un negocio»
Pogacar no es el favorito para ganar el Tour, haciendo los alardes que hace, te da una idea real del nivel que hay. P. Volviendo a su carrera, el salto al primer plano lo da con Jose María García, que se lo lleva de la SER a Antena 3 en 1982. Aquel aún era el rey todopoderoso de la radio española y la sensación era que trabajar para él daba miedo. R. Todo lo contrario. García siempre ha sido un pedazo de pan, lo que pasa es que en antena parecía otra cosa. En el cara a cara, era un buenazo y un tímido al que, incluso, le costaba decirte cosas porque le daba apuro. Como jefe era espectacular. Nos pagó siempre muy bien, nos hacía sentir partícipes en el proyecto y respetados. Tuve una bronca cojonuda con él y, a pesar de eso, no puedo decir nada malo. Trabajar con García era sentirte un soldado pretoriano, estar en una batalla en la que tenías que dar el callo para que aquello triunfara. No García, sino tu empresa, tu equipo. En los años 80, trabajar con García era como militar en un partido.
P. ¿Cuál fue aquella bronca gorda con él?
R. En el 92 estuve a punto de marcharme con él a la COPE, me daba prácticamente todo, pero en Antena 3 me ofrecían pasar a ser director de Deportes, así que hice una cosa muy mía: no decidir. Hablé con mis compañeros, Siro López, Andrés Montes, Eduardo Torrico, Ernesto López Feito y Pepe Gutiérrez, y delegué no por altruismo sino por comodidad: si ellos querían quedarse, me quedaba. Así fue. García se cabreó mucho, pero entendió que no podíamos pasarnos toda la vida detrás de él porque un día iba a desaparecer.
P. Entonces, ¿cuándo se calentó la cosa?
R. En la Vuelta a España, yo fui como responsable de Antena 3 y él de la COPE y empezó con las prácticas que había utilizado toda la vida: control de los protagonistas, dominio total y absoluto, exigencias... En su época habíamos puesto en marcha las unidades operativas dentro de los coches de los directores durante la etapa, que daban unas retransmisiones antológicas, y pretendimos seguir haciéndolo. García estalló y se negó, como si fuera invento suyo y no de nuestros técnicos. Intenté dar alternativas, pero rechazó todo, así que le solté cuatro cosas en antena y estuvimos cinco años sin hablarnos. No quería ni mirarle a la cara ni verle. Me resultaba repugnante lo que había hecho con sus antiguos compañeros.
P. ¿Cómo le perdonaste?
R. Con el tiempo. Cinco años después vino a buscarme para su proyecto en Telefónica y nos reconciliamos.
P. Cuando se queda al frente en Antena 3, sustituye a García en la noche y después estaría muchos años conduciendo Radioestadio, en Onda Cero. Siempre pareció destinado a jugar en la liga de los grandes, pero cuando dirigió esos programas no parecía cómodo. ¿Fue así?
R. Sí, es que nunca me ha apetecido realmente esa liga. Es un plus absurdo y contraindicado de estrés y de responsabilidad que choca frontalmente con mi forma de entender el periodismo. Al periodismo le he exprimido hasta la última gota de leche porque creo que consiste en tener libertad para contar, viajar y estar en los sitios. Entonces, la responsabilidad de esos programas siempre es intramuros y se juega en los despachos. Si te pones delante de un micrófono de ese calibre empiezas a encerrarte en un estudio, que es la antítesis de lo yo buscaba. El periodista tiene que salir y tiene que trabajar pensando sólo en el lector y en el oyente. Si empiezas a pensar en lo que es beneficioso para la empresa y en lo que quiere tu jefe, dejas de ejercer el periodismo como debes y, a nivel personal, de disfrutar. P. Después, en 1998, fue el primer director de Real Madrid TV. ¿Cómo fue la experiencia de poner en marcha un canal tan particular?
R. Cuando Prisa compra Antena 3, me incorporo al grupo y no tengo un trabajo diario. Mis vueltas, mis carreras, mi Deportivo, pero en el día a día nada fijo. Alguien debió pensar que estaría bien que se me acabara el chollo y me pusieron a dirigir Real Madrid TV. Yo no estaba muy receptivo, porque nunca había hecho tele, pero luego fue muy sencillo. Me rodeé de gente competente y maté el gusanillo periodístico haciendo entrevistas a Hierro, a Raúl, a Roberto Carlos... Fue muy divertido. ¿Sabes quién pudo haber trabajado en Real Madrid TV?
P. Miedo me da aventurarme.
R. La reina Letizia. CNN+ y nosotros teníamos que montar a la vez una redacción y hacíamos compartidos los castings. Uno de ellos fue a Letizia Ortiz. Ya era muy buena. Tenía mucha imagen y locutaba muy bien, así que se la quedó CNN sin darnos opción, pero si ellos no la hubieran cogido… El caso es que estuve un año en el canal y fue maravilloso. De hecho, me dio mucha tristeza marcharme, pero García me hizo una oferta irrechazable para irme a dirigir los Deportes de Antena 3 TV y no pude decir que no. P. ¿Es del Madrid o del Valladolid?
R. De los dos.
P. Eso es trampa.
R. ¿Por qué? Soy del Pucela, pero los de provincias podemos tener otro equipo. En mi generación, primero eras del equipo de tu tierra y, luego, del Real Madrid, porque entonces era más que la selección española, era el equipo que nos representaba por el mundo. P. ¿Cómo ve la polémica actual alrededor de Real Madrid TV?
R. No lo entiendo, simplemente. En nuestra época también tirábamos hacia el club, evidentemente, pero los reportajes sobre los arbitrajes me parecen indecentes y, además, innecesarios. Leí a Jorge Valdano que sentirse víctima de los arbitrajes atenta contra la grandeza del club y creo que es la mejor definición. El Madrid está muy por encima de eso.
P. Tiene un canal de YouTube de ciclismo con más de 100.000 suscriptores y es activo en redes sociales. No es de esos periodistas de «cualquier tiempo pasado fue mejor».
R. Lo soy en cuanto a que había más trabajo y mejores sueldos, pero no en cuanto a que hiciéramos mejor periodismo que los de ahora. Al contrario, creo que lo teníamos mucho más fácil porque las condiciones eran mejores y ahora ha tocado adaptarse a un escenario más complicado y los compañeros hacen lo mejor que pueden. Luego, con las redes sociales siempre desvirtuamos el tema. El periodismo no ha perdido prestigio porque en las redes sociales todo sean críticas, sino porque ha perdido un poco de su esencia y mucho de su independencia.
P. ¿A qué se refiere?
R. Hoy se hace periodismo para contar lo que el cliente quiere oír, no lo que necesita saber. Tanto en deporte como en política, hemos educado a los consumidores diciéndoles: «Ven a verme, te voy a dar todo lo que te gusta y, además, voy a ser cruel con el enemigo». Los medios han perdido en buena medida su independencia al posicionarse sin ambages ideológica o deportivamente. Hoy el periodismo es sólo un negocio utilizado por el poder para ejercer y llevar a cabo la opinión. Si sabemos que esas son las reglas, no nos tenemos que extrañar ni indignar, lo que tenemos que hacer es, para formarnos bien, leer y escuchar a todo el mundo y sacar nuestras conclusiones. Mi gran pregunta es si esto lo ha hecho el periodismo con el consumidor o el consumidor con el periodismo.